Yo no sé, no. Pedro me comentaba su deseo, ya que el día estaba fresco, de tomar una buena taza de chocolate. Ahí nomás empezó a recordar aquellos cumpleaños con chocolatada casi obligatoria, aún en pleno verano. Hubo un cumple –prosigue– en el que conoció a una piba que era nueva en el barrio y a él le impactó de arranque. Sus ojos color chocolate.
La vecina en cuestión vino con el hermano, un flaco que tenía por costumbre, ante cualquier comentario, decir “chocolate por la noticia”. Ante una noticia que uno comentó, una vez le preguntamos si en verdad ya sabía. “Y sí, es que lo presiento», respondió.
No sé si nos chamuyaba, lo cierto es que algunos le preguntamos sobre algunas cuestiones, resultados de fútbol, el pronóstico del tiempo. Días antes de un partido contra los del Mercado de barrio San Francisquito –con quienes la relación no venía buena porque un mes atrás, en una final contra ellos, terminamos a las piñas–, le preguntamos a Chocolate, como lo habíamos apodado, si le podíamos ganar. A lo que respondió: “Hay que sacarlos de su cancha y llevarlos a una neutral. Y otra es que juegue yo, porque les presiento las jugadas”. Todos aceptaron, particularmente yo que estaba interesado en la hermana, dice Pedro. El resultado fue que ganamos ese partido y Chocolate la rompió, anticipándose a todas las jugadas.
Pasaron unos años cuando una noche cerca del Superior, tomando un submarino o un remo con las pibas, algunas militantes de la UES –y alguna troska no gorila–, Pedro se acordaba de Chocolate: “Qué bueno sería que sepamos de antemano lo que va a pasar mañana, o dentro de un rato, ya que es una semana de exámenes parciales y hoy con Física la tengo fulera”.
Esa noche terminó luego de varias discusiones. Faltaba una semana para las elecciones del Centro de Estudiantes y, además del “meloneo” constante, siempre había que repasar los movimientos tácticos. Cuando Stella y Gloria se fueron porque se les iba el bondi que las llevaba para la zona norte, Pedro, que se quedó mirando los ojos color chocolate de aquella troska que se estaba peronizando, pensó que la suerte no estaba echada, y que lo que pase dentro de un rato o mañana, no lo sabemos. Eso sí, si hacemos las cosas bien capaz que nos salgan las cosas como deseamos.
Y mientras escuchamos que en Derecho los pibes ganaron, y miramos unos huevos de chocolates con la cara del General y de Evita, Pedro me dice: “Sería un buen augurio si volvemos a aquellas chocolatadas calentitas para todos”. Y yo sé que está pensando en aquellas noches de remos compartidos y en aquellos ojos.