El libro Mestizo, del investigador Víctor Hugo Torres, desafía a la discriminación impuesta por la Generación del 80 y sus actuales seguidores.

Dicen que la historia la escriben los que ganan. Pero está comprobado que algunos que parecían vencidos se reconstruyen y vuelven a enderezarse para seguir peleándola. Con la verdad, el rigor histórico y las voces de la tierra no escuchadas, resurgen y se hacen oír.

Entonces sucede que los relatos orales, las leyendas y hasta algún chamamé, te cantan la verdad que no aparece en los archivos oficiales, registros de iglesias, partes militares o documentos gubernamentales.

Cuando surgió la teoría que documentaba que el querido general San Martín, llevaba sangre guaraní, se destapó una encarnizada oposición a esa idea. Es que los adictos a una patria blanca y europea, los guardianes de la memoria oficial, y los Institutos de la Verdad Única, no soportaron que un guaraní se meta en el linaje sagrado.

Se niega su origen por una cuestión racial. La mejor representación del prócer debía ser blanco y europeo”, indica el investigador correntino Víctor Hugo Torres, autor del libro Mestizo. El origen americano del general José de San Martín, Fundación Yayetopa.

Sobre el título de su libro, dice Torres que “es una palabra que viene del latín tardío, que significa «mixticius» (mixto, mezclado), alguien que nace de blanco e indígena, o viceversa”. El término suele utilizarse para nombrar al individuo nacido de un hombre blanco y una mujer indígena, o de un hombre indígena y una mujer blanca. Dicen los psicólogos que los primeros años de vida son de gran trascendencia porque es entonces cuando se estructura la identidad. Y, desde la panza de su madre y por tres años, San Martín creció escuchando hablar en guaraní”, indica Torres. Ese idioma transmite más que palabras, encierra toda la espiritualidad e identidad de su pueblo.

La Patria Blanca

El derecho a la identidad, a conocer sobre nuestro origen, a saber de dónde somos, es un derecho fundamental que ha marcado profundamente a nuestro pueblo. Pero la Generación del 80 quiso imponer una Nación de espaldas al interior y mirando a Europa, distinta al resto de Latinoamérica, por lo que no visibilizó a originarios y afros.

Señala Torres que “Sarmiento, en su último libro Conflicto y armonía de las razas de América (1883), escribió que “la superioridad de la América del Norte surgía de una ventaja racial: el anglosajón estaba libre de toda mezcla con razas inferiores en energía”. Además, al llegar a la Legislatura, Sarmiento descargó todo su racismo y dijo: “Llego feliz a esta Cámara de Diputados de Buenos Aires donde no hay gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriotas” (1866). Conocer de “dónde somos”, “quiénes somos”, es determinante en la conformación de la identidad. Pero molesta cuando un grupo necesita difundir otro pasado, más acorde otro proyecto de país.

Los liberales deseaban un prócer distinto a San Martín, mestizo, justamente como quienes lo acompañaron en la pelea. Originarios, afros y el gauchaje cimarrón lo siguieron. Sin hablar la lengua guaraní, conocía de sobra esa sangre y por ello, al formar a los granaderos, pidió jinetes de esa tierra. Y tenía carisma porque era uno de ellos.

La genética

Hasta no hace mucho, una teoría consagrada indicaba que “los argentinos descendían de los barcos”. En un porcentaje era real eso. Pero antes, también llegaron en buques, aunque encadenados y en las bodegas, personas secuestradas en África para ser esclavizadas. Pero claro, a las minorías dominantes no les interesaban esos oscuros orígenes de nuestra población.

La ciencia genética moderna indica que cerca del 60 por ciento de la población argentina tiene genes indígenas. En tanto, los amerindios puros llegan al 10 por ciento de ese mapa genético confeccionado durante 12 años, por un equipo de Daniel Corach, director del Servicio Huellas Digitales Genéticas de la UBA. Esa ciencia genética indica que no hay dudas, aunque algunos quieran descender de los europeos, más del 60 por ciento venimos de los originarios. Tras el marcado mestizaje producido, el caso de San Martín podría ser uno de esos.

El relato oral y la tradición

La licenciada en Historia, María Isabel Artigas, indica en la contratapa del libro que “Torres nos propone pensar la historia desde América latina, con los personajes que según la historia oficial vinieron a construir este continente, sino con los auténticos hacedores de nuestra identidad cultural”. Otro aspecto que preocupa a Torres, es la permanencia y vigencia del más crudo y generalizado racismo y de las continuas actitudes discriminatorias por razones de género, raza, etnias, condiciones económicas, religión, lugar de nacimiento y cualquier otra excusa similar, en forma más o menos disimulada o no, encubierta o no, según las circunstancias. Ello no debe asombrarnos, ya que fue necesaria una lucha de siglos para que se reconociera –por ejemplo– que las mujeres, los indios y los negros tienen alma”, explica Artigas, y agrega: “Me basé en abundante biografía, documentos, cartas, y conclusiones propias”. Pero advierte que a veces “los documentos son menos confiables, vienen de archivos oficiales y hay que ver quién los registran. Pero lo relatos llegan desde diversas fuentes que coinciden en esa tradición oral”.

El secreto de Yapeyú

Torres ya había retomado en su anterior libro, La gloria y el olvido (2012), el conflicto por la identidad de San Martín, planteado en el trabajo de Hugo Cumbita El secreto de Yapeyú, investigación que sostiene que la madre de San Martín es Rosa Guarú –joven guaraní que trabajaba en casa de la familia San Martín en Yapeyú– y Diego de Alvear.

Ya afirmaba Torres que “San Martín guardaba todos sus papeles, pero al fallecer, su yerno se los entrega a Mitre. Entonces los utilizó según sus objetivos políticos, no tenía escrúpulos. Los cambios que realizó en los textos se notan claramente, también destruyó documentos e intentó mostrar a San Martín como un hombre ambiguo y perdido en la tiniebla, pero lo llenó de estatuas. Lo toma como un libertador que combatió en San Lorenzo, Chile y Perú, recién el revisionismo lo retomó como eje del sentimiento nacional”. 

Rosa Guarú fue madre pero la familia San Martín crió al gurí, cuyo padre sería Diego de Alvear, padre de Carlos. Ella siguió en la casa y cuidándolo, pero al cumplir tres años la familia se lo llevó a Buenos Aires y le dijeron que la mandarían a buscar, algo que nunca ocurrió.

“El trabajo de Chumbita se inicia al conocer las versiones de la familia de los Alvear y de pobladores de la región, que coincidían con que Rosa era la madre. La forma de acercarse a la verdad, está aún hoy en disputa por la posible prueba de ADN. Tras un primer rechazo a la prueba por parte de los Alvear, hoy no se oponen y hasta Chumbita es su representante”, explica Torres.

Pero son los liberales de la Asociación Sanmartiniana quienes no aceptan la prueba que revelaría el origen mestizo de general, cuyos restos están en la Catedral porteña. “Ahora queda apelar a la Corte Suprema, tras ser negada la prueba en la anterior instancia. Creo que los liberales no acceden porque ya saben que el general tiene sangre guaraní, y eso sigue molestando”, remarca Torres. 

La declaración de los derechos del hombre –sostiene– reafirma que la identidad es uno de los principales derechos humanos, y que aún luego de muerto el derecho rige, para que la identidad sea conocida por su pueblo”.

(*Nota: para acceder al libro “Mestizo”, consultar al 421-3052)

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2 Lectores

  1. Adhemar Principiano

    19/08/2019 en 19:49

    Alfredo seria mucho mas interesante en indagar la historia samartiniana del cruce de los Andres, quienes fueron sus ideologos y finan-cistas , de poner en marcha el ejercito?. Pudieron ser los Ingleses, en buscar materias primas y colocar su mercaderia, en el nuevo mundo? Podria estar atado al dominio de los masones?

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  2. jose pedro

    18/06/2023 en 9:18

    En la foto de Jose de San Martin anciano no parece captarse un mestizo sino un labriego castellano ( no pelo negro aun anciano y tampoco lacio tipo Evo Morales sino ondulado, ni ojos con algo de pliegue epicantico tipico del amerindio, ni los pomulos anchos del indigenas, ni escaso pelo facial, ya que tiene un buen bigote y tuvo amplias patillas, no usual en mestizos.

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