Yo no sé, no. Pedro se acordaba de aquella vez que tenía que ir al Gran Rex y había llovido. Y volvería a llover, según el pronosticador que tenía uno de los programas radiales de Juan Gerardo Marmora, posiblemente de tango. Eso fue allá por el ‘72. Ese año se estrenaba en el cine Estoy hecho un demonio, La Maffia y Juan Manuel de Rosas. Y a la Coca la disfrutaban los mayores de 18, en Fiebre.
Los compañeros de la resistencia disfrutaban al General en el trasvasamiento Generacional y a La Hora de los Hornos, también en la clandestinidad.
Lo cierto es que ir al Gran Rex no era lo mismo que ir al Sol de Mayo, no se podía llegar embarrado y mucho menos si te ibas a encontrar con alguna chica para ir a comer pizza y tomar cerveza al Astral. Entonces, una de las soluciones era dejar las zapas entre los pastos, en Iriondo y Biedma, cerca de la parada del 52, y recién ahí ponerse los tamangos lustraditos que habían llegaban en una bolsa de algún regalo.
Los rugbier uruguayos, en aquel ‘72 y después de 72 días, eran rescatados en plena cordillera y sólo 16 sobrevivieron. En Trelew, en tanto, fusilaban a 16 militantes de organizaciones populares.
Ese año los rusos llegaron a posarse en la Luna y Sui Generis lanzaba Canción para mi muerte. San Lorenzo salía campeón del Nacional y Central terminaba sexto, distraído por la Libertadores.
Volviendo a esos dos metros (cuadrados) donde dejábamos las zapas embarradas, Pedro me dice que le fue bien aquella tarde en el encuentro con aquella piba y que entre otras cosas le dijo, mirando los Grimoldi a cordones: “¡Qué lustradita, eh!”. Y también se acuerda que aquellas zapas, que ni las lavó, lo acompañaron hasta un picnic de la UES, en el ‘73, y le dijo a Maria Angélica, cuando esta le vio tanto barro acumulado en aquellas Flechas, que eran “por si pinta un fulbito”.
Hoy, cuando vemos que tenemos que transitar a veces más de 2 cuadras para llegar a la parada del colectivo, con las veredas y calles embarradas, con Pedro extrañamos aquellas Flechas que nos hacían el aguante en lo más feo del camino y que nos esperaban a la vuelta de un encuentro triunfal, para servirnos de escoltas en los últimos tramos. Y bueno, hoy más que nunca, en estos tiempos en que se nos hace intransitable una parte del camino, debemos recuperar tanto ese par de metros cuadrados como aquellas zapas que, por más barro que hubo y habrá, nunca se mancharon.
Con Pedro escuchamos el pronóstico que dice “probables chaparrones”, y como vamos para el lado de la parada del 52 (hoy 128) nos miramos cómo andamos de zapas, o si da para tamangos, y nos despreocupamos al saber que el camino ha mejorado. Lo que debería mejorar, o deberíamos mejorar, me dice Pedro, es el camino que necesitamos para volver a subir a ese gran colectivo que necesita la patria.
Fuente: El Eslabón