Con la misma fuerza de seguridad devaluada por su falta de capacitación e idoneidad para enfrentar algunos de los problemas de seguridad pública, Santa Fe afronta, en estos días, el cumplimiento de las disposiciones establecidas por el gobierno nacional para intentar garantizar el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Más de 4 mil personas fueron aprehendidas en la provincia en los últimos siete días porque no aprendieron –a pesar de la insistencia oficial, de los medios de comunicación y las redes- que la contención a la expansión del virus se logra disminuyendo drásticamente el contacto social. Entre los infractores los hay de todos los sectores sociales, edades, género y niveles educativos. Algunos se muestran omnipotentes ante la autoridad, otros más sumisos. A cada uno, la policía le ofrece un trato acorde a los estereotipos previamente construidos sobre su rol social.
De acuerdo a los datos del Ministerio de Seguridad, al cierre de esta edición –viernes 27- se habían producido 4203 aprehensiones, se realizaron más 11 mil controles y se secuestraron 188 vehículos. Los procedimientos se encuadran en las directivas oficiales para hacer cumplir el aislamiento que permita contener el contagio de coronavirus de modo que su crecimiento no sea exponencial. El selectivo modo en el que se realizan algunos de ellos revelan los límites de la fuerza.
Intérprete de la ley
Entre la enorme magnitud del tráfico virtual de esta primera semana de cuarentena circuló por Whatsapp un video grabado en una seccional policial de Villa Gobernador Gálvez. Muestra a un policía gritándole a una pareja de novios joven, de 16 años, que violó la norma de aislamiento preventivo obligatorio. Los chicos parecen pibes de barrio. El miembro de la fuerza de seguridad le recrimina al varón no haber obedecido a su padre, que le pidió que no saliera.
“¿Por qué se escapó? ¡Olvídese de su novia, si yo me olvido de mis hijos, usted olvídese de su novia!”, le grita el policía y tras averiguar que iban a Granadero Baigorria le pregunta a la mujer “¿qué mierda iban a hacer a Baigorria?”.
“¿Entiende lo que le estoy diciendo? ¿Oyó?”, berrea de modo imperativo el auxiliar de la justicia, mientras el pibe ni parpadea del susto.
Luego le consulta al varón sobre su perspectiva de futuro. “¿Tiene proyecto de vida usted?”. El adolescente parece no entender. Si tuviera uno en el bolsillo se lo daría, para que deje de gritarle. Sigue el policía: “Si tiene proyecto de vida quédese en su casa, no se mueva de su casa”.
El video tuvo éxito como ejemplo del temple de las fuerzas de seguridad para hacer comprender los alcances del decreto que estableció la cuarentena.
“¿A usted y a usted sabe lo que les hace falta? –pregunta retórico el agente-. Que los recaguen a patadas en el orto para que entiendan. Porque si les hablan no entienden, si los retan no entienden, si les prohíben no entienden. Entonces, ¿qué hay que hacer?”. Restregarles un calzado por las nalgas, obvio.
Los violadores
Unos días antes habían sido descubiertos en igual actitud –transgresión de la cuarentena- el dueño de la prepaga Medycin, de Delta Salud, de una franquicia de rugby y del diario digital Cruz del Sur, Fernando Riccomi; Carlos Ferroni, el propietario de la clínica oftalmológica que lleva su apellido; y en tres oportunidades un empresario que ofrece servicios de catering, Roberto Dutra.
En los dos primeros casos por haber viajado al exterior y no cumplir el aislamiento de 14 días, en el último porque la viajera fue la esposa. No hay videos que registren el reto policial a los empresarios ni consultas acerca de sus proyectos de vida. Con excepción del caso de Dutra, que es sacado de la torre Maui por personal de la ex PDI con modos correctos y llevado hasta un patrullero frente a las cámaras de los canales de TV abierta de Rosario y los entrometidos teléfonos móviles del personal policial.
Aleccione cabo
La versión web del diario Clarín tituló la difusión del episodio en la comisaría de Gálvez así: “La lección de un policía a dos adolescentes que violaron la cuarentena”. El título editorializa lo ocurrido de un modo positivo. Un maestro que brinda “una lección” a sus alumnos.
Como se dijo más arriba, la transgresión a la incómoda norma que estableció el aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el país no distingue sectores sociales. Es cierto que, antes de la detección de casos autóctonos de coronavirus, quienes debían someterse a la cuarentena eran aquellos que regresaban de viajes al exterior, puntualmente cuando provenían de países que ya tenían circulación de Covid-19. Que no comprendía, precisamente, a los postergados de la riqueza.
Lo que muestra el contraste de casos entre la pareja de adolescentes y los empresarios más o menos reconocidos es un modo de proceder cotidiano, harto naturalizado.
El vínculo más extendido de la Policía con “los pibes” residentes en barrios o zonas populares es el “verdugueo”. Lo que se ve en el video de la seccional de VGG.
Lo que llevó al Ministerio de Seguridad nacional a sancionar a tres gendarmes que hicieron hacer salto de rana, flexiones y cantar el himno nacional a siete chicos que volvían de un cumpleaños en La Matanza. Y los que obligan a caminar en cuclillas a tres pibes en la villa 1-11-14 del Bajo Flores.
El coronavirus no volvió distintas a las fuerzas de seguridad. Interpretan la ley del modo en que una extendida y añosa cultura institucional les enseñaron que se hace con los que previamente fueron clasificados –no solo por ellos, sino por discursos sociales más o menos dominantes- para ser objeto de esas prácticas. Que no son absolutas, como lo saben Riccomi, Ferroni y Dutra.
Fuente: El Eslabón
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