Yo no sé, no. Pedro se acordaba cuando en los negocios del barrio, granja, verdulería y carnicería, aparecían los pizarrones a modo de cartel con las palabras ofertas, rebajas y saldos, esta última más en las tiendas y/o zapaterías. Él sabía, aunque sin saber leer o el significado de las palabras, que como compraba la vieja, él con las chirolas que conseguía tendría que comprar donde estaban esas pizarras, siempre haciendo un promedio entre la calidad y el precio. A veces, cuando lo lograba, era un golazo; era cuestión de hacer rendir la moneda. Don Ángel, el de la verdulería, alguna vez le dijo: parecés un gitano a la hora de comprar. Y aunque Pedro nunca había visto a ninguno, no le caía mal ese parecido. Por ese entonces los golazos en Central los hacía el flaco Menotti y tenía un gran socio, el Gitano Juárez; los dos se fueron de Central en el 64. Ese año se frustraba el regreso del General Perón. Volviendo a los promedios, Pedro veía que donde había un 6, podía haber algo al alcance de él. Además, menos la papa, casi todo era de a media docena, o medio kilo, que muchas veces eran 600 gramos. Además, en unos años aparecía el Chino Mesiano con la 6 en Central, más tarde en River y, aparte, 6 al lado de dos grandes: Meléndez y Perfumo. O a nivel internacional, Beckenbauer. Sectores medios económicamente accedían a un 0km, el Fiat 600. Cuando estaba terminando la primaria Pedro decía: “Si tengo un 600 es para irme con esa piba de barrio Acindar a la costa, capaz llegaría hasta Gesell”.

Cuando el 73, ya yendo al Superior por la noche, la oferta política para los jóvenes era de lo más variada. En la economía había una transferencia en los ingresos hacia los sectores populares y el saldo a fin de mes era progresivamente positivo para los trabajadores.

En algún momento todo empezó a cambiar para mal, la oferta de manos desocupadas aumentaba y en los carteles de muchos comercios aparecía la palabra liquidación, seguida “por cierre definitivo”. Hoy, con algunas señales que son alentadoras, que quizás sean pocas para lo que necesitamos, las pizarras del poder financiero intentan condicionar todo. Pedro, que por ahí ve más cosas positivas que yo, me dice: “Mirá, si bien la transferencia en lo económico se la siguen llevando los miserables, el saldo a fin de mes nos da en rojo y son capaces de liquidar la patria por sus intereses mezquinos y miserables; con lo que pasa en la Región, con el MAS de Evo y el adiós a la Constitución de Pinochet en Chile, y si algo empezamos a hacer nosotros, el promedio nos da como para acercarnos a un 6 y regularizando, si arrancamos con eso, vamos por más, por lo que alguna vez tuvimos y nos pareció poco”.

“Pero creeme –prosigue–, en una de esas a los pizarrones los vuelven a escribir las mayorías postergadas, esas que no tienen acceso a un buen salario, a la educación, a la salud, a un pedazo de tierra para la casa propia. Y para eso tiene que haber una rebaja en las ganancias financieras, una gran oferta de patriotismo por el lado de los nuestros. Para poder liberar a la patria, habrá que liquidar el poder de los miserables”. Antes de irse, mira y trata de leer la oferta de la granja de la esquina, y me dice: “Todo bien con las supremas, pero eso sí, cuando aparezca el ofertón de milanesa de carne estaremos por buen camino”.

 

Fuente: El Eslabón

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