Yo no sé, no. Pedro se acuerda de las reuniones familiares en las que uno de los interrogantes era dónde poner la mesa. Adentro o en el patio. O a veces en la vereda. La cuestión dependía de la cantidad de participantes y el pronóstico del tiempo. 

En la casa de la tía madrina, seguro para diciembre se estrenaría un hule en la mesa de la cocina-comedor. En la tele sólo se veía el 7, hasta que aparecieron el 5 y el 3. Uno de los primeros programas en vivo del 5 fue Almorcemos Juntos.

Mirtha, allá por el 68, comenzaba con la mesa de sus almuerzos y también estaban La Botica del Ángel, por el 7, y Grandes Valores del Tango, por el 9. En todos había mesas. Y en algún momento aparecieron las mesas de nerolite, en las que se podían hacer garabatos y borrarlos.

En las mesas de votación de la provincia de Buenos Aires, esquivando la proscripción, el peronismo volvió al triunfo con la figura de Andrés Framini. En noviembre del 63, moría Gatica. El Mono no llegaría a la mesa de fin de año.

Ya en el sur de la ciudad, por el 64, todos (o casi todos) los vecinos, llegado los primeros calores, ponían sus mesas afuera a la hora de comer. Eran pocos los bares en los que persistía la mesa redonda de lata y en muchos, en las mesas de afuera, no te servían la cafetería. Algunos sostenían que era porque los pocillos eran muy caros y se los afanaban. Pedro le dibujaba un corazón en la mesa de actividades prácticas dedicado a una que lo tenía con el bobo a mil, con sus miradas. La seño lo vio, y quedó en penitencia después de hora.

Mientras Pedro, con diez años, estaba parado en la dirección del colegio, en el país una Mesa de Enlace de entonces, que eran los agroexportadores y lo peor de las FF.AA, ponían a Onganía como presidente de facto en la dirección del Estado. 

En la mesas era (y es) muy común, cambiar a los bebés. Y en algún momento apareció el aceite Johnson. Y otro Johnson, presidente de EEUU, decidía intervenir militarmente a un país, en cuya mesa el alimento principal era el arroz, pero con un gran patriotismo. Ese país era Vietnam. En el 73, en casi todas las mesas de votación ganaba el Frente Justicialista de Liberación.

En las mesas de Pancho Freddy y de la Sirena, así como en las de Nino, de Oroño y Mendoza, se llenaba de pibes militando. Después desbarrancaron todo, la mesa de los argentinos se empobreció y en el país reinaban las mesas de dinero, a sangre y fuego. En el 83, con la democracia, en la tele aparecía Mesa de Noticias. Luego, en el mejor momento de los gobiernos de Néstor y Cristina, apareció otra Mesa de Enlace fogoneada por los mismos medios miserables de siempre.

Pedro me dice hoy: Hay que entrar a diciembre garantizando la mesa de las mayorías. Y en una de esas, arrancamos enero con la vacuna sobre la mesa y más actividades abiertas. Lo jodido, ahora, es que los medios más antipatria que nunca nos dicen a cada rato: Hay que sentarse en una mesa con el FMI para llegar a un acuerdo. 

Yo, la verdad, la veo jodida. Pero Pedro, que es más optimista que yo, me dice: Los senadores nuestros pusieron las cartas sobre la mesa. Si le doblamos el brazo en esta pulseada al FMI, y con otras cosas que habrá que hacer para que la mesa de todos mejore progresivamente, son ellos o la mesa de la Patria.

Mientras relojeamos la tele del kiosco, donde se habla de una supuesta mesa de milicos trasnochados, Pedro, mirando el precio de la sidra y señalando el lugar donde hubo una gran sombra, exclama: ¡Ahí hubo una gran mesa y grandes encuentros!

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