Juan Farina

“Es fantástico”, dice Juan Farina para describir lo que siente ser el primer director del Politécnico elegido por el voto directo de todos los claustros. Y en particular con la mayoría del apoyo estudiantil. Lo vive como un reconocimiento a su escucha siempre atenta a la voz de sus alumnas y alumnos. No es para menos, desde hace años entusiasma y entrena a la participación en las olimpíadas de física y otras disciplinas, poniendo en alto a la educación pública argentina con una buena cosecha de premios nacionales e internacionales. Es que está convencido que, como pasa con la lectura, hay que apasionarse con la ciencia para poder transmitirla.

Cuando habla, el profesor Farina siempre parece maravillado. Tanto cuando cuenta que trabajaron todo enero para dejar la escuela bien linda para el inicio de clases, como cuando confía que su “favorito” –así lo dice- de la historia es Manuel Belgrano por todo lo que hizo por la educación, por las mujeres y los desposeídos. De igual manera, comparte proyectos como los de abrir una nueva modalidad en el anexo que funciona en Granadero Baigorria, crear la Secretaría de Género en la escuela y dar más apoyo para quienes quieren ingresar al Poli. Y afirma que su preocupación como educador es “formar estudiantes con criterios para discutir las cosas, hablarlas, capaces de hacerse preguntas”.

Juan Farina es de Serodino –a 55 kilómetros de Rosario-, allí hizo su primaria en la Escuela N°257 General José de San Martín y la secundaria en la N°9 Mariano Moreno. A los 17 se vino a estudiar ingeniería eléctrica (con orientación en electrónica) en la Universidad Nacional de Rosario (UNR), donde también se recibió de magíster en docencia universitaria. Y hasta el año pasado fue presidente de la Asociación de Profesores de Física de la Argentina.
Al flamante director del Poli es posible verlo dando clases, ofreciendo una capacitación para sus pares, participando de un simposio mundial en ciencia, como portando con la misma convicción una bandera en una marcha siempre en defensa de la educación pública. En marzo de 2016 fue también noticia cuando el entonces presidente Mauricio Macri vino a Rosario a inaugurar el año académico de la UNR, en un acto organizado a puertas cerradas en la Facultad de Derecho. En su discurso público elogió al profesor Farina poniéndolo como ejemplo de educador. Lo que nadie le alcanzó a contar al ex presidente era que el profe estaba en ese mismo momento en la puerta de Derecho, participando de una masiva manifestación en rechazo a su presencia y a las políticas que representaba.

El primer director

En septiembre del año pasado, el rector de la UNR, Franco Bartolacci resolvió que quien ocupe la dirección del Instituto Politécnico Superior –escuela preuniversitaria- sea designado por el voto directo de docentes, estudiantes, no docentes y graduados. Una decisión que el rector bien enmarcó en “criterios de democratización”. El miércoles 6 de noviembre se realizaron las elecciones y Farina fue elegido con el 50,02 por ciento de los votos. El 18 de diciembre asumió y por cuatro años estará al frente de una de las tres escuelas preuniversitarias –las otras son el Superior de Comercio y la Agrotécnica de Casilda-, que recibe a unos dos mil estudiantes: mil doscientos en el secundario y ochocientos en las tecnicaturas universitarias.
Juan Farina siempre habla en plural, resalta el trabajo en consenso y se apoya para sus iniciativas en su equipo de trabajo: Mónica Bollatti, Emilia Carletti, Oscar Mallía, Claudio Carranza, Marcelo Fusi, Matías Grappa y Sergio Cuello.
La conversación con este medio se da en la dirección del Poli, donde todavía hay unas fotos de la gestión anterior, almanaques del año pasado. “Voy sacando y poniendo cosas”, dice el director para graficar que aún no ha tenido tiempo de apropiarse de ese espacio y agrega: “Solo tengo esta cajita y este mate que me regaló un papá de la escuela el día que asumí”.

— Cuando hay mucho por hacer por lo general se empieza a despejar entre las ganas y las urgencias. Entre una y otra, ¿con qué elegiste arrancar?

— Con las dos cosas, con las urgencias poniéndoles ganas. En los años que uno está acá, en la recorrida por la escuela, siempre veíamos que la cuestión de la infraestructura se caía, se cae, a pedazos. Nos preguntamos qué hacer y decidimos, en forma coordinada con los vicedirectores de infraestructura, comenzar el año con un enero a full. Convocamos a los docentes de talleres y no docentes a trabajar en enero, por la mañana, sin que sea obligatorio. La convocatoria fue excelente. La pata de este proyecto, que sostuve cuando me presenté para la dirección, es el consenso. Si no nos respetamos entre los claustros, no nos escuchamos y no valorizamos el trabajo de cada uno en su área, no podemos trabajar cómodos y bien. No dieron los tiempos para hacer pintura, pero gracias a las tareas que se hicieron, los chicos comenzarán las clases con treinta aulas en las cuales se trabajó: ahora sí todas las banderolas y las ventanas abren, todas las fallebas funcionan, y todas las puertas tienen cerraduras, picaportes y llaves. Además se pusieron tres tomas en todas las aulas, se repararon pisos y se hizo una limpieza profunda. Se bajaron todas las luminarias (los techos de los salones son altísimos) y se cambiaron por leds. Incluso algunos ventiladores de techo que no funcionaban, se desmontaron y ahora funcionan. Y se dieron unos pequeños arreglos en algunos baños. Fueron jornadas de trabajo colectivo. La universidad nos dio el dinero y todo el apoyo.

— Además de lo que compete a las condiciones de estudio y trabajo, ¿en qué se avanzó con la cuestión pedagógica?

— La de infraestructura es una de las áreas que encaramos, porque pensamos que cuando empiecen las clases –será el 4 de marzo para el primer año-, queremos que los alumnos encuentren el aula razonablemente bien. Puede parecer poco pero había que empezar por algo. La otra área en la que trabajamos es en la adecuación de los planes de estudio a lo que requiere el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (Inet), porque no estaban adecuados. Además de la homologación de títulos, que no todos lo estaban.

— La mayor cantidad de los votos que te llevó a ser director del Politécnico la recibiste de parte de las y los estudiantes. ¿Qué representa esa confianza?

— Eso es fantástico. Primero, por el trabajo que siempre he hecho con los estudiantes, de una manera fluida y de acercamiento. Me pone bien. Estamos trabajando ahora desde la Secretaría Estudiantil, que es el nexo con estudiantes y preceptores. Es importantísimo tener la percepción de lo que quieren las chicas y los chicos, cómo piensan que en esta escuela se debe convivir, eso es fundamental. Además de ser el primer director electo por el voto de los claustros, es importante que los estudiantes te reconozcan y luego poder hacer que su voz sea escuchada, más en una universidad.

— De esas voces estudiantiles, ¿qué es lo que más escuchaste como reclamo o te han pedido?

— Una cuestión en la que nos tenemos que poner a trabajar fuertemente, que nos atraviesa a todos, y es la ESI (educación sexual integral). La ESI debe atravesar todo. Es más, dentro de unos diez días todo el grupo de directivos vamos a trabajar con referentes de la Universidad en una capacitación sobre la ley Micaela. Es decir, primero nos capacitamos nosotros para luego ver cómo hacemos en la escuela con todos los niveles, con todos los docentes, no docentes y estudiantes. También muchas de las cosas que siempre reclaman las chicas y los chicos es tener participación en algunas decisiones de la escuela: qué vamos hacer con las actividades curriculares, qué con la cantidad de horas de clases que tenemos, qué con las prácticas profesionalizantes.

— Por lo general, el pedido estudiantil por la ESI no es sólo para que se aplique la ley vigente sino para que los vínculos se expresen de otra manera. ¿Cómo se vive esto en la escuela?

— Se vive bien. Pero notamos que todo el grupo de docentes, no docentes, preceptores debe saber eso y manejarlo, de manera que puedan interactuar con los alumnos. Y para eso el nexo es la Secretaría Estudiantil. También tenemos planteado hacer una Secretaría de Género en el Politécnico, porque hasta ahora tenemos una referente de género con ocho horas asignadas, nada más. La estamos armando, estamos en charlas con el rector, porque se necesita presupuesto. Y él está dispuesto para esto porque hay un compromiso asumido.

— Una característica de la vida institucional del Politécnico es el ingreso y el cupo, donde hay una prueba de selección y un número estipulado de ingresantes. ¿Cómo se da este debate en una escuela que depende de una universidad pública que no exige ni prueba de ingreso ni pone cupos a sus carreras?

— El ingreso está institucionalizado desde siempre. El examen de ingreso va a seguir, el cupo está (un poco más de 210 estudiantes por año con el anexo de Granadero Baigorria). Nuestra propuesta es que los chicos tengan más tiempo de prepararse para ingresar, que la propia universidad ofrezca un cursillo más extenso. Este año seguirá así, porque no nos dan los tiempos para implementar otro modo, pero para el ingreso 2022, nos preguntamos por qué no plantear un cursillo de un año, gratuito y dado por los propios docentes del instituto; para que un chico que no tenga recursos económicos pueda acceder también a esta preparación con más tiempo.

— Además del de Baigorria, se ha mencionado la posibilidad de hacer un anexo en Funes y otro en Villa Gobernador Gálvez. ¿Está en los planes?

— Hasta ahora no hay ninguna propuesta de anexo en ningún otro lado. El de Granadero Baigorria está funcionando muy bien, y no es una escuela aparte o diferente. Estamos tratando de abrir allí, a partir del año que viene, una tecnicatura propia, con una modalidad nueva que es en alimentos. Una carrera que tiene que ver con la nueva escuela, con el nuevo mundo, con las nuevas tecnicaturas. Nos falta definir bien el título, siempre encuadrado en lo que pide en el Inet. Y esa tecnicatura será carrera con identidad propia, que empiece y termine en Granadero Baigorria.

— ¿Cuándo arranca tu carrera docente?

— Creo que en la escuela secundaria. Me encantaba física, era una carrera que me fascinaba; pienso que tenía que ver la profesora en esa fascinación. Por ejemplo, nos proponía armar una balanza pero no te decía cómo hacerla. Había compañeros a quienes les resultaba difícil o no entendían, venían y me preguntaban. Ahí empezó más o menos la idea de la docencia. Me gustaba explicarles. O por ejemplo estar caminando por el patio y hablarles de las leyes de Arquímides o de Newton.

— Si tuvieras que elegir un momento, una vivencia de tu carrera, una imagen ¿cuál sería?

— Qué pregunta difícil. Hay muchísimas anécdotas. El hecho de que mis compañeros me pidieran “prepararme o dame clases de física” era algo importante. No me hacía sentir superior ni nada por el estilo, sino que me hacía preocupar sobre cómo podía hacer para que me entiendan y transmitirlo. Por otro lado, otra vivencia de mi carrera es reconocer que Belgrano es mi favorito; y aunque es un hecho trascendente, no por la creación de la bandera, sino por todo lo que hizo antes: creó la Escuela de Matemáticas, la Escuela de Dibujo, peleó para que las mujeres vayan a la escuela, también los llamados pueblos originarios, los pobres. Era un groso. Incluso me he emocionado cuando a raíz de las olimpíadas pude estar en el Colegio Nacional de Buenos Aires, el antiguo San Carlos, pensando que estaba pisando donde Belgrano estudió. Lo mismo me pasó cuando estuve en la Universidad de Salamanca, en España. Y otra anécdota muy emotiva la viví con unos chicos que tuve en el Poli y luego se fueron al Instituto Balseiro (se estudia ingeniería nuclear). Cuando se reciben –diciembre de 2010- me invitan a la graduación en Bariloche. Eran Juan Manuel Lorenzi, Nicolás Borda, Rodrigo Echeveste, David Blanco e Iván Davidovich. Me pagaron el pasaje, la estadía, pero lo que me emocionó hasta las lágrimas fue que en el acto de graduación, me eligieron para que les entregue los diplomas, algo que por lo general hacen los padres, las familias. Yo estaba sentado con ellos, y de pronto me nombran para que suba. “¿Qué es esto?” dije y subí. Fue maravilloso. No me lo esperaba. La emoción fue realmente hermosa. No me la olvido más.

— Si tuvieras que pensar en una meta de formación para tus alumnas y alumnos ¿en qué centrarías tu mayor preocupación?

— En realidad lo pienso en cómo debería ser un alumno de media, después viene si el título es para técnico, para comercio… Tiene que ser crítico de la situación. Por ejemplo, ante una propaganda de televisión, preguntarse cómo sé si lo que me ofrecen es bueno o malo, de alguna manera pensar en eso que me están diciendo, cuestionarlo en el buen sentido, no porque sí. Me preocupa formar estudiantes con criterios para discutir las cosas, hablarlas, capaces de hacerse preguntas. Si bien provengo de una disciplina donde hay que hacerse preguntas siempre, también depende de cómo se la enseñe. Podés entrar al aula y poner fórmulas en el pizarrón, pero también de otra manera: haciendo preguntas, dejando que el alumno pregunte, y después escribiendo las fórmulas.

— ¿Tenés esperanza en recuperar un proyecto educativo nacional para el país?

— Sí, esperanzas tengo. Vamos a hacer todo lo posible para que se logre. Contamos con la universidad, con el rector que tiene una enorme voluntad política y nos ha apoyado fuertemente en todo lo que ya hicimos. Además de permitir que seamos la primera escuela preuniversitaria (de la UNR) que elige sus autoridades por voto directo, ponderado, de los claustros.

Pasión la ciencia y la enseñanza

El director Juan Farina está convencido que para que las chicas y los chicos se entusiasmen con las ciencias, no la vean como una disciplina difícil, hay que enseñarla con pasión. Igual “que como pasa con la lectura”, dice. Y recuerda que muchas veces se cuestiona que los chicos no leen, pero no se pregunta si los adultos lo hacen a la altura de esos reclamos.
Para que quede en claro esta idea de compromiso pedagógico, político, con la enseñanza, Farina recuerda al científico Daniel Córdoba, fallecido en diciembre pasado. “Un profesor de Salta, un tipo entrañable, joven. Cuando falleció realmente lloré. Creó un taller de física que funcionaba los sábados a la mañana en la Universidad de Salta. Primero lo hacía sin que las autoridades supieran, increíble, pero era a escondidas, no le daban permiso para el taller. El se iba igual. Hasta que salió a la luz y tuvieron que reconocerlo. Con el tiempo tuvo premios y reconocimientos. Durante años estuvo trabajando ad honorem, con los talleres a pleno, lleno de chicos y de chicas de diferentes escuelas de la misma Salta y de la provincia”, cuenta Farina y abraza con infinito agradecimiento al educador salteño. “Estábamos en consonancia con la manera en cómo concebir la enseñanza de la física. Hay que sentirlo, si uno no lo siente no lo puede transmitir. Como la pasión por la lectura. A veces se dice que los chicos no leen, pero hay que pensar que si leemos o hacemos hago algo para que se entusiasmen con la lectura. Con la ciencia tiene que pasar lo mismo”.
En ese mismo orden de pasiones instala el lugar que en su vida ocupa la enseñanza. Una razón por la que decidió conservar unas horas de clase en el Politécnico: “Quiero mantener vivo el contacto con los estudiantes, trabajar siempre en terreno, porque me parece que ahí se palpa lo que pasa en el ambiente, quiero escucharlos directamente”.
El director Farina habla también de los planes de estudio, los desafíos que plantean y defiende las herramientas más tradicionales de la enseñanza. Al respecto señala que hay que tener presente que la formación de los técnicos debe considerar los cambios sociales dados y que demandan discusiones como qué hacer con la robótica o la apropiación de las nuevas tecnologías. “Los alumnos están apropiados (diferentes tecnologías), pero a veces los docentes no. Y no estoy diciendo no a la tiza y al pizarrón, porque es la manera que muchas veces a mí mejor me resulta mejor para enseñar, me gustan y no están nada mal”.

Pedido por las olimpíadas

A principios de febrero, el director Juan Farina participó de un encuentro con el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta. La reunión se dio en el Superior de Comercio, donde estaban invitados estudiantes olímpicos de las distintas escuelas secundarias de la UNR. Se trató de una charla distendida, donde contaron sus experiencias en diferentes olimpíadas y le pidieron a Trotta de que las sigan sosteniendo. Pedido con el que el ministro se comprometió a cumplir. En ese encuentro también participaron el rector de la UNR, Franco Bartolacci, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, y el intendente de Rosario, Pablo Javkin.

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Un comentario

  1. Anibal

    26/09/2021 en 19:09

    Que lástima Poli, en lo que te has convertido…….cueva de vagos, de sindicalistas y etcéteras…………..

    Responder

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