Tras la bambolla de la cumbre del G20, Bonadio dejó claro que su única lealtad es a la embajada, y procesó a Rocca y Padoán, dos pesos pesado de la economía real. El modelo de apropiación de activos por medio de operaciones político mediático y judiciales es continental.
Las esquirlas de los piedrazos estrellados contra las ventanillas del micro que conducía al plantel de Boca Juniors al Monumental, y los ruidosos desembarcos de material vehicular de seguridad para proteger a las celebridades que ya arribaron para participar de la cumbre del G20 taparon de alguna manera lo que fue una de las noticias del año.
Enmarcado en la desopilante causa armada con las fotocopias de presuntos cuadernos en los que un chofer de un ex funcionario habría dejado constancia de delitos que habrían sido cometidos por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y casi todo su Gabinete, el juez federal Claudio Bonadio dictó el procesamiento del chairman de Techint, Paolo Rocca, y del titular de la Bolsa de Comercio de Rosario y dueño de la agroexportadora Vicentín, Alberto Padoán.
La centralidad porteña que ejercen incluso quienes cuestionan el unitarismo oligárquico mitrista impidió percibir en un plano de igualdad el procesamiento del hombre fuerte de Reconquista, pero debe decirse que Vicentín es uno de los cinco grandes grupos económicos del país, y la presidencia de la entidad bursátil rosarina representa un poder en sí mismo: por allí pasa el mayor porcentaje de la timba financiera vinculada a los agronegocios y el mayor volumen de granos, oleaginosas y derivados exportados desde los puertos santafesinos.
Sobre Techint poco puede agregarse a lo que ya se sabe: es quizás el único grupo económico transnacionalizado con chapa argentina (aunque tiene su sede en Luxemburgo), y con negocios que involucran a la obra pública y petrolera en los EEUU, China, parte de la ex Unión Soviética, Rusia misma y decenas de países igualmente significativos en la escena económica mundial.
Tenaris, una de las compañías subsidiarias de Techint, montó una planta de producción de caños sin costura ubicado en proximidades de los mayores yacimientos de fracking que ya explotan las grandes petroleras yanquis.
Esos caños sin costura –usados en la obra pública y privada y en la exploración, explotación y distribución gasífera y petrolífera– los produce un puñado muy reducido de conglomerados industriales, entre los cuales está Techint.
Tributo al imperio
Más allá de la publicación de los procesamientos de Bonadio, fue curioso observar que los mismos no tuvieron el despliegue mediático de otras decisiones del magistrado en esa causa armada en sociedad con el fiscal boquense Carlos Stornelli.
Podría haberse dicho que el dictamen salió luego de que trasciendan las reuniones de prominentes figuras de Techint con el kirchnerismo, lo que incluyó un encuentro con el ex ministro de Economía Axel Kicillof.
Menos probable hubiese sido que se mencionara la histórica rivalidad familiar entre los grupos Socma y Techint, que viene de las épocas en que Sevel tenía la licencia para producir autos y debía comprar la chapa a los Rocca, que la cobraban a precios que incluían el desprecio que los milaneses tienen por los Macri, originarios de Calabria. Ese aspecto es abordado casi con exclusividad por el blog El cohete a la luna, dirigido por Horacio Verbitsky, quien a la sazón es el que reveló la itálica inquina.
Pareciera que Bonadio tuvo en cuenta ambos aspectos del asunto, pero privilegió la ventaja que le otorga ser un agente de la embajada yanqui antes que un soldado del macrismo o del establishment local.
El juez patibulario, el de la pistola cargada en la cintura, sopesó –o se le ordenó que lo haga– la llegada al país de Donald Trump para participar brevemente de la cumbre del G20, y la orden de procesamiento debe ser tomada como un tributo al imperio, más que una movida en el tablero de la política vernácula.
De todas maneras, existen rumores de que en la representación diplomática estadounidense hay cierto clima de inquietud respectos de los movimientos de casi todos los popes de la industria nacional, descontentos con los balances de sus compañías, y empeñados en mostrarle los dientes al presidente Mauricio Macri, quien a la vez les reprocha no haber sostenido su gestión con inversiones, como si el proceso desindustrializador que emprendió su administración pudiera ser revertido con aportes de los perjudicados.
Esa contradicción entre actores del bloque de poder dominante nacional es claramente aprovechada por el Departamento de Estado: con las presiones judiciales sobre los Rocca, logra que se desplomen los precios de ése y otros grupos nacionales, como Arcor, laboratorios de especialidades farmacéuticas y el complejo agroexportador local, todas actividades de alta renta.
Un claro ejemplo de ello se pudo observar el martes pasado, cuando las acciones de Tenaris –la mencionada fabricante de tubos petroleros de Techint que cotiza en Wall Street– caía un 10,2 por ciento, en tanto Ternium –la otra compañía del holding que fabrica aceros– descendía un 3,3 por ciento respecto del cierre del lunes, según un informe del portal Infobae.
EEUU ya lo hizo en los 80 en Italia, cuando la CIA y otras agencias se constituyeron como los aportantes de insumos de inteligencia para llevar adelante el denominado mani pulite, o “manos limpias”, que terminó haciendo volar por los aires el sistema político que venía funcionando desde la posguerra.
Otro de los resultados menos debatidos fue que una gran tajada de la obra pública itálica quedó en manos de compañías norteamericanas, en desmedro de las locales, que quedaron pegadas al proceso judicial que –inaugurando una era– se encargó de ventilar desde sus medios Silvio Berlusconi, quien fue otro de los emergentes de esa operación.
Y como nada es casual, el lava jato brasileño se configuró alrededor de las dos mega compañías que más facturan: Odebrecht y Petrobras. La primera, una monumental constructora, logró trascender, como Techint, las fronteras de su país de origen e, incluso, las del continente, acaparando obra pública en países donde los yanquis se quedaban mirando por la ventana. Eso la condenó.
Sobre Petrobras, poco puede agregarse: el apetito por quedarse con la segunda compañía más importante en Latinoamérica, después de la venezolana Pdvsa, creció en los últimos años con el descubrimiento del descomunal yacimiento atlántico en el segundo gobierno de Lula.
Para Argentina, el plan es similar: vienen por YPF-Vaca Muerta, Techint y todo lo que puedan pagar a bajo precio y alta rentabilidad. Macri, a veces ayuda, y a veces sólo le queda firmar los papeles que le acercan sus mandantes.
¿Burguesía arrepentida?
En un artículo titulado El juez servilleta y la entrega de la Patria, publicado por Redacción Rosario, el periodista y dirigente de la izquierda nacional Néstor Miguel Gorojovsky advierte, en línea con el presente análisis, sobre escenario y actores: “La contrarrevolución ha encontrado en el juez Bonadio y su oficina operística en Comodoro Py un ariete fundamental, aunque solo eficaz bajo las condiciones engendradas por la horda macrista, para terminar con cualquier rasgo de autonomía económica argentina”.
No se trata de defender a una burguesía que, además de poder defenderse sola, históricamente se mete en un berenjenal que conspira contra sus propios intereses, ya sea por cuestiones ideológicas o por falta de formación siquiera para leer acertadamente la coyuntura histórica.
Si fuera por intereses económicos, la algarabía con que la burguesía industrial acompañó a Macri y lo ayudó a trepar hasta el primer piso de la Casa Rosada, está visto que esa estrategia fracasó, y que ganaba más con el “populismo” kirchnerista que con las promesas del liberalismo a la violeta que encarna el macrismo.
“Es evidente que la gran burguesía argentina fue incapaz de defender sus intereses y se puso al cuello la misma soga que le colocó al resto del país. Aquí sólo ganan los oligarcas, las cuevas y cavernas de las altas finanzas y, parcialmente, el grupo Magnetto”, sintetiza Gorojovsky.
Parece mentira, pero esa alta burguesía aún no aprendió a entender cómo resuelve sus pagos el diablo, y ahora deambula, acosada judicialmente, con la rentabilidad por el piso, al igual que sus acciones en Wall Street. Así es como paga Satán, y uno de los ángeles caídos es Mauricio, quien podrá celebrar si pasados los fastos del G20 puede seguir atándose los cordones de sus zapatos en Olivos.
En otro magistral párrafo del artículo mencionado, Gorojovsky describe el clima de vértigo y angustia que se percibe en las tiendas del empresariado industrial, mientras recuerda que Paolo Rocca es el hijo del ex ministro de industrias de Benito Mussolini: “…el plan de imponerle al país la locura libremercadista se acompaña con la renuncia de hecho a cualquier forma de independencia económica. Hasta el Sr. (Héctor) Méndez, ese portavoz de lo peor del neoliberalismo que tanto hizo desde la UIA para que llegue Macri al poder, se queja de las consecuencias de sus actos. El inconcebible (Cristiano) Rattazzi, el mentecato que los italianos se sacaron de encima poniéndolo a dirigir la Fiat en Argentina, le hace coro. El rentista inmobiliario (Eduardo) Costantini se queja de que con la caída del peso sus activos ya no lo incorporan al selecto mundo de los multimillonarios”.
Diferente es el caso de Guillermo Moretti. Si bien es otro dirigente industrial que se quejó –con más énfasis aún–, sus diatribas tienen otro sentido que los lamentos del grupo antes citado. Y a pesar de que es vicepresidente de la UIA, proviene de la vieja Confederación General de la Industria (CGI) y su mirada es la de un industrial nacional, al punto que se despachó sin medias tintas: “Si la sociedad quiere suicidarse, seguirá con este gobierno”.
En el asalto final que imaginan la embajada y sus socios locales, no se percibe límite alguno, y en la medida que no encuentre resistencia, ese bloque de poder seguirá instruyendo a Bonadio para que les baje el precio a los grandes grupos económicos de la Argentina.
“El macrismo no ataca solamente a los trabajadores y sus organizadores. También ataca a las pequeñas y medianas empresas argentinas”, subraya Gorojovsky, quien otro tramo de su artículo ataca con dos párrafos contundentes:
“O embajada yanqui o frente de salvación nacional. No hay otra alternativa. Y si la alta burguesía pretende sobrevivir, mejor será que agache su cabeza ante quienes podemos salvarla, y abandone todas sus pretensiones de imponer sus trasnochadas ideas al conjunto de la Nación. Nada hay en la Nación superior a la Nación misma», dijo el presidente (Nicolás) Avellaneda. Y por cierto esto se aplica muy en particular a estos cipayos enriquecidos y desagradecidos que se creyeron por encima de nosotros.
Macri y sus jueces demuestran que no era así.