Una mamá cambia un suéter de nena talle 4 por un aceite (no mezcla) y un paquete de sal. Otra, un buzo de lana para bebé por cuatro papeles higiénicos. Hay sábanas de cuna a cambio de un puré de tomates grande y un paquete de fideos. Y colonias que valen una lavandina, dos desinfectantes y un paquete de fideos. Los ejemplos mencionados son azarosos pero un reflejo de las casi cinco mil publicaciones diarias que se aprueban en el grupo de Facebook “Cambio x mercadería TODAS UNIDAS”, una suerte de trueque 2.0 que reúne, sólo en la ciudad de Santa Fe, a 21 mil personas; en la provincia a unas 30 mil, y en el resto del país supera las 50 mil. “Todas unidas” está compuesto únicamente por mujeres que cambian algún objeto por mercadería. La idea nació en 2016 en el conurbano bonaerense y se expandió a las provincias. Su impulsora, Alejandra Aguirre, dialogó coneste medio y fue contundente: las mamás de los barrios populares están dejando todo lo que tienen a cambio de un plato de comida.
Alejandra Aguirre tiene 41 años y vive en la localidad de San Miguel, provincia de Buenos Aires. El 2 de agosto de 2016 lanzó el grupo “Cambio x mercadería todas unidas” desde su casa. La mujer había sufrido un accidente con la moto y ya no podía ir al grupo de intercambio del que formaba parte, ya que quedaba en Merlo, a dos horas de su casa. En San Miguel no existían iniciativas así y se sumó, primero a un grupo de Facebook que no funcionó; entonces creó el suyo. Empezaron siendo unas 50 mamás en Facebook y unas seis por encuentro. Hoy, en provincia de Buenos Aires, llegan a las 32.500 en la red social y día a día se suman más.
“Es un grupo de Facebook de intercambio. Lo que antes las mamás regalaban o pasaban en la familia cuando le quedaba chico, hoy lo pueden cambiar por alguna mercadería de la canasta básica que le pueda llegar a hacer falta”, explica Aguirre. La metodología es simple: una madre publica “algo” para intercambiar y qué pide a cambio, las otras miembros de grupo responden con un “quiero”. La primera en responder se lo lleva. Los encuentros de intercambio son días fijos en un lugar al aire libre donde lleguen muchas líneas de colectivo. Por lo general se convocan entre 300 y 900 personas, por lo que están divididas por sectores para encontrarse mejor. Las administradoras del grupo están identificadas con chaquetas y son las que guían a las nuevas mamás.
Los grupos de “Cambio x mercadería” crecieron a lo largo y ancho del país. La voz se corrió por Facebook, entre familias y por una nota que les hicieron para la televisión en mayo de 2017. Alejandra estaba estudiando Instrumentación Quirúrgica y decidió dejar por un año para llevar la idea del grupo a otras provincias. Con rifas, el aguante de su marido y el techo de las mamás de otras ciudades, recorrió Salta, Jujuy, Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe, entre otras.
Ya son más de 50 mil personas a nivel nacional, cada ciudad con su grupo de facebook. En la ciudad de Santa Fe ya hay 21 mil miembros. También hay grupos en Santo Tomé, Sunchales, Alto Verde, Recreo. Todos, en total, suman unas 30 mil personas. Por día, se aprueban unas 5 mil publicaciones: 5 mil cosas, por día, por comida. Este jueves, se celebró el primer año de Todas Unidas en la ciudad capital de la provincia.
Equivalencias para la ayuda mutua
“Somos tipo Lita De Lazzari”, explica Alejandra desde el teléfono. Y es que Alejandra y varias de sus compañeras caminan –de verdad– y recorren los supermercados dos veces al mes viendo los precios de los productos. A partir de eso arman la tabla de equivalencias, es decir, cuántos productos vale lo que tengo para ofrecer. De 5 a 22 pesos equivale a una mercadería, cada 22 pesos se le suma un producto más. Alejandra ejemplifica: hay mucha demanda de café en saquitos. Cuando arrancaron, cada paquete valía 30 pesos, es decir, dos productos. Como hoy ya roza los 70 pesos, vale 4 productos. Las administradoras guían en qué cantidad de productos pedir, pero no dicen qué. Eso está sujeto a cada necesidad. Si alguna ofrece algo muy caro (de 200, 300 pesos) no puede pedir lo mismo: ya no sería un grupo de ayuda mutua.
El grupo tiene varias reglas. La principal es que ninguna salga más beneficiada que la otra. Las otras son de convivencia y cuidado. No faltar el respeto ni insultar, no manipular dinero, no intercambiar cigarrillos ni bebidas alcohólicas. Los alimentos siempre tienen que estar envasados, donde se pueda ver la fecha de vencimiento, y no se aceptan medicamentos, carnes o pollo.
La sororidad contra el hambre
Alejandra hace particular hincapié en la importancia de cuidarse de malos tratos e insultos. Y es que si bien el grupo es un orgullo, no deja de existir por una situación de extrema vulnerabilidad. Las mujeres van con lo mínimo –el pasaje del colectivo o tren–, a dejar lo poco que tienen para poder darle de comer a sus hijos. “¿Cómo vamos a dejar que frente a tanta humillación alguien las maltrate?”, se pregunta.
“Esto es peor que 2001”, asegura Alejandra. Y compara: “Yo participé en truques en el 2000, 2001. Mi ex marido se había quedado sin trabajo y yo iba, tendía una manta y estaba horas y horas. Cuando tenía suerte de cambiar algunos créditos, muchas veces no compraba comida sino una silla o una frazada o colchón. Pero hoy por hoy las mamás se están deshaciendo de todo lo que pudieron comprar en anteriores gobiernos para poder comer. Es inédito, nunca en mi vida vi tanta pobreza”. Alejandra equipara lo que ve ahora con la imagen de su mamá yendo a las cuatro de la madrugada a buscar una caja PAN que sólo tenía polenta adentro. “Esto es así, es hambre”.
En el grupo, las mujeres se despojan de todo para comer. Desde zapatillas que duraban uno o dos años más, hasta lavarropas, ventiladores en verano y estufas en invierno. Muchas cirujean cartones y distintos materiales para hacer manualidades (piñatas, por ejemplo) y cambiarlos por comida. “Son mamás que no tienen nada, pero cirujean,y hacen, y lo cambian por cuatro, cinco productos, y esa familia puede comer una semana”, explica Alejandra. Muchas familias solventan los servicios como luz y gas con las asignaciones y subsidios y con el “Todas Unidas” se la rebuscan para comer. Esa es la prioridad en el 2018 de Macri.
Pero además, el grupo de Facebook, el trueque 2.0 de las mujeres de los barrios, es un grupo de contención y amistad. Alejandra cuenta que hace poco una mamá le pidió a otra que sea la madrina de su hijo. También que en abril del año pasado, en la ciudad de Santa Fe, una miembro del grupo fue prendida fuego por su marido. Lo poco que tenían sus compañeras sirvió para ayudar a esa mujer y sus hijos con comida, ropa y calzado. La posibilidad de intercambiar lo que sea que una mujer tiene o puede hacer, ayudó a que muchas puedan dejar a su marido y no depender más de su sueldo: a sentirse útiles, tener una razón para salir de su casa, conocer a otras en la misma situación, salir del estado de humillación permanente. Muchas llegan a los encuentros golpeadas por sus maridos. Muchas no llegan porque sus maridos las golpearon antes. El grupo oficia de todo: el acompañamiento termina siendo uno de sus objetivos principales sin siquiera proponérselo.
Sobran las razones por las cuales Todas Unidas es sólo para mujeres. Alejandra contó que tuvieron que hacerlo explícito porque siempre aparecía uno que otro desubicado, sobre todo con las mamás más jóvenes. La idea es que el trato sea entre mujeres, lo que no quita es que en los encuentros haya varones: maridos, hijos, amigos que acompañan a mujeres para cuidar a sus hijos, porque están embarazadas o porque solas no pueden con tanta mercadería.
Entre la violencia y el sueño del quirófano
Alejandra Aguirre sueña con estar en un quirófano (trabajando, claro). En 2014 comenzó la carrera para ser Instrumentadora Quirúrgica. Tuvo que dejar porque el grupo de cambios por mercadería le consumía todo el tiempo. En mayo de 2018 retomó los estudios y ya sacó cinco materias. Ella suele subir fotos en el quirófano a su Facebook y se las muestra a las chicas del grupo. Dice que no es para alardear, sino para mostrar qué es lo que puede hacer, que es, básicamente, lo que cualquiera puede hacer. También dice que impulsa a las chicas a que estudien: que el grupo no tiene que ser todo, que si cambia el gobierno van a estar mejor, van a tener un título y sentirse capacitadas para hacer otra cosa, peluquería, acompañante terapéutica, lo que sea.
Alejandra es la tercera de diez hermanos. Ella fue hasta cuarto grado y después se quedó en casa cuidando a los más chicos. Su mamá era muy pobre y no podía mandarlos a todos a estudiar. A los 14 años tuvo que irse de su casa porque ya tenía marido. “Mi mamá me echaba todos los días. Cuanto menos vos caías a la casa, menos gasto tenía ella. Yo la entiendo ahora, con la crisis que tenemos hoy”, cuenta la mujer.
“Mi ex marido no me dejaba estudiar, era muy posesivo. Yo viví casi 20 años con violencia de género. Soy una sobreviviente. Él estuvo a punto de matarme más de 5 veces, por los celos. Él tenía una familia paralela, mujer e hijos, y si yo le decía algo me golpeaba”, cuenta Alejandra. Hace diez años se separó y conoció a su actual marido. Pudo terminar la primaria, después la secundaria y al fin comenzar su sueño, el de ser instrumentadora quirúrgica. Dice que él es un verdadero compañero. “Todo lo contrario a mi ex. Nunca había tenido una pareja donde me den oportunidad de hacer lo que yo quería hacer, siempre tuve que hacer lo que los demas me decian”
Alejandra volvió en mayo de este año a las clases y ya metió cinco materias, sólo tiene que recursar una. Le prometió a su marido dejar un poco el grupo, pero dice que no puede. Ella tiene cinco hijos, tres varones y dos nenas. Sólo sus hijas están en Todas Unidas, pero con el celular de su mamá y sus hermanas todos piden cosas para intercambiar. Alejandra está también criando a su nieta de un año y medio. Dice que gracias al grupo pudo vestirla de pies a cabeza. “Hasta los pañales le conseguí”, remarca, orgullosa.
Fuente: El Eslabón