En las últimas semanas el debate sobre el feminismo logró colarse en lugares impensados. El movimiento de mujeres luchando por sus derechos avanza a paso firme y parece ser una tendencia irreversible, un verdadero clima de época que implica una profunda transformación cultural. Hay, sin embargo, espacios donde todavía los muros se mantienen en pie frente a este cambio de paradigma. Entre ellos, uno fundamental: el mundo de la política y las instituciones, el Estado. A pesar de que el avance conseguido en leyes y normativas que abordan la problemática de la violencia machista y la desigualdad en sus diversos planos sea mayor que en tiempos anteriores, no se encuentra aún en sintonía con la contundente demanda social construida. La política todavía mira de atrás al movimiento de mujeres y se resiste a que éste la conduzca.
Por eso el #8M va a ser y debe ser contundente, como cada movilización que pone en la calle a cientos de miles de voluntades feministas hermanadas en el sueño de construir un futuro de igualdad. Porque seguimos siendo asesinadas por nuestra condición femenina, porque seguimos realizando el 75 por ciento del trabajo no remunerado, seguimos cobrando salarios 27 por ciento menores a los varones y 40 por ciento en la economía popular. Seguimos muriendo por abortos clandestinos, seguimos siendo las principales víctimas de las políticas empobrecedoras del gobierno macrista. La cultura del descarte propuesta por esta sociedad, hace de nuestros cuerpos objetos y mercancías, que una vez “utilizados” pueden ser desechados, mal educando así en el ejercicio de la crueldad en la vida diaria. Úselo y tírelo: porque el machismo es también la sociedad de consumo. El contexto en el que seguimos pone sobre la mesa el estado de intemperie en que vivimos ante la agresión generalizada a nuestras vidas frente al ojo público.
Fui aprendiendo que frente a esto, necesitamos asumirnos como feministas en el discurso y en la práctica, para que el poder de las mujeres sea una realidad, para que nuestra autonomía frente a los roles y los destinos socialmente prefijados sea un proyecto político y colectivo. Poder reconocer los hilos que unen los actos cotidianos de machismo con las expresiones extremas de violencia es parte también de ese aprendizaje. Los que siguen pensando al mundo femenino como el sexo débil, ejercen su poder en todos los planos, buscan someternos, callarnos, inmovilizarnos, de muchas y diversas formas. Porque no fuimos y no somos exactamente como los mandatos sociales tradicionales querían que fuéramos: sin voz, sin voluntad, sin deseos, sin poder.
Hace un tiempo, a partir del feminicidio de Micaela García, decidimos llevar como bandera una frase que decía: “Vamos a construir tus sueños”. No sólo por ella y todas las compañeras que el machismo nos robó, sino por todas las que seguimos acá y vivimos atravesadas por esta violencia. Conozco los sueños de Micaela, porque son los mismos que los míos y los de todas mis compañeras con quienes comparto este camino, y hacia ellos vamos. Durante años quisieron disciplinar a los movimientos de mujeres y de la disidencia sexual, pero no lo han logrado, muy por el contrario hemos alcanzado mayores niveles de organización, nos hacen cada día un colectivo más fuerte, más unido, más decidido a dar pelea. Ya hemos avanzado bastante para entender que nuestros cuerpos son nuestra primera herramienta para la liberación. Vamos a ejercer nuestra autonomía en cada plano, construyendo nuestra soberanía femenina y disidente, luchando por cada derecho que nos falta y cada derecho vulnerado, alineadas al destino insurrecto de nuestro pueblo trabajador y humilde. Y quienes no puedan ver esto se perderán la oportunidad de ser varones y mujeres protagonistas de su tiempo, sujetos del verdadero cambio y protagonistas de la construcción de una sociedad justa e igualitaria, y feminista, que es lo mismo.
*Diputada nacional Movimiento Evita