Yo no sé, no. Había un almacén cerca de casa en el que el dueño, cuando no encontraba algo o no se acordaba el precio, decía: “La Patrona debe saber”. Y otro, en la otra cuadra, que cuando se veía en apuros decía: “Esperá que venga la Jefa”. Y uno se preguntaba si había diferencia entre Jefa y Patrona. En ese momento, para mi geografía, el almacén de la Patrona era para el lado de Ovidio Lagos y el de la Jefa para el lado de Rodríguez.
Cuando lo íbamos a buscar a Pi y a sus hermanos, para ir a la Vía Honda, Pi nos decía: “A ver, le pregunto a la Jefa”. La Jefa era su abuela, y enfrente de Pi, al tiempo vino a vivir Ricardito, que cuando lo invitábamos para la pelo, respondía con una acentuada tartamudez: “Esssperá, loooquito, que le pregunto a mi abuela”, que casi siempre estaba en la puerta. Alguna vez le preguntamos si su abu era la jefa. “Síii loooquito, es mi jefa”, contestó sonriendo.
Desde segundo grado, Pedro tenía como compañera de banco a la Susi, que tenía un carácter de jefa bárbaro, y sobre todo sobre él.
Transitando la adolescencia, uno ya llevaba en el lomo varias jefas: la vieja, la hermana mayor que se hacía cargo cuando los viejos salían a buscar el mango, la abuela y alguna que otra que nos acelerara las pulsaciones.
Cuando estábamos en la secundaria, ya comprendíamos la diferencia entre Patrona y Jefa. A esa altura, con Pedro habíamos escuchado esa grabación donde se da cuenta del paso a la inmortalidad de la Jefa espiritual del Peronismo. Aparte, con la militancia estudiantil y política, aparecieron ellas, las jefas, que no era ni más ni menos que hacerse cargo de la responsabilidad del momento. Y luego vinieron las Madres y las Abuelas con sus pañuelos como símbolo de su jefatura moral.
En estos momentos tan bravos, vaya un reconocimiento a todas aquellas, y las que vendrán.
“No habrá victoria sin jefas”, sentencia Pedro, y termina diciendo “Evita partió a las 20.25 de un 26 de Julio, y volvió en millones de Jefas”.
Fuente: El Eslabón