Vamos a plantear un puñado de elementos que, nobleza obliga, presuponemos sugeridos por la mirada de Alberto Methol Ferré al abordar el Sur americano. Aprovechamos esa mirada para referirnos al Norte pues la claridad práctica de los conceptos lo habilita. Es claro que al proponer esta noción, distinta de las difundidas, necesitamos exculpar al maestro de los resultados de la inferencia.
Si bien es interesante y justificada la idea de un México recuperado para América latina, es probable que a través de una gestión que –desde el Sur– podremos identificar como nacional popular, se logre situar, adecuada, justa y equilibradamente, a ese gran país como parte decisiva de su región. Es decir, del Norte.
Lo de nacional popular es intencional. Las observaciones recurrentes en todos los medios sobre el advenimiento de un gobierno “de izquierda” puede llevar a confusiones y desencantos. A la usanza de la nueva era en la mitad de un planeta que intenta dejar atrás la sumisión al capital financiero concentrado, Andrés Manuel López Obrador ha trabajado una relación con el empresariado mexicano destinada a la generación de empleo y a la potenciación de la industria.
Si la experiencia argentina primero, con la humildad de un PBI vinculado a una población numéricamente escueta, y la euroasiática con posterioridad, ya en gran despliegue, han brindado algo de luz sobre este planeta, es probable que una instancia innovadora como la que puede realizar el nuevo presidente pretenda un rol estatal rector y activo, un lugar controlado pero sin objeciones para el capital privado inversor, y protección para intentos comunitarios de auto organización.
Allí tenemos un primer dilema interpretativo con quienes desconocen el forjismo como perspectiva de análisis y descreen tanto de Arturo Jauretche como de Methol a la hora de efectuar análisis geoestratégico. Pero eso no es todo: confesamos que por estos días, antes de lanzarnos a escribir estas líneas, observamos el mapa desde los más variados puntos. Aunque la conclusión es obvia y todos la sabían antes, nos vemos obligados a señalar que México no sólo es un país latinoamericano, sino que además, y quizás sobre todo, es una parte esencial de América del Norte.
Esto puede ser malinterpretado si se comprende al proceso interno estadounidense enrevesadamente. Que es lo habitual. Digamos que no parece casual que Donald Trump y López Obrador hayan arribado a los gobiernos de sus naciones en un período cercano. Ambos parecen ser hijos y relanzadores de la Multilateralidad. La misma es contrapuesta a la globalización por que prioriza el desarrollo productivo y el mercado interno por sobre la rápida circulación de capitales rentísticos, lo cual deriva en un diferente vinculo interregional, aunque también transcontinental. De allí que así como China y Rusia no doblegan en modo imperial a sus aliados de la Organización de Cooperación de Shangai, es probable que el actual gobierno de los Estados Unidos no necesite un patio trasero azteca.
Estamos en pleno proceso de continentalización. Es decir, los estados nacionales sólo se afirman en relación equilibrada con sus vecinos y dinamizando economías cercanas. Sin paraísos, con tensiones, debates y hasta litigios, pero con el objetivo central de alzar el PBI industrial propio en detrimento de tasas de ganancia extraordinarias para una banca que controla a los llamados buitres, los espacios fiscales irregulares, la venta de armas y la comercialización de drogas. Temerariamente podemos afirmar que Canadá, los Estados Unidos y México, en este nuevo esquema, se necesitan mutuamente. Y ya no para subordinar al otro sino para crecer de manera conjunta.
Es pertinente evitar prejuzgamientos ideológicos asentados en diagnósticos que no van más allá de la epidermis de gestos y declaraciones. Lo hemos indicado: resulta básica la evaluación que se haga del rol y el lugar del Papa Francisco para entender este nuevo ordenamiento, ahora, en nuestro propio continente. El motivo no es otro que si se arranca de una premisa equívoca, la derivación también ha de serlo.
Hace poco, López Obrador dio en el clavo con sencillez al señalar que para su país el problema no radica en los migrantes que transitan hacia el norte, sino en la generación de fuentes laborales que les permitan quedarse. Evaluar un diagnóstico inverso implicaría empezar por las consecuencias en vez de afrontar las causas de una situación. En dirección semejante, Trump actúa pacíficamente hacia el exterior, mientras –acusaciones de “proteccionista” mediante, como si fuera un delito- intenta con fruición re establecer aquello que engrandeció su territorio décadas atrás: la elaboración de bienes de producción y consumo. La resolución silenciosa y magistral del conflicto en el Mar de China Meridional, el encuentro con Corea del Norte y la próxima reunión con Vladimir Putin, son ejemplos prácticos de lo afirmado.
Es ostensible que después de mucho tiempo de macartismo y de hegemonía financiera sobre los grandes medios de comunicación, Trump necesita mostrar un perfil público aguerrido. De hecho, sin rendir examen de pacifismo, las grandes empresas comunicacionales hostigan el inminente cónclave ruso norteamericano al estimar que puede resultar una “victoria” para Putin, en vez de señalar que a decir verdad el jefe de Estado norteño no hace otra cosa que situar a su país en el lugar en el cual puede estar, más allá de sus deseos, dada la correlación de fuerzas internacional existente. La pregunta es pertinente y nada ingenua, debido a las abarcativas actividades citadas del capital financiero: ¿en vez de un acuerdo anhelan una guerra?
Volvemos. Está claro que la presencia de un gobierno nacional popular en México resultará positivo para las naciones del Sur, siempre y cuando estas se resuelvan a seguir un camino equivalente y dejar de lado el aislamiento liberal conservador que hoy padecen Brasil y la Argentina. El gran producto interno mexicano tiene mucho para intercambiar en condiciones ecuánimes con quienes poseen, además de materias primas, un desarrollo científico técnico de interés, así como una cultura imbricada. Pero a nuestro entender no es esa la prioridad que tendrá que abordar el mandatario electo, sino la inserción en términos complementarios con sus temidos vecinos. El norte de México está en el Norte, así como el nuestro está en el Sur.
Esto es así porque el interés geoeconómico que mana de la misma posición en la región implica un enlace de los componentes del bloque. Al desarmarse parcialmente el interés estadounidense por extraer beneficios sin inversión –algo que late en la interna salvaje de la gestión del rubio gritón con los megapoderes insertos en el mismo aparato estatal- la perspectiva de una coalición tensionada se abre con probabilidades de concreción. Ante ese monumental acuerdo interamericano, ambos líderes serán bombardeados con acusaciones de todo tipo y campañas siniestras, que utilizarán argumentos de cualquier corte ideológico con tal de reponer litigios históricos.
El lector se preguntará por tanto si no hay nada que temer. En línea con lo antedicho, afirmamos que sí, hay mucho para preocuparse porque desde ese supragobierno yanqui hasta la penetración honda del narcotráfico en las fuerzas de seguridad mexicanas, intereses monitoreados por la renta improductiva cuyo horizonte es la desolación, batallarán contra esta alianza potencial. Han logrado desarticular parcialmente el Unasur, porqué no se asentarían en viejas razones de uno y otro lado para intentar quebrar acuerdos entre los Estados Unidos y México que pondrían de pie a una América del Norte más dinámica y menos agresiva.
De allí aquella prevención conceptual para dejar de lado las anteojeras. Un antiimperialismo radicalizado que identifique a Trump como “jefe del Imperio” y busque contrastes persistentes puede ser la llave propagandística para evitar que López Obrador gobierne en beneficio de su gente y en sintonía con el interés geoeconómico profundo. La visualización clara del presente en movimiento puede aportar con menos algaradas pero más precisión el camino que se inicia.
Las dos elecciones en los países de esa región americana están modificando el cuadro de situación de modo extraordinario. Después de varias décadas la zona más violenta de las Américas intenta encaminarse hacia un destino ensamblado de trabajo y desarrollo. Sabemos que no es esto lo que se espera de un análisis internacional. Pero como estamos fuera del prestigio hueco asentado en el error, lo planteamos, convencidos de aproximarnos a la verdad. Ambas naciones norteñas intentan adentrarse en la Multilateralidad; cada cual, a su manera.
*Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica