El 27 de enero se cumple un nuevo aniversario del asesinato de una de las referentes por los derechos de quienes ejercen el trabajo sexual. Georgina Orellano, titular de Ammar, destaca el legado que dejó su figura.
Sandra Cabrera fue una de las primeras trabajadoras sexuales que se animó a denunciar la explotación y su connivencia con algunos sectores policiales en Rosario. Este lunes 27 de enero se cumplen 16 años de su homicidio, un crimen que quedó en la sombras, ya que no hubo condenas y la causa prescribió en 2010. Ex compañeras, organizaciones sociales, sindicales y las nuevas generaciones que han retomado sus banderas, se preparan para homenajearla. Entre ellas, la propia conductora a nivel nacional de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) Georgina Orellano.
La actual secretaria general de Ammar cuenta que ingresó a la organización seis años después del femicidio de Sandra, y que si bien no llegó a conocerla personalmente entiende que su lucha por los derechos de quienes ejercen el trabajo sexual fue fundamental. “El legado que no dejó es muy importante”, dice Orellano, y recuerda como si fuera ayer las sensaciones de la primera vez que conoció la historia de Sandra. “En una de la primeras actividades en las que participé fue la proyección del documental Sexo dignidad y muerte (dirigido por la cineasta rosarina Lucrecia Mastrangelo) en conmemoración del sexto aniversario de su asesinato. Nos habían comentado sobre el caso, pero ver su historia a través de esa película fue muy fuerte”.
Orellano destaca que aquel trabajo audiovisual le permitió conocer un poco más sobre la causa y asombrarse de los detalles, “como el caso del policía que la estuvo buscando esa noche y después de tres meses fue sobreseído”, recuerda al refierse al ex subjefe de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, Diego Víctor Parvluczyk, o a las declaraciones desestimadas de las compañeras de Sandra que “por ser mujeres de una vida fácil, según el fiscal, no contaban con la credibilidad suficiente para la Justicia argentina”, añade la dirigente.
“Lo que Sandra resume es que fue una compañera que se jugó para denunciar lo que muchas veces muchas de nosotras callamos. Por miedo o porque naturalizamos convivir permanentemente con la Policía, las coimas y la violencia que ejercen sobre nosotras”, sintetiza.
“Hasta que nos organizarnos eran prácticas habituales que no poníamos en palabras porque las entendiamos como las reglas del juego de trabajar la calle”, agrega respecto a la auto revictimización que las propias trabajadoras sexuales ejercieron durante décadas por pertenecer una actividad que hasta no hace muchos años estaba penada por la ley.
“Sandra en 2004 denuncia la complicidad de ciertas áreas de la Policía, como Moralidad Pública, con la trata de personas que se daba en los cabarets o privados de la zona de la terminal, estos establecimientos tenían total libertad para trabajar y explotar mientras que las perseguidas eran las trabajadoras de la calle, las autónomas, porque justamente querían limpiar la zona para que puedan trabajar tranquilamente estos lugares beneficiando económicamente a la Policía”, reseña Orellano.
Siempre en el recuerdo
El homenaje a Sandra Cabrera se realizará este lunes 27 de enero, en la plaza que lleva su nombre, ubicada en Córdoba al 3600. “Es importante remarcar que las compañeras de Ammar Rosario, (quienes se volvieron a agrupar hace un año) están organizando la actividad”, destaca Orellano, y cuenta: “Va a haber un festival, seguramente se lea algún documento recordando su lucha por defendernos, habrá bandas de música invitadas, con la presencia de organizaciones sociales, sindicales, así como también legisladores y legisladoras que nos vienen acompañando desde hace bastante”.
“La trata no es trabajo sexual”
La diferencia entre trabajo sexual y trata de personas es “abismal”, dice la dirigente sindical. Y desarrolla la definición: “La diferencia básicamente se encuentra en que el trabajo sexual es una actividad lícita en nuestro país, mientras que la trata de personas es un delito”.
“Cuando hablamos de trabajo sexual, estamos hablando de las personas mayores de edad que por consentimiento propio y de manera voluntaria ejercemos este trabajo. Nosotras defendemos ante todo la voluntariedad de las personas a elegir frente a las opciones, de qué trabajar”, ilustra.
Orellano subraya la profundidad de una discusión que aún hoy se dá en diferentes sectores de la sociedad y en el propio movimiento de mujeres. “Pasa con muchos trabajos –indica–, eso es algo que cuesta que se entienda. Si se puede diferenciar lo que es un taller textil clandestino de lo que es uno registrado es porque hay un Estado presente, que registra y regula esa actividad. Como para nuestro sector eso no existe, se tiende a plantear que ninguna de nosotras elegiría voluntariamente ejercer este trabajo y me parece que ese es el primer error desde donde parte la discusión”, señala la referente.
“No deberíamos discutir si se elige o no, sino escuchar realmente las voces de las trabajadoras sexuales. Y también habría que pensar qué es elegir en este sistema capitalista. Parece un dilema que se nos plantea sólo a nosotras, pero hay que ver si el resto de la clase trabajadora elige ser albañil, carpintero, niñera o limpiar casas particulares, etcétera”, sostiene Orellano.
Feminismo
Respecto al rol de las trabajadoras sexuales dentro del movimiento feminista, Orellano explica que “la trabajadora sexual se convirtió en un sujeto político”. “Por un lado, tiene la mirada sindical, porque luchamos porque nuestro trabajo sea reconocido como tal, con el acceso a derechos laborales, por ejemplo. Y por otro lado, día a día, luchamos por pertenecer y tener nuestro espacio dentro del movimiento de mujeres, porque ese es un espacio que nos costó y nos sigue costando un montón, pero son conquistas que no estamos dispuestas a ceder”, concluye.