Yo no sé, no. Pedro se acordaba el otro día de cuando para esta época del año, en la canchita chiquita, que era cuadrada y parecía un papel, lo llamaba la vieja para hacer el mandado. y como estaba frescolari, lo mandaba a la granja a comprar unos fideos sueltos que podían ser guiseros o bien servir para una buena sopa. El tipo del almacén se lo vendía envuelto en un papel gris, tan gris como aquellos días de otoño.

Pedro era pibe y se acuerda que se hablaba de días grises para la dictadura porque el sol empezaba a salir con el Rosariazo, y se veía venir algo nuevo, lleno de colores, con el papel fundamental que jugaban la juventud y los trabajadores.

El gris, salvo metafóricamente como en la canción Penélope de Serrat (“una tarde plomiza de abril”) o en El hombrecito del sombrero gris de Sui Generis, no es un color que me guste para nada, dice Pedro. Y se acuerda de una vez que fuimos a jugar a otro barrio y pensaba en un relator de fútbol que siempre decía: “¿Qué papel va a cumplir el tiempo, el cielo, en este partido fundamental?”. Porque jugábamos de visitante y medio tardón, y se ponía complicada la cosa.

Por el entusiasmo juvenil y los tiempos políticos, el papel protagónico del pueblo hizo que se despejara el cielo gris y llegaran los colores inclusivos. Y también los papeles de colores de los volantes y afiches con los que reclamaban por sus derechos los estudiantes y los trabajadores. Lo que más me preocupa, dice Pedro, no es volver a tener que comprar fideos sueltos envueltos en papel gris, sino el papel que le va a tocar al futuro con estos tipos que nos gobiernan. El otro día, el presidente dijo que para que los números cierren hay que volver 70 años para atrás, pero en 1948 se nacionalizaron los ferrocarriles, rememora Pedro. Ese es un discurso gris y mentiroso. Y encima ponen en el papel de salvadores del despelote financiero, a unos papeles que se llaman “botes”. Esos botes tienen salvavidas de plomo, de plomo gris, y con eso nos hundimos seguro, asegura Pedro. La única que queda es que nosotros volvamos a tener el papel protagónico de la cuestión, volver a los volantes, a los afiches, a las calles, sabiendo que el futuro va a estar lleno de colores. Menos el gris, dice Pedro, mientras mira hacia donde estaba la canchita cuadrada y el almacén de los fideos sueltos envueltos en papel gris.

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