Julio Blank, editor jefe de Clarín a poco de iniciado el gobierno de Mauricio Macri, justificó que desde el gran diario argentino se haya hecho “mal periodismo” durante la gestión anterior. “Hicimos un periodismo de guerra”, tiró. Pero erró en el tiempo verbal porque lejos de un alto al fuego, desde que asumió Cambiemos recrudecieron los ataques y operaciones de prensa hasta un nivel nunca visto en tiempos democráticos.
El otro lado de esta práctica de mentiras y difamaciones que defendía el propio Blanck con frases provocadoras –como “fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos, llegamos vivos al final, al último día”–, lo sufrió el lunes pasado Julio Bazán, movilero del canal clarinesco.
El cronista que en los ‘90 inventó el comegato rosarino, blandió el mismo discurso belicista de sus superiores: “Mis heridas se van a curar, pero lo que hay que curar rápidamente es el clima de animosidad y agresividad que se instaló entre la gente que lograron fanatizar con discursos y con relatos, para convertirlos en energúmenos”, concluyó, sin admitir, o no poder ver, que eso era lo que pretendían hacer, también, los iracundos que lo agredieron.
Algunos pensarán que, claro, como reza la canción, “todo lo que das, la vida te devuelve”. Pero ojo, también el tango Cambalache sentencia que estamos “en el mismo lodo, todos manoseaos”. Hubo decenas de periodistas de distintos medios, incluso de Clarín, baleados, gaseados y apaleados por las fuerzas de seguridad, junto a la feroz represión de manifestantes, jubilados y hasta diputados.
Se dice que en una guerra la primera víctima es la verdad, y la famosa “grieta” –promovida por el difamador profesional Jorge Lanata– es una gran creación de la intelligenza autóctona que felicitaría el mismísimo jefe de la propaganda nazi Joseph Goebbels. Da pie para alimentar un odio monstruoso, mentira tras mentira.
Ahora, la peor salida para nuestro pueblo a esta encerrona a la que estos mismos miserables nos trajeron, es la de la violencia en los términos que ellos quieren que ejerzamos para justificar su guerra.
Para contradecir esa lógica hay que repudiar toda forma de brutalidad, hay que transformar ese atropello que impunemente despliega el gobierno, con la complicidad de los grandes medios de comunicación y parte del Poder Judicial, en algo creativo y constructivo, en unidad política.
No deberíamos permitir que los victimarios jueguen a ser las víctimas. Como dijo una diputada en el debate: “Los «buenos» no les roban a los jubilados, a pensionados, a combatientes de Malvinas, a las mujeres con la AUH”.