En estos últimos meses el fantasma del desastre nuclear corrió por el cuerpo de aquellos que, desde el sillón de sus hogares se fascinaron con la serie Chernobyl, que logró mostrar con una escenificación realista la forma en que una población, parte de un país y, por qué no, el mundo entero, se enfrentaba a una catástrofe atómica por un error de los propios seres humanos. Ese escenario se montó, sin embargo, en Estados Unidos porque como es lógico no se puede entrar en la región donde hubo un escape de energía nuclear. Una vez más la publicidad surge de los norteamericanos que clavaron el dedo en la llaga para mostrar lo que sus oponentes en el marco de la Guerra Fría, la Unión Soviética, estaban haciendo mal. La pregunta es si también tendremos el conocimiento de aquello que pasó en Japón, en Fukushima aquel 11 de abril de 2011. Roberto Peccia, a partir de su libro De ciudades y sus plantas nucleares. En contexto, Chernobyl y Fukushima, se hace la misma pregunta, y para ello analiza la manera en que los 37 países del mundo que manejan la tecnología de la energía atómica dan a conocer el estado de sus plantas nucleares y los accidentes que no tuvieron el conocimiento de la opinión pública. En ese marco, el arquitecto y estudioso de problemáticas como el agua y la energía atómica, expresó sus opiniones. 

 —¿En qué situación está la información sobre el uso y los posibles riesgos de las plantas nucleares en el presente? 

—El marco informativo de la industria nuclear está establecido por dos ideas-fuerzas que son la (des) información y las posiciones extremas entre impulsores y detractores. Implementado por décadas, tal impasse, nos ha impedido avanzar. El simplismo de la información y la ausencia de explicaciones sobre cuestiones externas, vínculos asociados y contextos de consecuencias ante potenciales accidentes agregan dramatismo a este marco de desinformación. Todo está guionado desde y alrededor de los reactores. Ello sólo nos ha conducido a un callejón sin salida donde no tenemos noción del peligro de la energía atómica. Por eso deberíamos impulsar otro enfoque que sea más integral ante la formidable y potencial letalidad de esta industria. 

Los riesgos radioactivos, potenciales o no, no sólo son posibles sino que sobrevuelan de manera permanente en 37 países y sus hinterland con más de 400 plantas nucleares activas de potencia que son utilizadas para la producción de energía eléctrica en el mundo. 

La máxima autoridad mundial de ésta industria, el director general de la Organización Internacional de Energía Atómica (AIEA) Yakiya Amano afirmó que esta industria jamás será ciento por ciento segura. 

 —¿Cómo está la situación en Fukushima? 

—El accidente de Fukushima del 2011 ocurrió en el décimo país más urbanizado del mundo, y es cercano al área metropolitana de Tokio que tiene 18,7 millones de habitantes. El desastre de produjo como consecuencia de un violento terremoto y posterior tsunami con oleajes entre 10 y 12 metros de altura, precipitó un muro construido sobre el océano Pacífico de 7,50 metros. En 2007 se había convenido construirlo más alto entre la empresa privada Tokio Electric Power Company (Tepco) y la reguladora nipona NISA porque esa planta había tenido un terremoto que había interrumpido el servicio de energía eléctrica interna y externa de la planta que tienen como función darle energía a los bombeadores que refrigeran con agua el reactor. Eso significaba que la planta se podía recalentar y originar una explosión de consecuencias inimaginables. Las empresas privadas lo sabían y habían postergado la construcción del muro. Según Carlo Rubbia, premiado en Física, el interés de las empresas era hacer todo lo más barato posible y luego con publicidad y lobby hacer creer que está todo bien.  

En 2014 no se supo más de Fukushima, un silencio de radio, una verdadera incógnita. Calificada con el nivel siete, el más grave de la escala de eventos nucleares, la OIEA informó que no pudo ingresar al recinto del reactor siniestrado. Ni siquiera un robot de control a distancia pudo evitar ser afectado por la radioactividad. Fukushima se encuentra en stan-by. Se lo refrigera y el agua radioactiva se arroja al océano Pacífico. Para los aniversarios del llamado “11.03” se recuerda a los fallecidos y desaparecidos por el terremoto y el Tsunami. También se rinde homenaje a los “50 Héroes que salvaron Japón”. Ellos fueron los 50 voluntarios que a pedido del director de la planta colaboraron en su interior hasta un momento límite, realizando algunas tareas de extrema urgencia. Todos murieron por radioactividad pero, incluso, se denunció que fueron 69 los fallecidos en esas circunstancias.  

En definitiva, Fukushima está bajo un letal signo de interrogación. Ninguna actividad científica o académica se atreve a formular precisiones terminantes, porque su interior no ha podido ser relevado (hasta 2014 , luego silencio). Japón insiste en bajar la calificación del nivel de gravedad de este accidente pero debió aceptar el nivel siete, al igual que en Chernobyl. Es posible que esta “no-verdad” es para no alarmar a la especie humana pero desde la vereda de enfrente insisten que tal ignorancia no nos conduce a buen puerto. 

—¿Cómo está la situación en Chernobyl?   

—Transcurridas más de tres décadas de la peor catástrofe nuclear global, la opacidad informativa sigue al igual que en sus inicios. Fue invisibilizada hasta que eso resultó imposible. No hay cifras coincidentes entre fallecidos, desaparecidos y afectados por la radioactividad que todavía está vigente y sigue produciendo efectos letales hasta la fecha. Transcurridos 31 años recién se logró finalizar el segundo sarcófago, una construcción de cemento y acero que cubría el recinto anterior y el reactor dañado. Aún hoy deben retirarse toneladas de tierra contaminada alrededor de la planta que tiene un destino final incierto. Debieron evacuarse más de 30 localidades campesinas y quedó la primera ciudad atómica fantasma que albergó 300 mil habitantes. La reciente serie sobre el accidente nuclear en Ucrania, realizada por HBO aportó muy poco al conocimiento. 

—¿Que deberían hacer los países que manejan energía nuclear?, ¿seguir el caso de Alemania? 

—No es una respuesta sencilla. La información está viciada y manipulada. En primer lugar necesitamos una información veraz y actualizada. A partir de allí podremos iniciar un debate sin mitos o preconceptos. El tema es de una relevancia tal que nos incumbe a todos y no sólo a científicos, técnicos y expertos, que no es otra cosa que capital humano de alta calificación. Las externalidades, contextos, relaciones espaciales y humanitarias que atraviesa cualquier categoría de catástrofe nuclear resulta impredecible y terrible. Todos estos reactores construidos cerca de las mayores ciudades del mundo y en todas las regiones del planeta. El potencial riesgo humanitario con estas centrales atómicas linderas es letal en caso de accidente. Actuar y debatir significa que hay que informarse porque las consecuencias derivadas de un accidente atómico podrían ser de cientos o miles de años. Todo ello, cuando en el total de la matriz de la producción de energía eléctrica, el aporte desde lo nuclear no es relevante. 

Alemania la locomotora manufacturera de la Unión Europea desconectará sus centrales atómicas en el 2022 y eso reducirá su nivel de peligrosidad, no la eliminará del todo porque persiste el problema de la basura radioactiva. Como nos alertaba Albert Einstein: “Dado el estado de las cosas, los cuestionables logros obtenidos por nuestra generación en la era de las máquinas son tan peligrosas como una cuchilla de afeitar en manos de un niño de tres años”. 

De ciudades y sus plantas nucleares. En contexto, Chernobyl y Fukushima 

Autor:  Roberto Peccia 

Editorial: Ediciones Cuaderno 

Páginas: 90 

 

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