Un joven ingresó al hospital Eva Perón con heridas leves y se retiró con el alta médica, caminando y esposado rumbo a la Subcomisaría 21, de la que regresó al mismo nosocomio inconsciente y con claros signos de violencia que le terminaron provocando la muerte. Nadie sabe nada.

Sergio Gilio, de veintitrés años y padre de una nena de tres, vecino de la Zona Cero –extremo norte de Rosario– donde estaba levantando su casa junto a su pareja, agonizó durante más de tres días y falleció en la madrugada del 24 de marzo. Fue una muerte violenta y el hecho involucra a distintas áreas del Estado –al menos, una subcomisaría, el servicio de emergencias municipal y un hospital provincial–, cuyo personal podría contribuir a echar luz a lo que le pasó a este joven. La familia entiende que les retacean pruebas y que la investigación no avanza hacia el esclarecimiento de lo sucedido. Las versiones oficiales, procedentes de la policía, son confusas y fragmentadas: se hace referencia a un intento de robo o una discusión de la que Sergio habría formado parte, y un agresor y una testigo. Se sabe de dos ingresos del muchacho al Hospital Eva Perón, donde finalmente murió. De una primera atención y un alta médica, y un retorno inconsciente. Y se han elaborado cronologías de los hechos imprecisas y, tal vez, hasta contradictorias.

En declaraciones públicas que recogieron los principales medios locales, apenas una semana después del hecho, el fiscal Adrián Spelta –a cargo del caso– desvinculó a la Policía de lo sucedido, ante una sociedad en la que no pocos están sensibilizados por casos recientes de violencia institucional: María de los Ángeles París, bibliotecaria de la escuela Gurruchaga o Franco Casco, por mencionar algunos. Es más, el funcionario público agregó que una persona habría reconocido que golpeó a Sergio porque intentó robarle a él y a su familia; pero los allegados a éste , además de rechazar la acusación, observan que en la causa aún no hay imputados.

Una reconstrucción confusa

De acuerdo a versiones oficiales, el martes 20 de marzo la Policía de Acción Táctica (PAT) recogió a Gilio supuestamente lesionado, pero lúcido, en avenida de Circunvalación y Jorge Newbery, y una ambulancia del Sies lo llevó al Hospital Eva Perón. Según les dijeron a sus familiares en el centro de salud, el muchacho ingresó con heridas leves y se retiró con el alta médica, caminando y esposado rumbo a la Subcomisaría 21 del barrio 7 de setiembre. Supuestamente se había negado a dar sus datos e iba por “averiguación de antecedentes”, a raíz de un robo ocurrido en la zona donde lo habían encontrado. El hecho había sido denunciado al 911.

Al rato, regresó al Eva Perón ya que, de acuerdo a los uniformados, había sufrido una “descompensación”. Estaba inconsciente y muy golpeado. Ni bien llegó tuvo un paro cardiorrespiratorio. Permaneció con respiración asistida y falleció en la madrugada del sábado 24 de marzo. En tanto Sergio estaba internado, los familiares pudieron acceder a comentarios de profesionales del hospital sobre lo que le habría ocurrido y les quedaron más dudas aún. De hecho, recién en ese momento se enteraron que ya había entrado y salido de ese mismo centro de salud.

Sin avances

Cuando se le pregunta qué ha pasado en la causa, Urbana, abuela de Gilio, es contundente: “Nada, nada”. Y agrega: “Nada y ¡mataron a un chico!”.

La mujer no ve en la Justicia avances para el esclarecimiento del caso y entiende que no se han recolectado pruebas fundamentales, entre ellas, los testimonios del personal del Sies que lo trasladó al Eva Perón, de los profesionales que lo atendieron allí por primera vez, y que no tienen en claro quiénes han sido las presuntas víctimas del robo –y, a la vez, agresores– que podría haber cometido Sergio.

Dicen que tampoco se les proporcionó el detalle de las primeras prácticas médicas –según les aseguró una profesional se le hicieron tomografía y electrocardiograma, que no estarían en el expediente– ni el registro de las cámaras de seguridad del hospital, que permitiría saber en qué condiciones y con quién se retiró el joven rumbo a la Subcomisaría 21.

“El fiscal dijo que no se había grabado, que no se había registrado en las cámaras la entrada. ¿Cómo puede ser? El hospital está lleno de cámaras pero justamente el ingreso de mi nieto no quedó registrado. Tampoco declaró el médico que lo atendió por primera vez ni la gente del Sies que lo trajo”, se queja Urbana, e insiste: “Nosotros no tenemos, por ejemplo, la declaración de los policías que lo han levantado. No tenemos de parte de ellos en qué condiciones lo han levantado ni cómo lo han llevado a la comisaría. Y, después, lo que sabemos es que los policías mismos, en el móvil, lo trasladan al hospital de Granadero Baigorria, golpeado”, explica la mujer.

Acerca del supuesto robo

Sergio tenía una rutina de trabajo que comenzaba bien temprano a la mañana y terminaba por la tarde. Lo pasaba a buscar su empleador y al finalizar lo dejaba en el mismo lugar, cerca de donde supuestamente lo halló la Policía. Su abuela asegura que no contaba con antecedentes penales.

Se lo intentó vincular con un robo ocurrido en horas en las que el muchacho estaba laburando: según su abuela, primero se dijo que había sido a la mañana y luego que había sucedido al mediodía del martes 20. Pero también se plantea que no fue robo sino una discusión y que, como resultado de ese incidente, Sergio habría sufrido lesiones.

Ahora, cabe preguntarse ¿qué lesiones?; ya que el joven tuvo una primera alta médica y, valga la insistencia, se retiró caminando y esposado del Eva Perón. Al rato, y luego de permanecer en la Subcomisaría 21, personal de esa fuerza lo regresa al hospital inconsciente, lo que permite interrogarse si ocurrió algo en la sede policial.

“Todo muy confuso y no tenemos nada”, dice Urbana.

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