El investigador Marcelo Valko desmarcara a Alcides Greca y su film de principios del siglo XX que avala la masacre de rebeldes mocovíes.
Cuando se habla de noticias maltratadas, se debe considerar que hay variados tratamientos mediáticos que se manipulan desde la historia oficial, que buscan ocultar, deformar o justificar hechos históricos. Las producciones cinematográficas sean quizás de los más antiguos. La semana pasada, el historiador e investigador Marcelo Valko presentó en Rosario su libro: El malón que no fue. Historias y grietas de una masacre de película. El trabajo escarba, con rigor documental y seguimiento del tema en diarios de la época, al film El último malón, dirigido en 1917 por el abogado y político Alcides Greca. La película relata sucesos ocurridos en abril de 1904.
La historia difundida señala que alrededor de medio millar de mocovíes intentaron tomar el pueblo santafesino de San Javier, unos 156 kilómetros al norte de la capital provincial. Los indígenas fueron rechazados, provocándoles unas cien bajas.
Alcides Greca, nacido en San Javier, tenía 15 años cuando ocurrieron los hechos. Al crecer fue acumulando los requisitos clásicos para ser un joven progresista de su época y cumplió con las formalidades de un chico liberal: apoyó la Reforma Universitaria de 1918, fue periodista, abogado, político, escritor y hasta cineasta.
Disciplinar brazos baratos
Valko desecha el término usado en el título de la película “malón”. Afirma que “no hubo un malón sino una matanza preventiva para disciplinar brazos baratos”. “En el forcejeo dialéctico de la memoria y el silencio, el hecho de sangre se fue desvaneciendo en la historia”, sostiene. Pero, en su trabajo destapa voces que revelan los pliegues de la historia oficial.
Además, es cuestionable que si fue “un malón salvaje”, no se registraron caídas por los atacados. Tanto es así que a los dos días, hasta La Nación admitía: “Se efectúan exterminios impropios de un país civilizado”, (25 de abril de 1904).
El film mudo comienza con una placa que ya plantea el posicionamiento del autor: “En el año 1904 los indios reducidos de San Javier, después de permanecer medio siglo en contacto con la civilización, se rebelaron contra el dominio de los blancos poniendo en grave peligro la vida de los habitantes de aquella floreciente comarca”.
Ya estaban “reducidos”
De en entrada, la película advierte que la comunidad ya había sido “reducida”, lo que suena a ser achicada, sometida, aplastada. Las reducciones eran asentamientos urbanos diseñados con una lógica de los conquistadores para imponer la organización de la política colonial española, pero que tras el virreinato y la gesta de 1810, siguió implementándose.
Fue la heredera directa del régimen de la encomienda, instaurada para regentear la administración política y economía sobre los territorios usurpados a sus ancestrales habitantes. No fue más que profundizar el sistema feudal en el que los encomenderos españoles imponían condiciones económicas, culturales y la fe, pero apuntando a la recaudación del tributo a los señores.
Esa explotación de los pueblos, también se documenta en el libro de Valko, al retomar una carta de 1879, escrita por el entonces gobernador Nicasio Oroño (desde 1864 a 1868) a Manuel Obligado (1838 -1896). En la nota, el distinguido señor de bulevar y monumento, recordado además por impulsar la organización de Santa Fe y la primera ley provincial de matrimonio civil, solicitaba al militar que participó de la apropiación del territorio chaqueño: “Como veo que ha hecho una buena cosecha de indígenas, espero no tardará en mandarme en alguno de los vapores un par de chinitas de seis a ochos años, el transporte lo pagaré yo aquí (Obligado 1925; 112)”.
Un drama hollywoodense
Para hacer la película con más onda Hollywood, señala Varko, no falta un toque de romanticismo, aprovechando la rivalidad entre dos referentes de los originarios, el viejo cacique colaboracionista Mariano López, acusado de traidor, y su hermano Juan. A esa rivalidad, le agrega un condimento ficcional: la bella concubina del cacique.
Valko indica que“quizás por el bajo presupuesto en la producción, la película cuenta con sólo dos actores profesionales, la actriz que protagoniza a Rosa Paiqui (Flor Silvestre) y un actor que personifica al joven rebelde, que en el guión aparece con el nombre de Jesús Salvador.
El más joven impulsa la rebelión, echa de menos su vida errante y los bosques, por lo que maldice la hora que un franciscano lo conduce a la otra orilla de San Javier para fundar la reducción que le dio vida a la misma San Javier, agrega el argumento de la película.
El joven tras no poder convencer al cacique para realizar un levantamiento, se aleja seguido por Rosa. Y en una asamblea la joven “increpa a los cobardes y decide la causa de la rebelión”, cuanta la reseña de la película, publicada en La Capital entre el 18 y 19 de diciembre de 1917, según describe Valko en su libro.
Estreno en Rosario
El estreno de la película se realizó el 4 de abril de 1918, en el Palace Theatre (Córdoba 1384). El diario La Capital anunciaba que “el doctor Alcides Greca, ha realizados estudio especializados en el arte cinematográfico” y resaltaba “la veracidad de los hechos que reproducen el lugar y los personajes que intervinieron”.
La matanza de originarios, que se intentó disfrazar como una defensa de los vecinos ante los “incivilizados” que buscaban tomar al pueblo, ocurrió durante los últimos meses de la segunda presidencia de Julio Asesino Roca. Pero esa construcción del mensaje a favor de intereses de la élite y sus secuaces se mantiene para justificar los asesinatos masivos y el genocidio.
Uno que murió dos veces
Esa manipulación, advierte Valko, se aprecia en las escenas sobre el único muerto entre los blancos. El vecino Félix Lena, supuestamente caía abatido por una salvaje lanza, según informaba La Prensa, La Nación y El País. Pero a los dos días decían que el mismo vecino había fallecido en un hospital, tras largos sufrimientos. Quizás “la primera víctima”, al no poder registrar ni una más, resucitó para que muriera otra vez el 23 del mismo mes.
Sobre los “combatientes”, algunos hablan de un centenar de indígenas, pero otros dicen que fueron 500 o 600 y hasta que eran mil. Los mocovíes se desplazaron por la calle principal bajo el fuego de los vecinos que les disparaban desde techos y azoteas.
Con sus sirvientes, “indígenas fieles” y familiares, descargaron los fusiles Winchester y Remington utilizados en la campaña patagónica de Roca. En tanto, los mocovíes estaban armados con boleadoras, lanzas, chuzas y algunos fusiles de retrocarga.
Pero el más devastador de los ataques a los originarios lo ocasionó el sarampión, cuando los detenidos fueron hacinados en corrales de barro. Tanto fue el impacto de la enfermedad que lo mismos vecinos pidieron que fueran alejados de las afueras de San Javier.
Compromiso militante
Tras su presentación del jueves 25 de octubre pasado en ATE Rosario, Valko visitó al día siguiente el Centro de Jubilados Raúl Suffriti de Santa Fe y el sábado 27 llevó su trabajo a Reconquista. Sobre ese recorrido, el investigador remarca que “el detenernos en San Javier, donde estaba abierta la iglesia, fue casi como un ritual al ver el campanario desde donde disparaban y algunos cantones que siguen en pie”.
También resaltó el apoyo de Gustavo Martínez, dirigente de la CTA Autónoma de Rosario, a quien definió como “alguien que creen en los libros como liberadores”.
Además de ser investigador, Valko es psicólogo egresado de la UBA. También escribió Los indios invisibles del Malón de la Paz (2007), Pedagogía de la desmemoria (2010), con herramientas de la antropología, historia y la crítica lectura de documentos y huellas.
Valko es un militante con un profundo compromiso con las comunidades perseguidas, el creador de la cátedra Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia, en la UBA.
Indaga ese pasado, en trabajos como Ciudades Malditas, Ciudades Perdidas (2012), Desmonumentar a Roca (2013), además de Cazadores de poder… (2015) y el Descubri-Miento de América.
En el inicio de la charla y proyección de fotos, mapas, segmentos de la película y también placas, se retomaron palabras de Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas».