Desde junio, The Intercept Brasil viene revelando conversaciones privadas entre fiscales y jueces que jaquean la investigación que llevó a Lula a prisión. Su jefe de redacción disertó en Buenos Aires, y la agencia RT lo cubrió.—¿Y para qué sirve la verdad? Lula sigue preso, Bolsonaro todavía es el presidente de Brasil—, pregunta alguien en el auditorio.

El que va a responder es Andrew Fishman, jefe de redacción de The Intercept Brasil, en una charla en el evento de periodismo “Hack Hackers”, en Buenos Aires. El estadounidense es uno de los que están a cargo de la publicación conocida como “Vaza Jato”: la filtración que hizo tambalear el caso judicial que llevó a la cárcel al ex mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. “No somos neutrales, estamos enojados con lo que sucede pero no nos vamos quedar quietos: vamos a hacer algo”, dice Fishman sobre la actualidad en el país latinoamericano.

Respecto del Lava Jato, precisa: “Aunque para muchos de nosotros fueran evidentes la fallas de ese proceso judicial, antes era un debate y ahora están las pruebas”. Y además, pone un ejemplo concreto: “Sergio Moro (actual ministro de Justicia) planeaba su camino hacia la Corte Suprema y ahora eso lo veo difícil”.

Los primeros chats que dio a conocer The Intercept salieron a la luz en junio de este año. Eran el resultado de cientos de archivos con conversaciones privadas que el equipo de 14 personas del medio de comunicación, en su versión brasileña, tuvieron que chequear, ordenar y analizar. El resultado es la evidencia de que jueces y fiscales coordinaban acciones para perjudicar a Lula. 

Entre otras cosas –precisa Fishman–, las mayores revelaciones tienen que ver con demostrar la relación que existió entre jueces y fiscales, la existencia de motivaciones políticas en sus acciones, el enriquecimiento personal, y las implicaciones en la Corte Suprema y el ministerio de Relaciones exteriores. Y si bien –aclara– los mensajes que se conocieron no se podrían usar como prueba en un juicio (por el modo en que fueron obtenidos), sí pueden servir para anular una decisión porque se demuestra que las bases sobre las que se tomó eran débiles.

El camino previo

The Incercept es dirigido por Glenn Greenwald, quien publicó las revelaciones de Edward Snowden en 2013 en The Guardian. Se puede decir que tenían experiencia al momento en que dieron con el material que –supieron rápido– haría temblar la escena política brasileña. «Sabíamos que viviríamos mucha presión, riesgo de encarcelamiento. Sabíamos que a partir de entonces muchos nos verían como «enemigos» y querrían que vayamos presos, dejemos de hacerlo o que vayamos al infierno», describió Fishman. Desde ese instante, confiesa, «eres parte de la historia y tienes que admitirlo». 

Mucho antes de publicarlo, se organizaron: pusieron toda la información a resguardo en servidores de Estados Unidos y empezaron a delinear las estrategias de seguridad. Para ese momento ya se sabía por la prensa que los teléfonos del ministro Sergio Moro y del fiscal Deltan Dallagnol habían sido hackeados. La policía ya estaba buscando a quien tuviera esa información y el reloj corría a toda velocidad.

En la redacción brasileña de The Intercept crearon un grupo élite de reporteros, editores y especialistas en seguridad, en el que se ocuparon de armar un mapa de amenazas y un plan de cómo lidiar con ellas. Desde entonces supieron que no podrían hablar por teléfono, ni chatear despreocupadamente. Incluso si se reunían, dejaban todo tipo de aparato electrónico (celular, computadora) fuera de la habitación. “Brasil es un país en el que los periodistas son asesinados”, opinó para poner al nivel del contexto el relato. También recordó el asesinato de la socióloga política y activista Marielle Franco.

“Sabíamos que íbamos a ser el foco de un montón de información negativa. Nuestra mejor defensa como periodistas es la historia: esto no se trata de Lula bueno o Lula malo. Estos eran hechos explosivos que todos querían conocer”, definió. Y así avanzaron.

El segundo paso era el análisis de los cientos y cientos de archivos. Para eso utilizaron un software que permite hacer búsquedas veloces cruzando varios datos a la vez. “Al instante que empezamos a conocer el material supimos que era muy sensible”, contó ante el auditorio.

Sus filtraciones pusieron sobre la mesa las bambalinas de la operación conocida como Lava Jato, que provocó una cantidad de consecuencias impensables: el juicio político contra Dilma Rousseff, la detención de Lula cuando era el candidato con más intención de votos, la elección presidencial sin el líder del PT, el triunfo de un ultraderechista como Bolsonaro. “Esta semana fue responsable de destruir el Amazonas, antes venía siendo famoso por su sexismo y homofobia”, repasó. Sin ir más lejos, la revelación más reciente del sitio para el que trabaja Fishman es un artículo que señala a uno de los principales donantes de Donald Trump como uno de los que estaría detrás de la deforestación del Amazonas.

En síntesis: Fishman concluye que Bolsonaro es el presidente “en gran parte es por la reacción tras Lava Jato”. Aún así, todo este tiempo intentaron mostrarse como “objetivos”. Sin embargo –opina–, “se puso más difícil cuando el Juez a cargo se convirtió en Ministro de Justicia”.

Desde la primera publicación, sacaron más de 50 artículos vinculados a esta filtración. Cada una de las historias va mostrando diferentes aristas del polémico comportamiento de jueces y fiscales en esta causa. Las repercusiones fueron inmediatas: las hubo judiciales (se buscó reabrir recursos para liberar a Lula), pero también en la calle y los medios. “Nos acusaron de estar asociados al Partido de los trabajadores (PT), de haber pagado el material. Bolsonaro llegó a decir que Glenn Greenwald [reconocido periodista y cofundador del medio] debería ir a la cárcel y hasta hubo marchas”, relató Fishman. Pero también recibieron muchísimo apoyo (y suscriptores).

Hace menos de una semana, en asociación con UOL, The Intercept dio a conocer conversaciones privadas en las que se leía a fiscales burlarse de la muerte de la esposa, el hermano y el nieto de Lula.

“Esperamos varios meses para sacar esta historia”, relata Fishman. Y es que les parecía muy desagradable todo lo que decían. Pero finalmente el eco terminó siendo fuerte. Una fiscal pidió disculpas por su actitud y, de ese modo, reconoció la veracidad de los chats.

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