Si bien el origen de la historia de la empresa familiar Vicentin se remonta a finales de la década del 20 del siglo pasado, la mayor expansión del grupo agroalimentario se produjo en los últimos 13 años, cuando incorporó o creó más de una decena de las compañías que integran los activos con los que contaba al momento de su concurso preventivo, en febrero pasado.
Esta línea de tiempo de la evolución de la principal firma de agronegocios del país –que en tres años pasó del puesto decimonoveno al sexto en el ranking de las principales 200 empresas que operan en Argentina- muestra el fuerte crecimiento en la última década en el rubro alimenticio y textil.
El fuerte de Vicentin para la economía local radica en que se trata de una empresa familiar de capitales nacionales qu e logró convertirse en un jugador destacado en la producción y exportación de agroalimentos, mercado donde priman las multinacionales como Dreyfus, Cargill o Cofco.
A diferencia de ellas, no cuenta con una “casa matriz” que financie su expansión y operaciones, por lo que Vicentin recurrió desde hace años a la banca internacional y local en procura de crédito para prefinanciar sus exportaciones y ampliar su capacidad.
También, de alguna manera, se financiaba con el dinero de los productores que le vendían el cereal bajo la modalidad de “a fijar precio”. La operatoria consistía en que Vicentin adquiría el grano pero no lo pagaba. Lo procesaba, lo exportaba y lo cobraba, y hasta el plazo del pago al productor “hacía trabajar” ese dinero en inversiones financieras.
Los vaivenes de la política cambiaria del macrismo, que en poco más de dos años llevó el valor del dólar de 20 a 62 pesos, el aumento de costos y una ambiciosa expansión llevó al grupo nacido en Avellaneda a no poder hacer frente a los pasivos financieros, que treparon hasta casi mil millones de dólares.
Otra explicación que está en vías de investigación, sobre la debacle del gigante santafesino, es si Vicentin utilizó parte de los recursos prestados para fugar divisas o vaciar la empresa.
La creación en 2018 y 2019 –poco antes de entrar en default- de sociedades offshore en Uruguay –como Vicentin Family Group, que controla en un 75 por ciento a Vicentin Saic, controlante a la vez de Vicentin Uruguay- revela una presunta intención de esconder en mamushkas capitalistas algunas operaciones del grupo, tal vez en transgresión a las leyes locales o cofines de elusión de impuestos, según el director del Banco Nación, Claudio Lozano, quien investigó la estructura del grupo.