La serenidad de este diciembre contrasta con varias previsiones. Sin embargo, hay un aspecto de la ecuación bastante comprensible: los logros de tantos paros, movilizaciones y demandas del pueblo argentino han derivado en una contención social relativa en medio del desplome económico nacional.

Paradoja de paradojas, el acumulado en la Década Ganada y el caudal organizativo social opositor facilitan un presente que, si bien no es festivo, resulta desequilibrado con los indicadores reales de la vida productiva nacional. Los sindicatos y las organizaciones sociales, a fuerza de golpear, exigir y negociar, pudieron atenuar la tragedia en la base y sostener zonas intermedias.

Esas paritarias que quebraron el techo propuesto por el oficialismo dan cuenta de lo afirmado. Otras, alcanzaron cifras que, pese a estar debajo de la inflación, impidieron la escenografía de la desesperación. El profundo arraigo de entidades MTD reconvertidas, permitieron que miles de pobres, apenas, evitaran el ahogo.

Se podrán decir muchas cosas. De hecho, se han dicho: se ha imputado a los dirigentes de esos espacios, precisamente, por obtener beneficios para sus representados. Como si esa no fuera su obligación. Se ha reiterado la infantil presunción de alcanzar reivindicaciones sin reunirse con delegados estatales y empresariales.

Esas expresiones surgieron de franjas medias de lábil vínculo con las organizaciones gremiales y sociales. A solas, meta redes, descalificaron grandes peleas que originaron escuetas victorias parciales. Pero sin esas pequeñas banderas alzadas todo el programa oligárquico estaría impactando sin filtro sobre la población.

Qué difícil momento. Cuánta reflexión política amerita. Es preciso admitir que la mayor parte de las referencias de esos sectores en lucha han planteado con energía que el problema es el modelo macrista y no sus parcelas, mientras bregan por no retroceder en cada región laboral. Todos sabemos que lo mejor es que este gobierno se vaya cuanto antes. No sabemos cómo.

Las respuestas sencillas, del tipo poner huevos e insurreccionarnos suelen ser lanzadas al aire por quienes no protagonizaron los grandes movimientos callejeros que nuclearon entre 350 mil y 800 mil personas en distintas instancias opositoras. Como no participaron, los menoscabaron, y aún andan por ahí diciendo “nadie hace nada”. Ese es el camino del desánimo.

Hay un elemento que merece ser indicado. Aunque no resuelve todo (¿qué es lo que resuelve todo?) implica una asunción de responsabilidades: por mucha acción social que se despliegue, sin direccionamiento político es difícil concretar. La política nacional popular, amplia y firme, necesita convertirse en una flecha de acero que aproveche el impulso de base para atravesar el corazón oligárquico.

Podemos dar muchas vueltas y acusarnos unos a otros. Pero sin ese factor, será complicado que las intensas batallas de los trabajadores alcancen un éxito trascendente. Sin descubrir pólvoras, efectuamos estas consideraciones a la luz de decepciones que, aún justificadas, poseen contenidos erróneos.

No tenemos todo lo que queremos, pero estaría bueno empezar a amar lo que sí poseemos.

* Director La Señal Medios / Sindical Federal / Área Periodística Radio Gráfica.

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