En su documental Miserere, Francisco Ríos Flores narra la vida de seis trabajadores sexuales que ofrecen sus servicios a plena luz del día y a oscuras de la vista de cualquier desprevenido.

El cineasta Francisco Ríos Flores trabajó e investigó, durante casi diez años, para darle vida al largometraje Miserere, una película documental, financiada en parte por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, que cuenta la vida de seis varones cis que ofrecen sus cuerpos en las inmediaciones de la plaza porteña homónima. En diálogo con El Eslabón, Francisco contó cómo transitó el largo proceso para llevar adelante este proyecto, las peripecias de intentar filmar una película en ese lugar, la falta de presupuesto y la situación del cine independiente argentino en tiempos difíciles.

El doble estigma de vivir y hacer la calle

Nacido en San Juan, en 1981, Ríos Flores es egresado de la carrera de Cine Documental de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, de Cine Argumental en IDAC Avellaneda, y de la Licenciatura en Enseñanza de las Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional de San Martín. Durante años vivió a pocas cuadras de la estación que se convertiría durante una década en el escenario de su vida, su trabajo y su obra: “Yo viví ocho años en Once y durante los primeros seis, por lo menos, pasaba todos los días y ni la estación ni la plaza me resultaban lugares de estar. Viví tantos años y no lo vi”, se cuestiona Francisco, y agrega: “Una vez, me cruzo con un pibe y me dice que está trabajando. Entiendo rápidamente de qué estaba trabajando y me queda dando vueltas, como que no me daba cuenta que había un montón de varones haciendo trabajo sexual. Me fue cayendo la ficha y empecé a entender muchas situaciones que en su momento me habían resultado irruptivas y ahora las entendía. Fue un descubrimiento personal”.

El trabajo sexual masculino callejero es algo que sucede a plena luz del día, de tarde y de noche. En las esquinas, en un banco de plaza, en los pasillos de una estación de trenes, al lado de cualquiera. Pero no es visto por quien no quiere/ busca mirar: “Las veces que los medios lo toman, lo hacen criminalizando a los muchachos, es muy poco probable que se hable de un taxiboy si no es en la sección policiales. Es una situación diferente a la de las mujeres cis y las mujeres trans, porque los muchachos no están organizados. En cambio las mujeres generan como otras redes, se organizan, se repiensan identitariamente, luchan,  es muy diferente”, remarca Francisco respecto a lo que pudo ver durante años de trabajo en las calles de la Capital Federal. 

“De hecho, hay un estigma doble, porque en general son varones que no se consideran ni gays ni homosexuales y tienen relaciones con otros hombres. Eso complejiza más la mirada de los otros y hace que realicen la actividad mucho más en silencio, ocultándose. Terminan siendo partícipes de situaciones de violencia con clientes, con otros trabajadores, es una situación muy trágica en cierto punto”.

El patriarcado también los aplasta

Rodrigo, Fabián, Rubén, Mariano, Carlos y Matías son los protagonistas de este documental que narra en primera persona la mirada del trabajo sexual en una de las zonas más picantes del la Ciudad de Buenos Aires. La clandestinidad y precarización los convierte en blanco de múltiples violencias y muchas veces, quienes transitan la Estación no se enteran siquiera de su existencia: “Trabajé muchos años para poder rodar ahí, un proceso de investigación muy profundo, de campo, generé vínculos con mucha gente del espacio más allá de los protagonistas, con muchos y muchas de los trabajadores del Once. Pasaron los años y sigo en contacto con esas personas”, cuenta el director.

“Con curiosidad, mucha dificultad y prejuicios, me empiezo a acercar y me encuentro con un montón de pibes que estaban ganándose una moneda, que eran re sociables, que tenían ganas de charlar y con un montón de historias muy tremendas. Me encontré con pibes que contaban muy naturalmente como otros desaparecen, mueren o están enfermos a los 25 años en un hospital, solos. Estamos hablando de pibes muy jóvenes, entre los 20 y los 30 mayormente”.

Los varones Cis, al ejercer la prostitución son victimas de discriminación y violencia por parte de la sociedad pero también deben hacer frente a la violencia que ejercen las fuerzas de seguridad por tratarse de pibes pobres: “Tienen la carga de la portación de cara, porque son de la calle. La policía los persigue pero no tanto por prostituirse sino porque son pibes de barrio, pibes gorra, pibes chorros, y termina siendo una situación bastante trágica en un punto. Hay algo de esa masculinidad que los pibes ofrecen, hegemónica, viril, clásica, que es como una trampa”.

El patriarcado coloca a los varones en lugares incómodos, les impide autopercibirse como trabajadores, de ahí para adelante es todo cuesta arriba: “No se juntan, se reúnen como machos pero no para hablar de sus derechos, no se muestran vulnerables. El machismo  también los atraviesa en el sentido de creer que pueden con todo, hasta naturalizar las situaciones de violencia. Su actividad está muy enlazada a la economía popular, el pibe que vende pañuelos o medias,el que reparte estampitas, el que limpia vidrios, el que hace jardinería o junta cartones a la mañana, a la tarde va a hacer unas monedas extras con el trabajo sexual”.

“Los pibes se dan cuenta que son deseables porque alguien se les acerca y les dice vamos a un hotel y te chupo la pija. Y para ellos, contrario a parecerles un asco, es una situación que les gusta, se bañan, ven tele un rato y encima les practican sexo oral”, señala el cineasta.

Miserere nació desde el deseo de contar en voz alta las realidades que se nos escapan de la mirada monótona y automática del día a día. El camino fue largo y con muchas dificultades. Financiamiento y visibilización son los tópicos a los que aún hoy, dos años después de su estreno, tiene que hacerles frente su director y la productora: “Es el resultado de un proceso muy largo y muy complejo. Si bien tuvimos un financiamiento del INCAA, quedó corto y tuvimos que recurrir al apoyo del equipo, la familia, amigos y amigas”.

Del discurso al hecho

Al ser financiada a través de un subsidio documentalista, la difusión de la película, un año después de ser presentada ante el organismo nacional, pasa a quedar en manos del INCAA por un período de tres años. Recién después de ese plazo, los productores pueden disponer de la misma para muestras, festivales. La cuestión reside en que desde el INCAA no la difunden y, por el contrario, la han bajado de actividades: “Lo que hoy argumentan, haciendo una lectura particular, diciendo que la película no puede estar en ningún espacio INCAA, es una bajada de línea de la gestión: que ningún documental digital esté en los espacios INCAA”, cuenta Francisco, y explica: “Lo grave es que por un lado hay toda una mirada de la gestión de ubicar al documental en un lugar secundario como si no mereciera estar en las salas de cine, tienden a las películas más grandes, comerciales, que llevan más público y si a eso le sumamos que hay carencia de salas y espacios, la situación es bastante grave”.

En el marco de la Semana del Orgullo en Córdoba, Miserere compartiría sala con otro film, Sexo y revolución, dirigida por Ernesto Ardito, pero desde el Instituto Nacional les bajaron el pulgar: “El INCAA dice que esas dos películas por ser financiadas de la misma manera las tienen que sacar de la programación y ni siquiera las reemplazan por otras. En un evento políticamente muy importante, de una manera arbitraria, hicieron una lectura despolitizada sin considerar que es importante que sean vistas. No tuvimos más respuestas del INCAA, en ese evento hubo dos películas menos, pese a que había un público para verlas”.

En ese sentido, Francisco explica: “Hay mucha curiosidad, una necesidad de hablar de este tema, no se puede argumentar que la película no reviste interés, hay mucha gente que nos escribe, que quiere saber, justo en este momento histórico donde se viene hablando mucho acerca del trabajo sexual y la prostitución, justamente lo que ocurre dentro de ese tópico con las masculinidades Cis es algo que se desconoce. Discutamos también masculinidades atravesadas por el trabajo sexual. Qué es lo que le sucede a estas masculinidades Cis dentro del patriarcado”, concluye.

Cuando falla el Estado, la militancia ampara

Al finalizar el montaje, Francisco se acercó a diferentes organizaciones como AMMAR, entre otras, en búsqueda de apoyo para su difusión: “Cuando terminé la película se la acerque a Georgina Orellano, de Ammar. Hice toda la película sin haber tenido una cercanía con la militancia del trabajo sexual, yo quería ser lo mas fiel posible a la mirada de los pibes atravesada por la mía de alguna manera”.

“Lo que pasó es que a Georgina (referente de AMMAR en Buenos Aires) le gustó la película y nos empezó a acompañar. Por otro lado, tanto yo como mucha gente del equipo empezamos a acercarnos a la militancia del trabajo sexual porque encontramos una respuesta a la realidad de los trabajadores. Todo lo que habíamos visto a lo largo de tantos años, y que no sabíamos cuál era la manera en que eso se modificara, de alguna forma tenía una respuesta en esa militancia. Acerca de la ampliación de derechos, reconocimientos, la descriminalización, todas estas proclamas que tiene el movimiento de los y las trabajadoras sexuales, tenían una respuesta”.

La actividad del trabajo sexual masculino hetero-cis está marcada por una violencia mucho más amplia que la de otres trabajadores sexuales. Muchas veces quienes lo ejercen se encuentran en situación de calle, o sea, duermen en los mismos espacios donde trabajan: “Ojalá en algún momento alguno pueda tomar la bandera y tal vez aglutinar a otros varones Cis. Hay muchos varones trabajadores sexuales que militan pero no desde estas masculinidades. Es recontra usual pero mucho menos visible que las masculinidades que trabajan con mujeres Cis. La realidad es que para la masculinidad, que te practiquen sexo oral no es algo que uno toma como un abuso. Justamente en una sociedad machista y patriarcal lo podes sentir como una pequeña victoria en términos simbólicos. Y eso es una trampa, porque generalmente es muy poco dinero, los pibes no se ponen en lugar de trabajadores, están tomando riesgos, ellos y los clientes. Tanto en Once como en Constitución, no cobran mucho, no llegan a cubrir los gastos para pagar ni una pieza. Es un entramado de mucha violencia. Considero que la única salida es lo que propone la militancia del trabajo sexual, colectiva desde todos los términos que se proponen desde ese movimiento”.

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