En medio de la inesperada pandemia, otra enfermedad peligrosa, la del olvido, se ha enseñoreado con la figura de Oscar Varsavsky, intelectual notable y consustanciado con el padecimiento de los oprimidos, cuyo centenario se cumplió en el más absoluto silencio. Recordemos unas memorables palabras de Raúl Scalabrini Ortiz sobre la ignorancia y el silencio sabiamente dosificado: “El silencio, es decir la ignorancia, permite mover las pasiones con mayor seguridad que una prolija argumentación. El silencio es un arma tan eficaz como la ley cuando se la maneja con habilidad. El silencio es mortífero para las ideas. El silencio abate toda pretensión de autonomía, coarta la inventiva, impide el análisis, sofoca la crítica, detiene el intercambio de pensamientos, en que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse”.
Y vaya si la ley del olvido ha caído sobre Oscar Varsavsky, al que queremos dedicarle unas modestas palabras. Nacido en 1920, estudió Ingeniería Química en la Universidad de Buenos Aires. Desde muy joven fue un defensor de la necesidad de aplicar la ciencia a los problemas del mundo concreto, teoría y práctica eran las dos caras de la misma moneda para él.
Dueño de una formación enciclopédica, fue una de las grandes autoridades en la formulación de modelos matemáticos aplicados a las ciencias sociales; y además, uno de los primeros impulsores desde el Instituto del Cálculo de la Facultad de Ciencias Exactas, de la computación en América Latina, proyecto destruido por el gobierno del general Juan Carlos Onganía.
Este afán de aplicar el conocimiento científico lo llevó a elaborar teorías que intentaran modificar la estructura de la dependencia. Su libro Proyectos Nacionales, es quizás la expresión más acabada de ese esfuerzo. Un país sin proyecto nacional, sostenía, siempre es “planificado” por el imperialismo y sus intereses.
Afirmaba que a los planteos que buscaban crear una sociedad de consumo que remedara a las sociedades desarrolladas, había que oponerle un modelo que tuviera como objetivo central el bienestar de los menesterosos. No faltan recursos en nuestras sociedades, lo que existe es una pésima distribución.
Denominaba al esquema que tuviera como eje a las necesidades populares como “pueblocéntrico”, contrapuesto al capitalista dependiente que él llamaba “empresocéntrico”; la diferencia esencial, estribaba en que en un sociedad atrasada, había que establecer prioridades de inversión. Para Varsavsky era un bochorno que en países pobres se gastara una fortuna en artículos suntuarios. Este gasto ostentoso, significa, por ejemplo, que una comunidad se pueda dar el lujo de contar con camionetas cuatro por cuatro, mientras la gran mayoría de la población ve con incertidumbre su futuro en materia sanitaria en medio de una crisis como la del coronavirus.
Llamaba “socialismo nacional creativo” al sistema que tuviera en cuenta la satisfacción de las necesidades de las mayorías. El mercado no resolvía con su “mano invisible” los problemas fundamentales de las clases postergadas; sin planificación social, el pez gordo se come al pequeño.
Fue un brillante divulgador y eminente docente. Autor de varios libros, además del ya citado, como Hacia una política científica nacional, Marco Histórico Constructivo, entre otros. Se dedicó en su última etapa de vida a las reflexiones epistemológicas, falleciendo cuando comenzaba la negra noche de la tiranía cívico militar de Videla y compañía. Es importante recuperar su legado si aspiramos a una Patria Grande independiente y unida.
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