Yo no sé, no. Pedro se acordaba cuando el equipo de los pibes empezó a participar en torneos donde en los partidos había un referí. Era algo nuevo jugar con una autoridad, porque hasta ese momento se jugaba respetando cierto reglamento no escrito, sin «soplapitos», y con dos o tres cositas innegociable como no pegar de atrás, no al planchaso. Y a los buenos, de la cintura para arriba, para cuidar las piernas. Esto último se extendió también a los troncos.

A medida que íbamos creciendo, nuestra rebeldía, comenzaba a convivir con ciertas normas, protocolos, reglamentaciones, que siempre estábamos tentados a romper. En un partido desafío que lo jugamos sin árbitro, allanándonos a lo más elemental, uno de los nuestros le fue de atrás a uno que se le escapaba, y casi lo rompe. Se armó una bataola que parecía sin fin.

Con el tiempo fuimos más inteligentes en nuestra rebeldía, militando o participando en proyectos colectivos como centros de estudiantes, sindicatos, agrupaciones políticas, con suerte diversa en romper los protocolos, reglamentos. Por eso, me dice Pedro, en estos momentos fuleros, donde se quiere reglamentar la injusticia y desigualdad con medidas del FMI, yo tengo esperanzas, porque el otro día en el Concejo Municipal, sin ir más lejos, rompimos el protocolo los coyotes cuando le daban una distinción (muy merecida) a Miguel Franchi y a Germinal, haciendo sentir nuestra presencia entre los concejales y los sanguchitos.

En algún momento volveremos con una agenda que incluya el tema seguridad, desigualdad, exclusión, y será con nosotros adentro de las instituciones y organismos del Estado con reglamentos y/o protocolos esencialmente democráticos. Esto me lo dice Pedro, caminando por calle Córdoba, cerquita del Concejo, y haciéndome recordar otros coyotes como Tito, el Pato, Kurt, el propio Edu Tonioli –que en algún lugar del cuore sigue siendo un coyote– y quien le escribe, quienes por unos instantes nos sentimos con poder estando codo a codo con algunos ediles y muy cerca de la mesa de los sanguches.

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