Un informe periodístico del ex teniente del Ejército español Luis Gonzalo Segura publicado por la cadena rusa RT da cuenta de las armas estadounidenses vendidas a Francia que acabaron en poder de los rebeldes libios.

Mientras la ONU respalda al Gobierno de Acuerdo Nacional libio (GAN) dirigido por Fayez al-Sarraj, Estados Unidos y sus aliados conspiran para derrocarlo apoyando y suministrando armas al general Hafter. Todo ello a las puertas de Europa, en el cuarto trastero de los medios de comunicación occidentales, exactamente en el lugar en el que nunca pasa nada salvo que interese que pase. Y eso que se ha convertido en un estado fallido desde que a Occidente le dio por jugar a los dados en el Magreb en 2011.

Es un caso idéntico a Venezuela, pero justamente al revés. Maduro es un dictador, el general Hafter es un luchador de la libertad y la democracia. Como Guaidó y Leopoldo López. Como lo fueron los talibanes cuando la guerra la libraban contra los soviéticos. Y como casi lo fue el Estado Islámico cuando el negocio se trataba de derrocar Siria. Cosas de Occidente. Esas extravagancias que no queda más remedio que asumir porque criticarlas es de rojos, comunistas, radicales o bots rusos.

Cuatro misiles antitanque norteamericanos comprados por franceses en poder de los rebeldes libios del general Hafter

Pero, a veces, la situación se vuelve tan evidente que resulta imposible no sentir vergüenza ajena del trato mediático de Occidente al respecto. Esto ha sucedido cuando cuatro misiles antitanque estadounidenses modelo Javelin valorados en 170.000 euros y vendidos a Francia terminaron en poder de combatientes rebeldes libios leales al general Jalifa Hafter. Los misiles fueron encontrados en un campamento rebelde en Gheryan, al sur de Trípoli. Todo un escándalo revelado por The New York Times que pasará sin pena ni gloria en Occidente, pues las portadas de los diarios y los minutos más importantes de los telediarios están reservados a la satanización de Venezuela, Irán, Cuba, Corea, Rusia, China o la estupidez de turno. Para Occidente este mayúsculo escándalo es un asunto menor.

Sin embargo, se trata de un caso insólito dado que lo normal es que los países que incumplen la obligación de ser destinatarios finales de las armas vendidas no suelen ser occidentales, sino aliados periféricos, como Qatar, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí. No es en absoluto habitual que armas vendidas por Estados Unidos a un país como Francia terminen en manos de terceros, algo que supone un paso más allá de lo cotidiano, pues los países occidentales suelen participar de operaciones tanto en el Magreb como Oriente Próximo, Latinoamérica u otras partes del mundo para derrocar gobiernos o para crear estados fallidos, pero por norma general suelen ser muy cuidadosos en no verse involucrados directamente. El protocolo occidental, muy cínicamente respetuoso con los Derechos Humanos, dicta que deben ser otros los que se manchen las manos de sangre.

Por ello, cuando este tipo de países quieren vender armas a un país en conflicto, por ejemplo Estados Unidos para derrocar el actual gobierno libio respaldado por la ONU, utilizan a un país intermediario, de tal manera que después les resulta muy sencillo justificarse públicamente alegando que cumplen con los tratados internacionales y que venden armas a países que no se encuentran en conflicto y que estos son destinatarios finales. Con esta estratagema, por ejemplo, llegaron toneladas de armas al Estado Islámico mientras interesó su existencia para derrocar Siria.

Soldado libio supervisa uno de los misiles antitanque estadounidenses hallado en Tripoli, Libia, 29 de junio de 2019. Foto: Ismail Zitouny | Reuters

También es cierto que resulta muy complejo comprobar fehacientemente el origen del vendedor, pues en la mayoría de los casos las transferencias de material militar suelen estar protegidas por distintos grados de confidencialidad —muy variables en función de los distintos países— y, por si fuera poco, un mismo armamento puede ser vendido a varios países y revendido en distintas ocasiones, lo que en la practica complica enormemente el seguimiento de material bélico. Esta es una de las causas por las que inicialmente todas las sospechas sobre los misiles antitanque apuntaron hacia Emiratos Árabes Unidos.

Una forma muy sencilla de enmascarar la venta de armamento a países o facciones en conflicto es vender el mismo armamento a terceros países. Por ejemplo, si Francia ha vendido estos misiles antitanque modelo Javelin a cinco países, salvo que se goce de información o fuentes al respecto no será sencillo establecer cuál de los países es el verdadero vendedor. De hecho, el tejido periodístico a nivel mundial para comprobar el origen de un material bélico encontrado en una zona en conflicto es casi inexistente, por lo que son pocas las ocasiones en las que este tipo de prácticas salen a la luz. En esta ocasión, por ejemplo, sin la información de The New York Times seguiríamos pensando que las armas fueron transferidas desde Emiratos Árabes Unidos.

Explicaciones poco creíbles de Francia

No ayuda en ningún caso que Francia no haya sabido justificar cómo ha sido posible que armas suyas hayan terminado en un país en conflicto como Libia, pues tan solo ha negado que fueran transferidas al general Hafter y han alegado que estas armas se encontraban en mal estado y fueron almacenadas en espera de su destrucción. Además, han precisado que se trataba de armas destinadas a la protección de las tropas francesas en Libia en una operación de inteligencia de lucha contra el terrorismo. Explicaciones insuficientes y poco creíbles.

Hay que recordar que existen protocolos muy estrictos en los países occidentales para la venta de armas y, también, para la eliminación de armamento en mal estado. De hecho, se antoja cuanto menos surrealista que armamento en mal estado fuera almacenado en Libia, un país en conflicto, cuando lo más correcto hubiera sido transferirlo a Francia.

Por tanto, solo quedan tres opciones posibles a la aparición de material militar de la importancia de misiles antitanque en poder de rebeldes libios: 

  • Fue suministrado por Francia por medio de sus servicios secretos participando de una operación encubierta
  • Militares franceses corruptos vendieron las armas a los rebeldes libios;
  • O bien fueron robados en los almacenes franceses sin que nadie se percatara de ello.

Resulta evidente que cualquiera de las tres opciones sitúa a Francia en una posición cuanto menos incómoda, aunque lo cierto es que la posibilidad más verosímil de las comentadas radica en que el país galo esté orquestando una operación encubierta en Libia. Incluso si se ha producido un rocambolesco robo en los almacenes franceses o un tráfico de armas entre militares galos, ello tampoco haría descartar que los servicios de inteligencia estuvieran detrás.

Convendría recordar que de ser este extremo cierto, que Francia está vendiendo o suministrando armas a los rebeldes libios, ello violaría los compromisos de venta con Estados Unidos y el embargo de armas que la ONU ha decretado sobre el país. 

Libia, el trastero europeo

Libia se encuentra en un conflicto armado derivado de la sublevación del general Hafter, que bajo la  protección de Estados Unidos pretende derrocar el gobierno apoyado por la ONU. Apoyo que se mantiene aun cuando hace solo una semana las tropas del general bombardearon un centro de migrantes causando la muerte a 40 personas, con al menos seis niños, e hiriendo a más de un centenar. Además, según la OCHA (Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios), existen informaciones que apuntan a que algunos refugiados y migrantes que sobrevivieron al primer impacto fueron disparados cuando intentaban salvar la vida.

¿Imaginan lo que hubiera ocurrido si el responsable de una matanza semejante en lugar de ser el Pinochet de turno hubiera sido Maduro?

(*) Luis Gonzalo Segura es ex teniente del Ejército de Tierra de España.

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