La escuela es para mí un territorio de promesas, el lugar de encuentros, desafíos y oportunidades que invita a esperar que nuevos aprendizajes ocurran, y el iniciar un ciclo lectivo es una nueva oportunidad de renovar el compromiso con las infancias.
Este año me tocaba recibir todas las mañanas a niños y niñas de 4º grado que hasta el año pasado habían transitado la escuela en el turno tarde; una oportunidad para conocerlos, conocerlas, aprender y enseñar.
Este año fue diferente, en la escuela en la que me desempeño como trabajadora de la educación no pudimos iniciar el ciclo lectivo debido a problemas edilicios, se derrumbó un pozo. Algunas semanas después se anunciaba la emergencia sanitaria y desde allí, a pensar en otras formas de enseñar y aprender en tiempos de aislamiento.
Pasar la escuela a la virtualidad se convertía en un desafío teniendo en cuenta que parte de la población escolar no tiene acceso a la virtualidad, porque no tienen PC ni Internet o porque hay familias que tienen que compartir el único teléfono móvil entre varios hijos e hijas y privilegiar el vínculo afectivo era la prioridad.
Primero recurrí a un lugar conocido de comunicación viable y común a la mayoría, un grupo de WhatsApp de adultos responsables de los niños y niñas y así comenzamos a transitar los días.
Era necesario explicar a los niños y niñas el porqué dejábamos de asistir a la escuela estableciendo un vínculo de confianza y seguridad y no de miedo. Acordamos formas de trabajo y nos acompañamos frente a la incertidumbre.
Meses después llegó la autorización, respetando el protocolo, de las tan necesarias visitas domiciliarias que permitieron conocernos (con algunos) y descubrir la sonrisa debajo de un barbijo que se reflejaba a través de sus ojos. Reinventarme y buscar la forma más adecuada para cada niño y niña resultó ser la clave como vínculo pedagógico. Son tiempos para una gran mayoría, difíciles de verdad, que requiere pensar desde una perspectiva más humana, más colectiva, más solidaria con mi entorno y desde allí, con las familias enseñar y aprender.
También acompañar y asistir ya sea avisando de la entrega del módulo alimentario, de los cuadernillos, de las firma de los formularios o libretas de Ansés, entre otras.
En este tiempo de educación a distancia, en este tiempo en el que las familias están preocupadas porque los niños y niñas no pueden ir a la escuela y expresan miedo a que se atrasen o confusión ante las noticias que dan los medios de comunicación es necesario redoblar esfuerzos y acompañar a las infancias a construir nuevos aprendizajes.
Las propuestas son variadas, teniendo en cuenta que los primeros en conocer las actividades son los adultos y es necesario que ellos sean cómplices motivacionales para sus hijos e hijas.
Las creaciones artísticas con la huella digital como símbolo de lo individual y a su vez de lo compartido por todas las personas forman parte de nuestra identidad y aunque pocos sabían que podían crear la propuesta cobró sentido y se animaron. –Seño, ¿te quería preguntar si la próxima clase podemos crear con la huella palmar?
No deben faltar los momentos de juego y alegría de la infancia y las rayuelas pintadas en el patio de casa. “La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato”. Julio Cortázar en Rayuela, capítulo 36. No tardaron en llegar los registros en fotos de las familias jugando y el comentario: “Gracias por la actividad, ¡cuánto nos reímos! Ya me había olvidado de lo divertido que era jugar”
Hermosas creaciones de arte efímero también estuvieron presentes a través de registros fotográficos mientras observaban el patio de casa previendo no tener recipientes contenedores de agua estancada que propague el virus del dengue.
Ni que hablar de las recetas de comidas o postres, ahí la seño no pudo ayudar mucho sólo sugirió que no les pasara lo mismo que al personaje del cuento Tío Néstor cocina los viernes de Silvia Schujer y registros fotográficos dulces y salados aparecieron ilusionando a esta maestra con probar alguna vez algunos.
Los relatos de sucesos históricos en este año Belgraniano no tardaron en llegar a través del kamishibai (teatrillo de madera para contar cuentos) acompañados de la invitación de animarse a participar de la convocatoria “Manuel Belgrano 2020” que proponía escribir sobre la vida y obra de Manuel Belgrano. Un alumno se animó a participar y con la ayuda de su mamá como mediadora que también se involucró con la propuesta pudimos comunicarnos por audio para que él se sintiera acompañado y estimulado. Carta a mi amigo Manuel y cientos de trabajos más pasaran a integrar un libro dedicado al creador de la bandera. Porque si hay algo que quiero para mis alumnos y alumnas es que sueñen alto y sin fronteras y acompañarlos en el proceso.
Y como se sabe que la lectura no es algo de lo que la escuela pueda desentenderse, cada día me preparo con mi guardapolvo blanco y con ayuda de mi familia preparo un video porque las infancias merecen vivenciar la felicidad que irradian los libros, los cuentos leídos en voz alta, como una de las maneras más bellas y democráticas de incluirlos e integrarlos garantizando su derecho a leer y aunque la única finalidad es compartir el momento se agradecen los comentarios: “¡Qué bello tu cuento seño!”; “Me gustó esa parte donde habla de la familia y de la confianza que la mamá tenía en su hijo”, “Seño sé que es tarde, estoy volviendo del trabajo ¡qué lindo cuento envió hoy, qué bien me hizo”.
Y como Caracol, uno de los personajes de un cuento leído, Andar despacio de Fernanda Felice disfrutamos del andar que nos permitió conocernos virtualmente, crear, inventar, buscar, cocinar, escribir, rapear, bailar, dibujar… Porque para aprender se necesita tiempo y el juego y la palabra son esenciales siempre.
Ojalá que en este tiempo difícil que estamos transitando la población toda pueda entender que los docentes usando nuestros propios recursos, continuamos trabajando porque como todos los trabajadores merecemos sueldos dignos, mejores condiciones de trabajo, escuelas seguras sin olvidar a nuestros reemplazantes y jubilados. No dejamos de enseñar, enseñamos a luchar.
* Maestra de la Escuela N°1.209 Provincia de Chaco, Pérez.
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