Con la reciente finalización del nuevo invento del fútbol argentino –con el que volvieron los partidos codificados y las imágenes solo de tribunas en pantallas de TV–, los equipos de Rosario quedaron de la mitad para abajo de la tabla de posiciones. De capa caída, y con un nuevo triunfo del caballo del comisario, al hincha rosarino le quedó una sensación amarga.
Se terminó la primera temporada de la pomposamente denominada Superliga Argentina de Fútbol (SAF) que, como lo reseña la nota aparte, benefició claramente a Boca y River, en desmedro de los demás equipos y en especial de los clubes de las provincias: por ejemplo el subcampeón Godoy Cruz recibirá 88.637.425 de pesos al año, mientras que River que salió octavo recibirá 145.322.383 (ver aparte).
El impune centralismo porteño y el beneficio de los poderosos contra los más esforzados, sigue en el fútbol argentino la misma lógica perversa que tiene la gestión económica y política del gobierno de Cambiemos.
Para los equipos de la ciudad, encima, la performance fue muy floja y los partidos, un suplicio.
A la vez, comenzaron a verse muchas zonas despobladas en las tribunas, algo que viene desde hace un par de años y se hace cada vez más evidente: la merma de público en el Coloso y en el Gigante, que años atrás lucían repletos en todos los partidos.
Es que la crisis económica también con el paso del tiempo se hace implacable.
Fútbol para pocos
Esta Superliga que reemplazó a los torneos Apertura y Clausura de la AFA, y que concluyó la semana pasada, se había iniciado el 25 de agosto de 2017 y ese mismo día comenzaron a escasear los partidos en la tele abierta. En pocas semanas no quedó casi ninguno sin codificar.
Así, volvieron –como tantas cosas nefastas del pasado reciente– los carteles o las imágenes de sólo las tribunas a las pantallas de TV.
La gratuidad del entretenimiento más popular se había terminado, y era la enésima estafa electoral del gobierno de Mauricio Macri, quien había prometido “mantener las cosas buenas” del kirchnerismo, incluyendo el Fútbol para Todos. Le cedieron el negocio a empresas extranjeras como Fox y Turner, a DirecTV, Cablevisión y a sus socios locales.
En ese primer semestre del 2017 de la Superliga quedó adentro el clásico que se jugó en Arroyito y que favoreció al local por la mínima diferencia. Pero ya en 2018 la ciudad no volvió a vibrar porque se jugó a una sola rueda.
Desventuras leprosas y canayas
El entuerto de la Superliga se había reanudado un 26 de enero, pleno verano con temperaturas bordeando los 40 grados y en medio de la pretemporada, de gran exigencia física. Y curiosa casualidad, en casi todos los equipos, decenas de jugadores sufrieron graves lesiones musculares en las primeras fechas. Central fue uno de los más afectados.
Pero ambos clubes rosarinos bajaron en 2018 a un nivel mediocre y, salvo pocas excepciones, los partidos en ambas canchas fueron soporíferos.
La peor parte, a principio de este año, la sufrían los del Parque que veían desmoronarse y tocar fondo a un equipo sin sus viejos estandartes.
La situación llegó a recalentarse a punto de hervor cuando el estadio completo le pidió, en febrero pasado, la renuncia al presidente Eduardo Bermúdez, ante la imposibilidad de revertir la racha negativa que había dejado Juan Manuel Chocho Llop al frente del equipo.
A pesar de todo, el mandamás leproso campeó la crisis y con la llegada como DT de Omar De Felippe, logró hacer pie nuevamente aunque políticamente siga al filo de la cornisa.
En tanto, para Central sólo quedó como satisfacción de la Superliga el clásico ganado de local en diciembre por la mínima diferencia, después de una increíble levantada del equipo que asumió interinamente Leonardo Fernández. Antes, también había vencido en el Gigante nada menos que a Boca por 1 a 0.
Con la llegada en noviembre de Fernández, había concluido una mala racha de 9 partidos sin ganar que había dejado el saliente Paolo Montero. El error quizá fue que, justamente, de un interinato salvador, Fernández pasó a ser el titular del buzo de DT. El apresuramiento les jugó una mala pasada a los canayas y de aquella levantada histórica, en el segundo trimestre, por el contrario, comenzó un tobogán sin freno hacia abajo y el propio Fernández no pudo concluir la Superliga en el banco centralista.
Tribunas despobladas y packs sin vender
Mientras tanto, las tribunas del Coloso y del Gigante, hacia el final de la Superliga mostraron cada vez más claros. Qué ironía: antes, cuando el fútbol era gratuito por TV, las canchas rosarinas reventaban de público. Ahora, que volvieron los codificados y que hasta ir a un bar cuesta caro, hay más butacas y escalones vacíos.
Al principio, fueron pocos los que pidieron el famoso “pack fútbol” a los cables locales y aunque se sabe que con el tiempo crecieron los abonados, no hay cifras concretas de si ha sido un éxito o un fracaso la televisación de la Superliga.
A nivel nacional, se difundió que a partir del superclásico Boca-River se habían agilizado las suscripciones sobrepasando la barrera del millón de suscriptores. Según datos aportados por Fox y TNT Sports, las dos empresas propietarias de los derechos, se habrían registrado más de 1.100.000 abonados, según publicó La Nación, aunque ninguna firma publicó sus números amparada en las cláusulas de confidencialidad.
La expectativa era, según el diario de los Mitre, llegar a los 2 millones al finalizar el primer año de comercialización. Así, no se sabe con certeza si pudieron este primer año de Superliga cubrir los costos de inversión.
Mientras tanto, nadie tiene idea de cómo seguiría la Superliga 2018-2019, si será a una sola rueda otras vez, si habrá descensos, si habrá Copa Argentina: es decir, puede esperarse, a esta altura, cualquier nuevo engendro para los vapuleados amantes de la redonda.
Fuente: El Eslabón