Yo no sé, no. Pedro me cuenta que cuando era muy pibe jugaba a identificar las sirenas. Como no las tenía junadas, cuando sonaba alguna decía “a que es la poli”, o “esa es una ambulancia”, o “esta, seguro, es la de los bomberos”. Esta última era más larga y se veía que los más grandes la conocían porque salían al toque a la vereda. Y como el barrio estaba cerca de unos aserraderos, siempre estaba la idea que alguno de ellos se incendiase, o el depósito de combustible de San Juan y Rodríguez, siempre con olor a kerosén. Cuando nos mudamos al sur de la ciudad, se sumaron las de algunas fábricas, o la del tren, aunque para muchos lo del tren no era sirena, sino bocina. Y algunos partidos del campito terminaban con la sirena de las 6 de la tarde de una fábrica cercana.
En la escuela estábamos más atentos a la sirena de las 14, de Acindar, pues a esa hora ya teníamos que rumbear rápido a casa y no colgarnos con el metegol o afilando con alguna de los chalecitos de Acindar.

La previa, antes de entrar al Superior de Comercio, la hacíamos en La Sirena, de Mendoza y Moreno. Pedro no se acuerda si el nombre del bar venía por el lado de la mitología o por el sonido de alarma o atención, de todos modos, uno cuando se iba acercando al susodicho bar, pensaba que sonaba una sirena como recibimiento.

Hoy, por el barrio, con más frecuencia se oyen algunas. Unas son de la cana, otras de las ambulancias pidiendo paso (y son las que más nos preocupan), las de las fábricas por ahí suena alguna, mientras uno ve que en las pantallas de los medios hegemónicos suenan voces miserables, como canto de sirenas, que pretenden confundir, engañar y provocar un sufrimiento aún mayor en nuestra gente, sea esta partidaria de este gobierno, como los que no lo son, habrá que convencer a muchos que por ahora nos tapamos y protegemos con el tapaboca. A los oídos los protegemos recordando aquellos sonidos, aquellas risas, aquellas voces de los nuestros.

Suavemente se va instalando la noche, y Pedro dice: “Mirá, si no suena ni la de la poli, ni la de las ambulancias, habremos ganado tiempo y crecerá la posibilidad de que una mañana nos despertemos con una fuerte sirena que anuncie que lo peor de la pandemia pasó. Y que al rato suene otra convocando a todas las trincheras a prepararse para la pelea por una Patria para muchos. Y para eso, la Patria tiene que ser Grande como alguna vez la soñamos.

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