El Museo de Zaragoza, España, alberga la obra que entre 1780 y 1785 pintó con óleo sobre lienzo Francisco de Goya, llamada “La letra con sangre entra” o “Escena de escuela”, en la que un maestro golpea las nalgas desnudas de un alumno como efectivo método pedagógico, que antes ya aplicó a otros. Si bien el objetivo del artista fue denunciar el carácter represivo del sistema educativo que padeció, doscientos años después la frase derivó en refrán en el sentido opuesto al original. En estos días el gobierno dio a conocer su reversión de esa obra, apresurada y marketinera, al anunciar sin saber muy bien cómo va a funcionar la puesta en marcha de un Servicio Cívico Voluntario en Valores destinado a adolescentes de entre 16 y 20 años que no estudian ni trabajan, con el propósito de que dotarlos de “sentido de responsabilidad” y hacerles conocer la “disciplina” de los cuarteles de Gendarmería. Uno de los predios donde se desarrollará fue un campo de concentración durante la última dictadura cívico-militar.

Las voces que se alzaron en oposición al experimento creado a través de un resolución por los ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, y de Educación, Alejandro Finocchiaro, señalaron lo obvio: se trata de un intento de distracción en medio de la campaña presidencial con el objetivo de discutir cualquier otra cosa diferente a la declinante marcha de la economía y el desmejoramiento de las condiciones sociales de una notable porción de la población.

El modo apresurado, las dificultades de los ministros por brindar detalles del Servicio, el minúsculo universo que abarcaría -1.200 jóvenes sobre más de un millón que según el propio gobierno no estudia ni trabaja-, dan cuenta del propósito electoral de la medida.

En la provincia de Santa Fe, por ejemplo, ningún adolescente estadísticamente “ni ni” podrá ser “rescatado” este año de su ignominiosa condición, puesto que los seis predios de Gendarmería Nacional destinados este año al Servicio Cívico Voluntario en Valores están ubicados en Buenos Aires (4), Río Negro y Santiago del Estero.

La existencia de programas oficiales para la reinserción educativa y la capacitación laboral de las juventudes, que entrarían en colisión o competencia con el SCVV, es otra muestra del globo de ensayo.

Tagarnas marcados

De todos modos, la elección del tema y la población potencialmente incluida como su destinataria no es azarosa. La misa reúne tópicos que lucen, a los ojos de los votantes y seguidores de Cambiemos –hoy Juntos por el Cambio-, como un plato de lentejas humeante ante la mirada de un sin techo en plena ola polar.

Jóvenes, varones y de barrios populares. Un plato exquisito. Portadores de todos los males –previamente asignados- que sufre la comunidad. También están los representantes de los trabajadores, claro, los “sindicalistas” que como Hugo Moyano y Sergio Palazzo obstaculizan la liberación de las fuerzas productivas de la Nación con escollos como las paritarias y los convenios colectivos. Pero son adultos, están etariamente excluidos de la posibilidad de acceder al Servicio Cívico para “adquirir nuevas destrezas y habilidades”, como propone la resolución ministerial.  

Para ellos –los jóvenes aún a tiempo de ser enderezados-, el Servicio Cívico Voluntario en Valores les ofrecerá “capacitación en valores democráticos y republicanos, fomento del compromiso personal y para con la comunidad, hábitos responsables, estímulo a la finalización del ciclo educativo obligatorio y la promoción del desarrollo de habilidades para el trabajo, culturales, de oficios y deportes”.

No serán docentes ni profes de educación física quienes alcancen esas herramientas a quienes voluntariamente se inscriban, porque “El SERVICIO CÍVICO VOLUNTARIO EN VALORES será implementado por GENDARMERÍA NACIONAL”, así en mayúsculas en la Resolución 598/19.

De acuerdo al Anexo I de la norma administrativa, el SCVV procura “ofrecer talleres que permitan adquirir nuevas destrezas y habilidades” así como “fomentar la inclusión, educación, superación y liderazgo en búsqueda de la cohesión social”.

También busca “brindar herramientas que permitan la futura elección profesional; generar el sentido de responsabilidad entre los voluntarios en relación con sus deberes cívicos” y “fomentar el desarrollo de distintas capacidades que los fortalecerán para la autonomía y madurez integral”.

Es decir, lo mismo que la escuela, cuyos niveles primario y secundario son obligatorios. Es cierto que, como señala el ex ministro de Educación Alberto Sileoni en la nota de la página siguiente, el gobierno de Mauricio Macri desfinanció en casi un punto del PBI el sistema educativo, a la vez que redujo el PBI. Qué mejor que un gendarme para levantarse de esos tropiezos.

La selección del adversario a encuartelar, como se dijo, tiene objetivos políticos-electorales. Constituye el mismo segmento que, mientras existió, realizaba el Servicio Militar Obligatorio –la colimba-, cuyo carácter forzoso era inversamente proporcional a los ahorros familiares y la cercanía con algún “oficial” de las Fuerzas Armadas.  

No es novedosa la idea del joven como alguien peligroso. Pero, en este contexto, su peligrosidad no está ligada a objetivos políticos revolucionarios sino al miedo que producen como “otros” que no adhieren a los valores sociales imperantes. Encima que no producen, casi ni consumen. ¡Al cuartel tagarna!

Foto: Andres Macera.

Prestigio y disciplina

“Gendarmería hoy es la institución más valorada en nuestro país, la número uno, mucho más valorada que cualquier otra, más que la educación pública, que la iglesia, ni que hablar de la política”, afirmó Bullrich –que desde décadas se desenvuelve en la tercera de las actividades por ella enumeradas- en diálogo con Radio Metro.

La titular de Seguridad comparó a los institutos formativos de las fuerzas de seguridad con el sistema educativo formal. “Así como cualquier fuerza de seguridad, Gendarmería tiene escuelas, universidades, capacidad de dar talleres, tiene un despliegue educativo importante”.

No sólo eso, también “da una contención y una idea de responsabilidad y disciplina que nos parece importante para esta etapa”, sostuvo la ex ministra de Trabajo del recientemente fallecido Fernando De la Rúa.

Agregó que “el objetivo de este programa es darles una salida, un camino hacia la libertad y su orientación vocacional”. Suena lógico: primero el encierro en el cuartel –voluntario, como se dijo- y luego la “salida” hacia “la libertad” extramuros. Sobre la “orientación vocacional” que pueda despertar la Gendarmería no brindó precisiones la ministra.

La secretaria de Investigación y Desarrollo de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, Cecilia Cross, dijo al diario Página/12 que “las personas adquieren las competencias para desempeñarse en el trabajo, incluido lo que Bullrich llama «disciplina», en la escuela y justamente en los ámbitos de trabajo”.

Para Cross, “el propio gobierno desconoce la responsabilidad de impartir educación pública durante 14 años de escolaridad obligatoria, y también desconoce la heterogeneidad de alternativas laborales que deben abrirse para la población que quiere trabajar: las únicas variantes no son la fábrica fordista o el cuartel militarizado de una fuerza de seguridad”.

La investigadora sostuvo que “responsabilidad es asumir las consecuencias de los propios actos. Se obedece a la norma porque se cree en la legitimidad de esa norma y no por una disciplina basada en el miedo a las consecuencias de la indisciplina”. Explicáselo a un primer alférez.

Por último, hay que remarcar que, tal vez, el principal y no declarado objetivo del SCVV sea de orden logístico: acercarle a Gendarmería a sus cuarteles a ese sector de la población que sustenta su misión en esta etapa.

Campo de Mayo

Uno de los seis predios dispuestos por el Ministerio de Seguridad para dar inicio el Servicio Cívico Voluntario es el del Comando de Región I “Campo de Mayo”. En ese lugar del partido de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires, funcionó entre 1976 y 1983 uno de los mayores centros clandestinos de detención de la última dictadura cívico-militar. Se estima que por “El Campito”, como llamó el Ejército al campo de concentración, pasaron unos cinco mil detenidos-desaparecidos, de los cuales sólo hubo 43 sobrevivientes.

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