STS podría definirse a partir de lo que “no son”. Ni “un grupo de rock, ni la Municipalidad, ni un partido político, ni una multinacional, ni un equipo de handball”, dicen. Indagar en lo que sí son implica bucear en un cosmos de proyectos diversos entre sí pero con objetivos comunes.

Comenzaron siendo apenas once personas, todos ingenieros con algún tipo de especialidad: eléctrica, mecánica. Diez años después son más de 30 activistas con diferentes miradas, trayectorias y disciplinas. STS es la sigla de una organización que puede –además– entenderse como una plataforma de proyectos; o como un grupo de militantes sociales que se juntan con una misma misión: hacer de este mundo un lugar un poco más amigable, más digno de ser habitado. “Una sociedad sustentable, resiliente y equitativa”, dicen Fede Pérez y Melisa Alonso, dos de sus integrantes más activos, cuando conversamos acerca de los objetivos de la Asociación Civil, constituida como tal en el 2014, Soluciones Tecnológicas Sustentables (STS).

En 2009, la semilla que dio origen al grupo fue la fabricación de un termotanque solar con botellas recicladas. “Queríamos hacer algo práctico y sustentable para donar a alguna institución”, señala Fede. De un proyecto puntual y particular pensado por un grupo de ingenieros, avanzaron hacia lo global: pensar el para qué. Y en este sentido, reflexionar sobre el uso de las tecnologías como herramientas necesarias, pero no primordiales, para generar un cambio social y cultural. STS creció en diversidad y en proyectos: “Empezamos a estudiar y a dedicarnos a la parte tecnológica, ambientalista. A ser activistas y a abordar distintas problemáticas como la energía, la movilidad, la soberanía alimentaria y la educación socioambiental. En un primer momento creíamos que con la tecnología íbamos a poder solucionar todo pero después entendimos que lo que hace falta es un cambio cultural para avanzar hacia una sociedad más sustentable”, suma Melisa, licenciada en Recursos Naturales, quien se integró hace apenas un año y a partir de otro de los proyectos que tiene STS: Re Sapiens. Allí lo que hacen es promover la educación ambiental. “Buscamos fomentar la participación ciudadana, el pensamiento crítico y el consumo responsable. Capacitamos e informamos a estudiantes universitarios que después realizan talleres en escuelas secundarias. Muchos de Re Sapiens son integrantes de STS, y otros no. Hace un año trabajamos en un proyecto de extensión con una escuela de barrio Tablada”.

Melisa sonríe cuando responde a la pregunta acerca de cuáles fueron los motivos por los cuales se sumó a la organización. “Fue natural, encontré en STS una forma de trabajo horizontal que para mí es muy importante, y un lugar para poder hacer militancia ambiental. En STS estamos aprendiendo todo el tiempo, desde lo formal a través de los proyectos, hasta lo informal en las charlas y debates que tenemos internamente, donde la generación de información crítica es muy importante”. La problemática ambiental es una de las principales preocupaciones y ocupaciones del grupo. Por eso, y en estos meses, participan activamente de las movilizaciones contra la quema reiterada e intencional del humedal del Delta entrerriano. STS es una de las organizaciones que adhirió al recurso de amparo colectivo ambiental que diversas organizaciones presentaron ante la Corte Suprema de Justicia. “Para que no sólo termine este ecocidio sino también para exigir que el Delta del Paraná sea declarado Sujeto de Derecho, un organismo vivo que no reconoce límites políticos, sostenedor de la vida y ecosistema esencial para la mitigación y adaptación al cambio climático”.

Sobre ruedas

STS marcha sobre ruedas, en dos y en cuatro también. Hay proyectos fundamentales y troncales de la organización que apuntan a la movilidad sustentable: uno de ellos –y tal vez el más difundido– es Carpoolear. “Fomentamos la práctica del carpooling en Argentina para hacer un uso más eficiente del «automóvil» para viajes, a los fines de disminuir las emisiones de CO2, el consumo de combustibles fósiles, las congestiones de tránsito, los niveles de smog y ruido en las urbes y la probabilidad de accidentes de tránsito”, remarcan en la presentación.

La aplicación para celulares, y el sitio web que diseñaron, escaló a nivel nacional y actualmente cuenta con un equipo de trabajo propio que se ocupa de gestionarlo. “Es un proyecto colaborativo y de código abierto”, remarcan. La otra rueda que gira a nivel nacional y mundial es “Rosario en bici”. ¿Una aplicación?. “Mucho más que eso”, responden Fede y Melisa. “Es un proyecto fuerte, busca fomentar el uso de la bici como medio de transporte y aportar a la movilidad activa y repensar el espacio público para las personas. Los compañeros que están en el proyecto han participado en foros mundiales de la bici”. La novedad es que el año que viene, ese foro internacional se realizará en Rosario. La sede fue elegida a partir del impulso de una iniciativa similar que es Argentina en Bici, y a la cual STS ayudó a fundar. “Es un mega evento que lleva mucho trabajo y también articulamos con la Municipalidad”, cuenta Melisa.
Rosario en bici no solo es una app donde encontrar información útil para el ciclista o usuarixs de este tipo de transporte, es también un espacio de referencia y consulta para organismos estatales. “Es uno de los espacios más consultados por el estado municipal en materia de movilidad, como por ejemplo, la construcción de ciclovías”. Incidir en políticas públicas es otra de las metas que tiene STS, incluso uno de sus “ministerios” o áreas de trabajo se dedica específicamente a pensar y diseñar estrategias para ser actores de consulta para el Estado a la hora de generar políticas que incluyan las principales problemáticas que aborda la ong, es decir: la sustentabilidad, las problemáticas ambientales, la movilidad, la energía renovable.

La soberanía alimentaria

La pandemia por el COVID 19 potenció y multiplicó la demanda en los comedores barriales y merenderos populares. La emergencia sanitaria que atraviesa el mundo entero impactó de lleno en una emergencia económica que nuestro país viene padeciendo como consecuencia, fundamentalmente, de una crisis provocada en los últimos cuatro años del gobierno de Cambiemos.

El ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) complejizó la situación, y en los barrios, la economía informal se vio principalmente afectada. La realidad es que quienes sostienen los comedores populares coinciden en algo básico: la cantidad de raciones de comida o copas de leche que se acrecentaron. En este contexto surge el último proyecto de STS: “De la huerta a la olla”. STS es el lazo para canalizar las donaciones que cualquier persona puede realizar a través de su sitio web y, a su vez, promover la compra de productos agroecológicos. Esos alimentos sanos son los que después llegan a la olla de los comedores barriales. “Veíamos que cada vez había más demanda, en un comedor de 30 personas llegaron a tener 300. Y también las dificultades que tenían los productores de comercializar sus producciones en ferias. Y entonces pensamos en la idea de conectarlos. Y la red se armó muy rápidamente. Lo que tratamos de hacer es comprar a distintos productores de la zona, a distintos huerteros y productores de harinas, legumbres, etc, y a la vez las donaciones las hacemos a distintos comedores. Y hasta ahora llegamos a 17 comedores diferentes”, cuenta Federico. Melisa agrega: “También tratamos de canalizar las donaciones que hace la gente de forma totalmente transparente. Por eso creemos que hacemos un triple puente solidario”. No se trata sólo de donar alimentos. STS intenta también mantener un vínculo. Así fue como, frente a una necesidad concreta en un comedor, se pusieron a fabricar una cocina de alta eficiencia.

Otro proyecto que busca promover el consumo responsable es Ecoalimentate. Surgió en el año 2017 y se pensó en conjunto con una organización histórica en Rosario que es Taller Ecologista. En este caso, el sitio web funciona como una gran base de datos, o un mapa referencial, con experiencias de productores, almacenes, mercados y experiencias agroecológicas. Esto posibilita que los y las consumidoras puedan acceder a esa información y así conocer a quién y dónde comprar en su barrio. Tiene tres objetivos básicos: divulgar la historia del alimento, su origen geográfico, sus métodos productivos y el perfil del productor, facilitar el acceso a la información de productores, procesadores, ferias y mercados de la economía social de alimentos saludables y promover el acortamiento de la comercialización de alimentos, evitando el encarecimiento de precios, el control o concentración económica. “Todo el tiempo trabajamos junto a otras organizaciones”, explica Fede. Dice también que esa es una de las principales características de STS: estar en constante articulación con otras experiencias, potenciando no sólo los vínculos humanos sino también acercando “soluciones tecnológicas” ante diversas problemáticas.
En Gálvez al 800 funciona el Taller STS que es otro de los proyectos, en este caso, con una finalidad laboral. Se trata del “emprendimiento productivo” de la asociación civil. “El equipo del Taller STS está formado por profesionales de ingeniería, arquitectura y diseño comprometidos con la disminución del impacto ambiental de las actividades humanas y el aumento de la resiliencia de la sociedad en la que nos insertamos”. Una de las principales actividades es la de dar talleres y capacitaciones sobre energías renovables, sustentabilidad y diversos oficios. También hacen asesoramiento y diseño de proyectos para instituciones, empresas privadas y el propio Estado. “Hay gente que trabaja allí y que puede cobrar un sueldo. STS es el dueño del proyecto”, explica Federico.

Fortalecerse en comunidad es quizá la clave para el crecimiento de la organización que hace 11 años arrancaba con el armado de un termotanque solar. Federico, ingeniero mecánico, quien se sumó en el 2010 con la idea de armar una pedaléctrica, es decir un dispositivo que a través del pedaleo conjunto de 12 personas genere energía eléctrica, destaca el aprendizaje constante. Dice que cuando cursaba en la facultad no encontraba un lugar específico para canalizar su búsqueda, sus inquietudes. Es que “te forman para trabajar en una multinacional, y a mí en lo personal, siempre me gustó abordar el tema de las energías renovables, de investigar sobre el cambio climático. STS me ayudó a formarme muchísimo”. También cree que las tecnologías si bien son importantes para ser aplicadas a proyectos concretos, lo fundamental es buscar una conciencia social, un cambio cultural hacia otras formas de vida, hacia otros modelos de consumo y producción. “La tecnología te puede ayudar mucho, por ejemplo, a instalar un termotanque solar en tu casa para disminuir las emisiones de dióxido de carbono pero necesitás un cambio en el consumo, en la forma de alimentarse, en el transporte, en el turismo”. En la vida cotidiana. “Si vas a las asambleas de STS, en general hay alimentos sanos o productos agroecológicos, y la gran mayoría va en bicicleta”.

Melina, su compañera, refuerza la idea. Con una mirada vinculada específicamente a los recursos naturales, cierra con una reflexión: “En la Expo Rural tenés las cosechadoras enormes expuestas, pero cuando querés realizar agroecología extensiva no contás con la tecnología aplicada a eso. Entonces, hace falta pensar hacia qué tipo de modelo apuntan las tecnologías, y también de qué se alimentan, si de combustibles fósiles o si podemos pensar otro tipo de fuentes. Hay que repensar el para qué y para quiénes”.

 

Fuente: El Eslabón / Boletín Enredando

 

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