Penélope Cruz, Leonardo DiCaprio, Sacha Baron Cohen, Jennifer Lawrence y Kim Kardashian, entre otros, se incorporaron la semana pasada al boicot contra Facebook e Instagram. Pero la campaña no es nueva, e incluyó, además de famosos, a más de mil empresas que quitaron temporalmente su publicidad en estas redes sociales como señal de protesta.
Las estrellas dejaron de publicar en sus cuentas, algunas sólo por un día, para sumarse al boicot. Las empresas, en cambio, les tocaron el bolsillo y privaron a Facebook e Instagram de ganar millones de dólares, aunque también por un tiempo limitado. Con el nombre “Paren de lucrar con el odio” y la etiqueta #StopHateForProfit la campaña comenzó en junio de 2020.
El detonante fue que Facebook se negó a censurar una publicación del presidente de EEUU, Donald Trump, que decía: “Cuando comienza el saqueo, comienza el tiroteo”.
La red social de Zuckerberg también declinó quitar otra publicación de Trump que criticaba las protestas que tuvieron lugar en Seattle entre junio y julio. Es habitual que el mandatario utilice las redes sociales, entre otras cosas, para amenazar y lanzar mensajes de claro tono racista, autoritario y represivo contra quienes se atreven a salir a las calles a protestar.
El brutal asesinato de George Floyd, perpetrado el 25 de mayo de 2020 en el vecindario de Powderhorn, en la ciudad de Mineápolis, Minesota, se sumó a una larga lista de crímenes racistas cometidos por la policía. Miles de personas dijeron “basta” y salieron a manifestarse, y fueron reprimidas ferozmente. Trump militarizó las calles con la Guardia Nacional. Cientos de ciudades de EEUU literalmente se incendiaron, y también hubo multitudinarias movilizaciones en decenas de ciudades del mundo.
El caso Floyd no hizo más que echar más leña a un fuego que venía de lejos: el uso y abuso que la derecha hace de las redes sociales para promover odio, racismo, discriminación y desprecio por todas y todos los militantes que luchan por los derechos humanos, la justicia social y las distintas formas de opresión, además de denunciar los abusos de la policía, las fuerzas armadas y las grandes corporaciones.
Uno de los organizadores del boicot, el referente de la Liga Anti-Difamación (en inglés Anti-Defamation League: ADL) y ex asesor de Barack Obama, Jonathan Greenblatt, contó que la idea surgió porque su organización pensó que Facebook “no estaba haciendo lo suficiente para censurar el discurso de odio”. Y señaló que el movimiento de ultraderecha, racista y autodenominado libertario, conocido como boogaloo, o Los chicos de boogaloo, enviaba mensajes de odio racista contra los que protestaban contra la brutalidad policial que le costó la vida a Floyd.
Los boogaloo son un buen ejemplo de los movimientos de extrema derecha que tienen una importante, e impune, presencia en las redes. Se trata, además, de una milicia muy bien armada cuyos integrantes declaran estar listos para iniciar una segunda guerra civil estadounidense a la que llaman el boogaloo.
Preocupado por las actividades de los chicos de boogaloo, Jonathan Greenblatt solicitó una reunión con representantes de Facebook, pero fue rechazada. Esto lo decidió a iniciar una acción conjunta con un amplio espectro de organizaciones y movimientos sociales.
Según detalló el sitio mexicano Business Insider México, las organizaciones ADL, la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP), Sleeping Giants, Color Of Change, Free Press y Common Sense pidieron a algunas de las corporaciones más grandes del mundo que pararan su publicidad en Facebook durante el mes de julio de 2020.
La campaña “Paren de lucrar con el odio” invitó a “enviar un mensaje poderoso a Facebook: “Sus ganancias nunca valdrán la pena promoviendo el odio, la intolerancia, el racismo, el antisemitismo y la violencia”.
El 17 de junio, estas organizaciones iniciaron la campaña a través de un anuncio de página completa en el diario Los Angeles Times. El movimiento fue sumando organizaciones: La Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, Mozilla y la Coalición Nacional de Medios Hispanos, entre otros.
En el anuncio se incluía una pregunta: qué podría hacer Facebook con los 70 mil millones de dólares en ingresos que obtiene de publicidad cada año.
La idea inicial de la campaña fue solicitar una pausa de anuncios en junio de 2020, pidiendo a las empresas que detuvieran el gasto en publicidad de Facebook e Instagram para julio de 2020. Pero más allá de esos primeros pasos, y de las más de mil grandes corporaciones que se sumaron, el movimiento continúa porque colocó a las redes sociales bajo la lupa.
Los avances de la derecha en América latina
En América Latina no contamos con glamorosos actos militantes de Penélope Cruz, Leonardo DiCaprio, Sacha Baron Cohen, Jennifer Lawrence y Kim Kardashian. Las acciones de las “celebridades” constituyen, de todos modos, actos de buena voluntad algo ingenuos, poco efectivos, políticamente correctos, pero que no van al fondo de la cuestión. El problema no es solo el presunto “descuido” de Facebook, Instagram y Twitter, sino el poder monopólico y cada vez más concentrado de estas corporaciones.
El problema de fondo se sintetiza con unas pocas palabras: la propiedad, la concentración de riquezas, el monopolio. Tanto poder económico, político y simbólico tiene en jaque a las democracias del mundo y mantiene como rehenes a miles de millones de usuarios. Las bien intencionadas estrellas de Hollywood pueden ayudar, en el mejor de los casos, a visibilizar el problema, pero siempre quedándose en la superficie.
En América Latina, el odio a través de las redes (entre otros muchos factores) contribuyó al crecimiento de la derecha. Y lo hizo a través del uso sistemático de la mentira, la demonización de los adversarios políticos y el invento de causas judiciales. En la región, el odio que exudan las redes forma parte de un entramado muy complejo. Funciona en el contexto de medios concentrados (la acción de los canales de noticias es fundamental), el papel de cierta parte del Poder Judicial al servicio de las corporaciones, y los servicios de inteligencia, por sólo nombrar algunos de los muchos actores bajo la coordinación de EEUU.
No hay ningún secreto en este punto: la administración Trump señaló con la sinceridad brutal que la caracteriza el retorno de la doctrina Monroe (“América para los americanos”), que significa condenar a la región a ser el patio trasero del imperio.
El odio, la mentira y otras tantas estratagemas apuntan, en América Latina, a estigmatizar, encarcelar y proscribir a todo dirigente político que signifique un escollo a los planes de Washington.
Esta influencia de Facebook a favor de las derechas en América Latina quedó confirmada, documentada y probada en forma irrefutable la semana pasada. Una ex empleada de Facebook, la científica de datos Sophie Zhang, se decidió a escribir un documento describiendo los daños, mentiras y formas de manipulación que esa red social viene produciendo al mundo, incluida América Latina, específicamente Bolivia y Ecuador. “Tengo las manos manchadas con sangre”, afirmó en el informe de 6.600 palabras que envió a sus ex compañeros de trabajo.
La sangre del pueblo boliviano que lucha contra la dictadura, que se impuso a sangre y fuego tras el golpe de Estado (en el que la influencia de las noticias falsas a través de Facebook no fue menor), mancha las manos de Zhang.
Parte del informe puede leerse en el sitio de noticias del Reino Unido BBC, bajo el título “Facebook staffer sends «blood on my hands» memo” (“El memorándum de la empleada de Facebook con sangre en las manos”).
Las estrellas y sus sacrificios militantes
Según informó el diario español El País, varias celebridades, entre ellas Leonardo DiCaprio y Kim Kardashian, anunciaron que no publicarán nada en sus cuentas de Instagram durante un día (el miércoles 16 de septiembre). “El objetivo de este boicot es exigir a Facebook, empresa propietaria de la red social, que combata de forma más eficaz los contenidos de odio y la desinformación”, señaló el diario español.
En un mensaje publicado en su cuenta, donde tiene casi 190 millones de seguidores, Kardashian explicaba que le encanta conectar directamente con sus fans a través de Instagram y Facebook, pero que no puede quedarse “sentada y en silencio mientras estas plataformas siguen permitiendo que se difunda el odio, la propaganda y la desinformación”, para tomar medidas “sólo después de que muera gente”, señaló en declaraciones a El País.
La estrella invitaba además a sus seguidores a sumarse al boicot de un día, usando la etiqueta #StopHateForProfit. En Facebook anunció además que sus marcas de moda y cosmética se unen al boicot.
Ante las protestas, la respuesta de Facebook sonó como una gastada letanía: “Respetamos profundamente la decisión de cualquier marca y seguimos enfocados en la importante labor de retirar el discurso de odio y entregar información crítica sobre la votación”, dijo la vicepresidenta del grupo de negocios globales de Facebook, Carolyn Everson.
“Tenemos conversaciones con empresas y organizaciones de derechos civiles sobre cómo podemos ser, juntos, una fuerza para el bien”, agregó.
Según el sitio de noticias mexicano Business Insider, Coca-Cola se sumó al movimiento en junio. El presidente ejecutivo de la compañía, James Quincey, anunció que detendrían todos los anuncios en las redes sociales de Zuckerberg durante 30 días. “No hay lugar para el racismo en el mundo y no hay lugar para el racismo en las redes sociales”, escribió Quincey en el comunicado de prensa de la famosa gaseosa. Microsoft detuvo sus inversiones publicitarias en Facebook en EEUU desde mayo. Y lo hará a nivel mundial.
Pero más allá del optimismo ingenuo de algunos, analistas especializados en redes brindan un panorama mucho más complejo. En su nota del diario británico The Guardian, Julia Carrie Wong afirma que Facebook ya sobrevivió antes a varias crisis que parecían amenazar su existencia, y que el boicot no va a cambiar nada.
En su nota titulada “Demasiado grande para fracasar: por qué incluso un boicot histórico no cambiará a Facebook” (“Too big to fail: why even a historic ad boycott won’t change Facebook”) señala: “A pesar de la naturaleza sin precedentes del boicot publicitario, parece poco probable que Facebook cambie fundamentalmente. La compañía ha resistido crisis aparentemente existenciales en el pasado y logró emerger con su equipo de liderazgo, capitalización de mercado y modelo de negocios intactos”.
“Esta no es todavía la gota que colma el vaso”, dijo Dipanjan Chatterjee, vicepresidente y analista principal de Forrester Research, citado por Wong en The Guardian.
“Facebook es demasiado grande para fracasar”, agregó Chatterjee. La frase es más que un eslogan, es una suerte de dogma de la religión capitalista. Los grandes nunca caen, ni pierden, ni quiebran. Se sostienen, se salvan, a costa de la sangre y el hambre de los más pequeños, de los explotados.
Y son, justamente, las redes sociales una de las herramientas fundamentales para difundir la ideología de ir en ayuda del más rico, el más poderoso y el más fuerte: todos víctimas de la angurria y la crueldad de los pobres, la violencia de los militantes sociales y el carácter demoníaco de toda construcción colectiva que intente crear un mundo menos injusto.
Fuente: El Eslabón