El arqueólogo Carlos Aschero habla del pasado como si fuese la agenda del día anterior. Algo de eso hay, porque en los últimos meses fueron y vinieron diligencias de la investigación que realiza en Catamarca y que podría cambiar las teorías sobre los primeros habitantes de América. Llegó a la ciudad para las Primeras Jornadas de Práctica Arqueológica en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), donde fascinó con el arte rupestre, y dijo que hay una “particular falta de sensibilidad política hacia la ciencia argentina” y criticó: “Costó añares poder levantar y formar una persona para que, de golpe, encuentre las puertas cerradas para trabajar”.

Si bien prefiere no cruzar aún el Rubicón, Aschero no deja de advertir la trascendencia del hallazgo que realizó en Antofagasta de la Sierra, al noroeste de Catamarca, en un sitio desértico, frío y seco, a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Cuando ante sus ojos y el de su equipo aparecieron dos mechones de pelo, el reloj de presencia humana en el lugar comenzó a correr otra vez, y según los primeros resultados, hasta 40 mil años atrás.

El dato conmociona porque implica el poblamiento más antiguo de Argentina y tal vez de América. Una fecha similar surge en Pedra Furada, Brasil, pero con una datación que aún no logró consenso de la comunidad científica. ¿Cuál es la fecha que se acepta como más antigua? Unos 15 mil años. De modo que, de confirmarse el hallazgo de Aschero, los primeros pobladores habrían dormido bajo el cielo límpido de la Puna unos 25 mil años antes.

El hiato lleva el tiempo del poblamiento a una profundidad hasta ahora insospechada. ¿Quiénes eran? ¿De dónde llegaron? No debe haber reflexión existencial o histórica que alguna vez no incluyó esos interrogantes. Aschero dedica su vida profesional a las respuestas. Egresado de Bellas Artes, arqueólogo, profesor e investigador principal del Conicet, vive e investiga desde Tucumán, aunque nació en Buenos Aires.

Tiene más de 60 publicaciones que también se leen en el exterior. “Especialista en problemas relativos a aspectos tecnológicos y simbólicos de asentamientos cazadores y recolectores del área andina y de los cazadores patagónicos y en la problemática tecnológica y contextual del arte rupestre”, se lee en los fundamentos del premio Konex que recibió. Dirigió equipos de trabajo en el río Pinturas y zona cordillerana al noroeste de Santa Cruz, en la cuenca superior del río Chubut, en la Puna de Jujuy (quebrada de Inca Cueva) y en Catamarca, en la zona conocida como Cacao, donde hizo el hallazgo que podría cambiar los manuales sobre poblamiento americano.

Cacao del asombro

En una de las cuevas de Cacao, con arte rupestre y evidencia de asentamientos de unos 10 mil años antes del presente, Aschero y su equipo hicieron un hallazgo que puede pasar a la historia. Encontraron sedimentos vegetales de una capa compacta de fecas de fauna extinta, huesos de dicha fauna (milodon, megaterio y caballo fósil), dos mechones de pelo humano, y en febrero pasado lo que fue un fogón. Las nueve dataciones realizadas hasta el momento ubicaron esos restos en 40 mil años antes del presente. Pero la magnitud del caso es tal, que aguardan los resultados de los análisis radiocarbónicos por espectrometría de masas con aceleradores (AMS); método de mayor precisión e indicado para muestras pequeñas.

Estamos esperando los resultados que, de confirmarse, llevaría a una profundidad muy grande el poblamiento inicial de América”, enfatiza. Y dice que lo que quiere “es llegar a una conclusión, estar seguro, y a partir de allí ver cómo sigue la investigación, que podría sumar en un proyecto conjunto a investigadores franceses para «seguir buscando»”.

 

Las Cuevas de las Manos

El pasado está adelante y el futuro atrás”, dice Aschero, citando a los aymaras, al explicar su objeto de estudio: poner voces al pasado para que cuente su historia a través de los vestigios materiales que la gente dejó en su hacer. Y esto lo realiza a través de sus dos especialidades fuertes: los estudios de artefactos de piedra tallada y el arte rupestre, al que define como “la expresión más fuerte de la ideología de un pueblo, como detrás de cualquier obra de arte actual”.

Según Aschero, en el país “hay muchísimo arte rupestre y con grandes diferencias, como los realizados hace nueve mil años por cazadores de la Patagonia y la Puna. En el primer caso son figurativos con escenas de cazas de guanacos y personas que los siguen, con algunos símbolos geométricos muy simples, mientras que en el segundo son pinturas absolutamente abstractas.

¿Con qué pintaban hace 9 mil años? En ambos casos con pigmentos minerales, básicamente óxido de hierro, y hasta conocían la alteración térmica de los pigmentos. A partir de un ocre y calor, podían obtener distintos tipos de rojos, violetas y casi negros. Además, deshidrataban el yeso y lo usaban como mordiente. En la Puna, hasta lo aplicaban sobre la pared para pintar, a modo de un fresco.

Se suele pensar que eran toscos. Nada más lejos, tenían un manejo y conocimiento impresionante de los recursos vegetales y de la caza. Una empiria lograda eligiendo opciones, pesquisa ancestral de ensayo y error que sumaba postas en la información sobre el entorno. A modo de ejemplo, Aschero relata que utilizaban el hueso con médula para lograr un tipo de fuego. Un fuego incandescente en la noche de los tiempos.

Acierta el arqueólogo cuando dice que el pasado interpela desde lo maravilloso, Como la Cueva de las Manos, en la zona del río Pinturas, utilizada durante miles de años. “Nunca taparon las pinturas que encontraban, convirtiendo al lugar en archivos de la memoria social. Los negativos de manos estampadas en la cueva tienen que ver con la identidad, con ser parte de un grupo, un territorio y un linaje”, comenta.

 

Pasión

“Está tan mal la situación económica de la financiación de la ciencia, tan complicada la posibilidad de los jóvenes de acceder a la carrera de investigador, o a becas, que para sostener esta profesión hay que poner una pasión capaz de sortear las arbitrariedades que estamos pasando”, fustigó el arqueólogo Carlos Aschero.

 

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