Yo no sé, no. Caprichosa suerte, caprichosa esa tarde noche donde el cielo se nubló y de un gris plomizo a un oscuro encapotado, la suerte del partido corría peligro. De jugarse con lluvia, el rendimiento del equipo no sería el mismo. Estábamos acostumbrados a jugar con la pelota contra el piso y cortito, y justo los tres del equipo que mejor realizaban ese juego tenían que tomarse tres bondis. Si pegaban las combinaciones, llegarían a tiempo, pero si había barro, el interno del 15 que cruzaba todo Carlos Casado no andaría y se comerian mas de veinte cuadras a pata y bajo la lluvia.

El partido comenzó con llovizna, lo que hacía que la iluminación de la cancha de Peñarol mermara. Como lo presentíamos, los tres no llegaron.

Terminamos perdiendo 3 a 1, por Lagos los patrulleros no cesaban de pasar, los Falcon verdes les seguían, los laburantes de las fábricas pasaban con la cabeza gacha, un poco por el tiempo, otro poco porque la situación, tanto en lo gremial como en lo político, se había puesto espesa.

En el barrio se corría la bola que un vago no aparecía desde hacía un par de días, y una pareja que vivía en el barrio, de pronto se mudaron. La noche larga del 76 se sentía en el ambiente, sólo el pueblo bostero festejaba por doblete y con cancha embarrada. Martínez de Hoz, con su política anti industria nacional, se imponía a fuerza de represión. Y a pesar del dólar barato, la comida cada día era más cara y cualquiera podía pasar a formar el ejército de desocupados. En las góndolas aparecían productos tan extraños como el té de Ceilán.

La suerte caprichosa del destino de la patria tenía como un final trágico del cual no escaparíamos. Volviendo al partido aquel, en la cancha de Peñarol, una de las últimas pelotas que cayó llovida a nuestra área, el 6 nuestro no la vio y el arquero se patinó. La suerte caprichosa no estaba de nuestro lado. Poca importancia tendría, lo peor es que los tres que nos faltaron eran estudiantes de la secundaria. Uno, el más grande, iba a la noche. Nunca los volvimos a ver. La noche de los lápices serían más de una noche. La caprichosa suerte no estaría de nuestro lado.

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