Redacción Rosario reproduce el contundente informe elaborado por la cadena rusa RT respecto de la situación económica y social que deberá afrontar el gobierno de Frente de Todos tras las políticas neoliberales de Cambiemos.
La producción del informe periodístico estuvo a cargo de Leandro Lutzky, y aporta un análisis pormenorizado de los indicadores –con sus respectivos gráficos– macroeconómicos que arrojó la gestión de Mauricio Macri y desde el 10 de diciembre deberá afrontar la administración que encabeza el presidente electo, Alberto Fernández.
El informe
La repetida justificación del Gobierno de Mauricio Macri para explicar las razones de la crisis económica argentina es que el kirchnerismo le dejó una “pesada herencia”. La expresión se utiliza una y otra vez, y hace alusión a que la administración anterior gastaba muchos fondos públicos, desfinanciando al Estado, según la centroderecha local. Siguiendo esta lógica, repasemos cómo recibió el país el presidente en 2015, y en qué condiciones finaliza su primer mandato, centrándonos en los aspectos que más afectan a la población, utilizando datos oficiales.
¿Con qué panorama se encontrará el futuro mandatario, Alberto Fernández?
Pobreza
Es el punto más delicado, por sus implicancias sociales y, además, porque Macri pidió que la ciudadanía evalúe su gestión según este índice. Aunque basta con recorrer las calles de Buenos Aires para afirmar que el balance es muy negativo –el aumento de la pobreza salta a la vista–, vayamos a los números, registrados por el propio Ejecutivo.
En los últimos años del Gobierno pasado, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) dejó de publicar informes sobre este grave problema económico. De hecho, el organismo estaba envuelto en un manto de polémica y desconfianza: ni el kirchnerista más acérrimo creía en los datos oficiales. Por eso, para analizar cómo evolucionó la pobreza en Argentina, nos ubicaremos en el segundo trimestre del 2016, a pocos meses de que Macri asumiera el poder, habiendo tomado el cargo en diciembre del año anterior.
Así, en su primer relevamiento oficial se dio a conocer que el país sudamericano tenía 32,2 por ciento de pobres, escandalizando a todos. En los semestres posteriores, el centro dependiente del Ministerio de Hacienda mostró que la pobreza se reducía, llegando a su punto más bajo en el segundo semestre del 2017, con un 25,7 por ciento. Sin embargo, a partir de ahí la cifra no paró de crecer, hasta llegar a la complicada situación del 2019: 35,4 por ciento en los primeros seis meses del año. Es decir, uno de cada tres argentinos no logra cubrir sus necesidades mínimas.
El panorama de los más vulnerables empeora si tenemos en cuenta las consecuencias de los desbarajustes económicos posteriores a las elecciones primarias de agosto, que todavía no fueron medidas por el Estado, sumado a lo que resta del año. Eso se sabrá recién en 2020, con el próximo Gobierno.
Sobre las cifras de indigencia tampoco hay nada para festejar. El segundo trimestre del 2016 arrojó 6,3 por ciento de personas en esa drástica condición, y en el primer semestre del 2019 el número subió a 7,7 por ciento. Siguiendo la consigna de Macri, obviamente reprobó.
Desocupación
En el segundo trimestre del 2016, el 9,3 por ciento de la población potencialmente activa no tenía trabajo, y el mismo período del 2019 cerró con el 10,6 por ciento. El cuestionado Indec administrado por el kirchnerismo señala que su administración terminó 2015 con un 5,9 por ciento de desocupados.
Salarios e inflación
Cuando el macrismo ocupó la Presidencia en 2015, llegó a la Casa Rosada para dirigir el país con el mejor salario mínimo de América Latina, que equivalía a unos 600 dólares, muy por encima de otras naciones cercanas. Para la clase trabajadora regional, el mercado laboral argentino era atractivo. Y para los locales, visitar países vecinos era mucho más barato que ahora, porque su moneda valía más.
Pero todo cambió. Si lo medimos en la divisa estadounidense, el salario mínimo de octubre –Macri se vio obligado a aumentarlo recientemente por la crisis– es de 290. Esto quiere decir que en solo cuatro años el ingreso básico de la clase obrera nacional bajó a la mitad, medido en dólares, y ahora Argentina es superada por países como Chile, Uruguay, Ecuador, Paraguay, Bolivia y El Salvador.
Más allá de las comparaciones en otras monedas, la clave para saber si los argentinos tienen más o menos ingresos que antes, es analizar su capacidad de compra, es decir, su poder adquisitivo. En otras palabras, si la inflación creció más que los sueldos, muchas familias se vieron en serios problemas. Y efectivamente, eso fue lo que ocurrió: se espera que Macri finalice su gestión con una suba generalizada de precios cercana al 300 por ciento durante todo su mandato, mientras que los aumentos salariales en pesos solo significaron el 200 por ciento, incluyendo octubre. Los asalariados perdieron mucho, y ello también se reflejó en las fuertes caídas del consumo en los últimos cuatro años.
En ese sentido, el Fondo Monetario Internacional (FMI) anticipa que el país sudamericano cerrará el 2019 con una altísima inflación anual del 57,3 por ciento, siendo superada solo por Venezuela y Zimbabue en el resto del mundo. El contexto es crítico.
Peso devaluado
Tras la primera gestión de Cambiemos, el peso argentino vale poco y nada. Al 10 de diciembre, su primer día comandando el Ejecutivo, para comprar un dólar en el mercado formal se necesitaban 9,84 pesos, aunque por las medidas restrictivas aplicadas por el kirchnerismo, casi todos los ciudadanos usaban la vía irregular, que cotizaba a unos 15 pesos. Ahora, para adquirir un dólar de modo legal se necesitan al menos 60 –pero sigue aumentando–, y resta por ver qué sucede hasta diciembre. En Argentina, cuando sube el precio de la divisa norteamericana, suele traducirse en inflación.
Deudas
La mejor forma de saber si un país tiene mucha o poca deuda, es compararlo con su Producto Bruto Interno (PBI), es decir, aplicar un porcentaje sobre todo lo producido en Argentina. Según la Secretaría de Finanzas de este Gobierno, en 2015 la deuda bruta de la Administración equivalía al 52,6 por ciento del Producto. Al segundo trimestre de este año, los números rojos comprometían al 80,7 por ciento. Asimismo, tres cuartas partes de esa deuda se contrajo en dólares, es decir, será mucho más difícil de pagar a medida que la divisa extranjera aumente su cotización.
Tras años de políticas de desendeudamiento con organismos multilaterales, en 2018 el macrismo volvió a recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener financiamiento, y cerraron un acuerdo por unos 57.000 millones de dólares. Así, Argentina se convertía en el principal deudor de la entidad, pese al repudio de buena parte de la sociedad. Históricamente, el arribo del Fondo significó un plan de recortes y ajuste del gasto público.
No obstante, la mayor porción de la deuda argentina no es con organismos extranjeros, si no con agentes privados. De hecho, sobre esos bonistas, el Ministerio de Hacienda se vio obligado a anunciar un retraso en los pagos, situación que fue tildada como una especie de ‘default’, o incapacidad de afrontar esos compromisos. Así las cosas, Fernández tomará las riendas de un país que hasta julio debía un total de 337.000 millones de dólares, cuando en 2015 las deudas giraban en torno a los 240.000 millones. Que pase lo menos peor.
Déficit fiscal
Dicho en términos sencillos, esto significa que el Estado gasta más de lo que recauda. En efecto, desde la cosmovisión macrista, este era el gran flagelo argentino. Aquello que para la centroizquierda significa una inversión en ascenso social y garantizar derechos básicos, como buena salud, vivienda digna y educación, que luego debería ser compensada con una mejora en la recaudación, para la centroderecha es una pérdida que habría que corregir. Pero vamos a los números.
El déficit fiscal del 2015 significó 5,4 por ciento del PBI, mientras que el acumulado del 2019 registraba en agosto un índice negativo del 1,7 por ciento, según el Ministerio de Hacienda. Se redujo, pero igual sigue siendo preocupante.
Riesgo país
El índice medido por JP Morgan señala la desconfianza que el mundo financiero tiene en el país. Por ejemplo, si una entidad le presta dinero a una nación cuyo riesgo país es muy alto, hay mayores probabilidades de que el deudor tenga complicaciones futuras para pagar esos compromisos. En general, si la calificación es negativa, se ofrecen mayores tasas de interés para atraer a los prestamistas, algo muy adverso para la economía local. Por otro lado, a mayor riesgo, menos inversiones extranjeras llegan al país en cuestión.
El día que Macri asumió la Presidencia, había 480 puntos. Al 25 de octubre del 2019, el riesgo país argentino alcanzaba los 2.137. Se cuadriplicó.
Recursos
Lo último, y no por ello menos importante, es saber con qué herramientas se podrá afrontar la crisis en el próximo Gobierno.
Productividad
El Indec de Macri señala que entre 2004 y 2015 –siempre gobernó el kirchnerismo–, el PBI tuvo un crecimiento sostenido, aunque entre 2008 y 2009 hubo una caída abrupta, y en los últimos años de Cristina se produjo una desaceleración. Más cerca en el tiempo, durante el macrismo persistió el estancamiento, con caídas entre 2018 y 2019.
Capacidad industrial
A diferencia de países vecinos como Chile, históricamente Argentina se destacó en la región por su aparato productivo. Veamos cómo recibió la industria Macri, y cómo la deja: en la base de datos del Indec de la gestión kirchnerista, hay estadísticas hasta octubre del 2015, cuando se utilizaba, presuntamente, el 71,4 por ciento de la industria instalada en Argentina. Ya en enero del 2016, el uso de las instalaciones productivas se redujo al 62,7 por ciento, lo que significa menos empleo. En agosto de este año, solo está activo el 60,5 por ciento. ¿Habrá reactivación?
Modelo extractivo
Otro sector pujante de la economía, aunque con pocas estadísticas, es el de las materias primas: el agro, la minería, el gas y el petróleo. Resta por ver si se aplican incentivos a los diversos sectores y, lo más importante, si se introduce una política impositiva equitativa para distribuir la riqueza en el resto de la población. Cobrarles más a los que más tienen, y no al revés.
Reservas del Banco Central
Es equiparable al ahorro que cualquier ciudadano puede guardar bajo el colchón, para pagar deudas, tapar agujeros o dar un respiro ante algún imprevisto, como la pérdida de empleo.
En efecto, la gran preocupación de Fernández durante los últimos meses de campaña era que Macri no gaste las reservas. Por ejemplo, en una economía tan dinámica como la argentina, vender dólares del Banco Central sirve para calmar la demanda de moneda extranjera y que la cotización de la divisa estadounidense no suba tanto. Sin reservas, hay poca capacidad de acción.
Cambiemos llegó al Gobierno con 25.000 millones de dólares, según el registro histórico de BC, una cantidad baja. El índice del 21 de octubre de este año señala que hoy hay casi el doble: 47.000 millones de la moneda extranjera, que tampoco es mucho considerando las complicaciones persistentes. ¿Se mantendrán hasta diciembre?
Por todo lo expuesto, está demás decir que Fernández recibe un país al borde del colapso, pero que todavía no tocó fondo. Los políticos se muestran públicamente con optimismo, aunque la situación es delicada. Sin embargo, el país sudamericano ya atravesó momentos peores, y todavía quedan cuatro años por delante.