Faltaban pocos minutos para que comenzara la marcha de velas que había convocado la familia de Tiziana, cuando ya se anticipaba que sería multitudinaria, de familiares, vecinos, pero sobre todo, muchas chicas, muchos chicos, compañeras de la adolescente asesinada el domingo pasado por la mañana. “Estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado”, repite su padre desde entonces. Tiziana había ido a festejar el Día del Amigo, cuando una balacera la alcanzó en la esquina de Arijón y Balcarce. Las amigas que estaban con ella resultaron heridas. En el hecho también murió un hombre de 35 años, que nada tenía que ver con el grupo de chicas.
“Nuestros corazones no estaban listos para verte partir”, sobresale el escrito con letras negras en una cartulina amarilla. La mayoría de esos mensajes habla de la sonrisa inconfundible de la adolescente, quien cursaba el 2° año del secundario en la Escuela N°435 Luis María Drago, de la zona sur de la ciudad. Eso cuenta Melina, una compañera de año que habla de Tiziana con infinita tristeza: “Era muy especial, muy dulce, siempre andaba con una sonrisa que nos alegraba a todos. La verdad es que todos los compañeros, todos los del curso y toda la escuela, todos, estamos sin palabras”. Melina sabe que lo absurdo de esa muerte le podría “haber tocado a cualquiera”, y por eso dice una y otra vez “lo difícil que es pensar, tratar de entender” lo que pasó.
Alfredo también es estudiante de la Drago, compañero de Tiziana. “Siempre la veía con una sonrisa de oreja a oreja, era imprescindible en el salón. Cuando te veía mal se acercaba para preguntarte ‘cómo estás’, ‘qué pasó’. Y se preocupaba por todos, y aunque yo no tenía una charla muy fluida con ella, siempre estaba muy presente”.
La conversación se da en la esquina de Laprida y Batlle y Ordóñez –punto de partida de la marcha– donde hay otras chicas y chicos. Cuentan que en la escuela se organizaron para hacer los carteles, que pasaron por los cursos preguntando si querían decir algo, y que una de las vicedirectoras conversó con el 2° año. “Ahí nos cayó la ficha de que ella no iba a estar más con nosotros. El primero fue un día muy duro, y el segundo (por el miércoles pasado) no podíamos imaginar que estábamos haciendo esto”, y miran los afiches con la imagen de Tiziana. En el curso eligieron recordarla “como la chica de la sonrisa, que se preocupa por todos”. Lo dicen en presente.
En ese grupo está Yamila. Cuando quiere hablar, la voz se le hace un nudo. “No fui a la escuela esta semana, porque es mucho el dolor…”, lo único que alcanza a decir antes de volver a refugiarse en el llanto.
“No se puede estar al margen”
Eliana Camacho es profesora de taller de economía y administración, enseña en el 2° año de Tiziana. Mientras sostiene uno de los carteles habla de la conmoción que generó la noticia en la escuela, y que no dudó en sumarse a la marcha apenas se enteró. “Y verlos a ellos me conmovió más, estamos todos muy sensibles. No se puede permanecer al margen. Nos toca muy de cerca”, valora sobre los límites de un vínculo, que va más allá del de profesora-alumnos, donde toca de lleno el afecto. “El diálogo es fundamental. Sí, mucho diálogo. Ahora hay que apoyarlos, contenerlos también en un momento tan difícil”, entiende es la tarea que tiene por delante la escuela.
Ya es de noche y la marcha no tarda en arrancar. Silenciosa. Solo cada tanto se escucha “Justicia” ó “Tiziana presente”. Así, todo el recorrido desde el Barrio de la Carne hasta San Martín y Avenida del Rosario. Silencio. Dolor. Muchas adolescentes, sobre todo mujeres. También familias, mamás con sus hijos en cochecito. Nadie menciona que es una de las noches más frías. Solo Alejandro López, el papá de Tiziana, que al final del recorrido aún tiene resto para pensar en el otro: “Hace frío, hay chicos…”. Agradece el compromiso y avisa que seguirá necesitando de todos, hasta que se esclarezca quién mató a su “princesa”, como elige llamarla a cada rato.
En la marcha la mamá y los tres hermanos de la adolescente caminan siempre al frente. Y cada una, cada uno, que acompaña la recuerda como alumna, como integrante de una comparsa, como una piba alegre, “…siempre con esa sonrisa hermosa”, como escribieron sus compañeros.
La zona sur de Rosario se dibuja más triste que nunca. De una mano de San Martín avanza la marcha y por la otra, las personas que a esa hora –ya bien pasada las siete de la tarde– vuelven a sus hogares. Miran desde los colectivos o mientras pedalean, desde algún auto tocan bocina. La gente se detiene en las puertas de los comercios. Todas son de alguna manera manifestaciones de solidaridad, de acompañamiento. Al menos, es lo que una busca encontrar en medio de tanta impotencia.
No naturalizar
Cuando la noticia de la muerte de Tiziana llegó a la escuela, sus compañeros –a través del centro de estudiantes- se plantaron claramente ante –lo que dice o no– la normativa oficial y definieron que el duelo dure toda la jornada, no para un solo turno como en principio indican los papeles.
“La nuestra es una cultura que hace el duelo”, dice la profesora Claudia Etcharry, valorando que se hayan dado toda una jornada y que en los días que siguieron se refugien en las palabras. El martes hablaron las vicedirectoras de cada turno con los estudiantes, lo mismo hicieron las profesoras en las aulas. “Se les dio el espacio para que reflexionaran, pensaran y buscaran las formas expresivas que quisieran. Entonces hicieron carteles, hay un grupo que quiere hacer un mural, todos trabajaron. Hicimos hincapié en dejar de naturalizar que cada fin de semana nos maten un pibe o una piba”, dice Claudia mientras marcha, y se para a abrazar a cada estudiante que la reconoce, que se le acerca. Claudia Etcharry enseña historia, formación ética y construcción de la ciudadanía y de las identidades en la Escuela Drago. También es la secretaria de nivel secundario de Amsafé Rosario.
Como docente y dirigente sindical analiza como clave hablar, aprender a desandar la violencia que se instala como cotidiana, como hecho “natural” en los barrios, donde claramente las chicas y los chicos son el blanco predilecto de las distintas bandas, también de la violencia institucional. Pide no revictimizar a la víctima o considerar que lo que pasa –como ocurrió con Tiziana– son “accidentes”. “No fue un accidente, fue un asesinato. Y las chicas y los chicos están en los lugares donde pueden estar”, defiende la profesora.
La muerte de la adolescente irrumpe en la vida escolar, –admite Claudia– para mostrar que no hay formación que alcance en la docencia para hacerles frente a las múltiples violencias. Una tarea que entiende se construye en el día a día, en el apoyo mutuo y también esperando un aporte de las esferas estatales que no siempre llega a tiempo. Sin protocolos claros, sin apoyo oficial, “a los ponchazos” responden para contener y seguir enseñando. Y la profesora avisa: hay un recrudecimiento de la violencia en los barrios.
La marcha de velas avanza. Multitudinaria. Codo a codo, de pibas y pibes entrelazados. Otro de los carteles vuelve a sobresalir. Es bien escolar, lo dicen las letras trazadas con una regla, en fibras de colores, rellenas de estrellitas, líneas rectas, puntitos, corazones. Tiene una foto de Tiziana con su vestido de 15, otra con la sonrisa a la que todos aluden. Lo firma “2do. 1era.” Y dice: “Tu curso te va a recordar siempre”.