Tras décadas de gobiernos neoliberales que hambrearon y reprimieron al pueblo, el sistema político e institucional peruano quedó en ruinas. Los grandes partidos históricos fueron perdiendo peso específico. El gatopardismo y los más mezquinos intereses personales y sectoriales reemplazaron a los proyectos colectivos. Se produjo una grieta, que crece cada día, entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento, que desde hace años se combaten mutuamente. La corrupción se tragó a varios presidentes y la inestabilidad institucional se convirtió en regla. La represión a las protestas callejeras es feroz e impune. Los muertos, como siempre, los pone el pueblo.
El “que se vayan todos” pasó a ocupar el centro del sentido común dominante. Y la anti-política (esa estratagema de la derecha para hacer política) pudo realizar su trabajo de manipulación sin trabas, y con mucho material para construir verdades y mentiras, y para elevar y luego destituir candidatos.
En este marco, en la primera vuelta de las elecciones triunfó Pedro Castillo (Patria Libre), con el 19,08 por ciento de los votos. Keiko Fujimori (Fuerza Popular) ocupó el segundo lugar con el 13,3 por ciento.
La sorpresa Pedro Castillo
“Luce siempre un sombrero de paja y un lápiz, plantea propuestas como el cierre del Congreso y acudió a votar montado en una yegua”, señala la nota de Página 12 titulada “¿Quién es Pedro Castillo? La gran sorpresa de la elección en Perú”
“De 51 años, es maestro de primaria en la región andina de Cajamarca, de donde es originario, y ganó notoriedad a partir de 2017, cuando encabezó una huelga nacional de docentes, que detuvo las clases durante tres meses, para reclamar mejoras salariales y eliminar las evaluaciones al desempeño laboral de los maestros”, agrega Página 12.
En esa gran movilización, señala el diario argentino, Castillo lideró una facción disidente del tradicional Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (Sutep). Para desprestigiarlo, en ese momento fue acusado de mantener nexos con el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), brazo político del grupo Sendero Luminoso, algo que el candidato siempre negó.
Castillo propone un “Estado socialista”, una ley que regule los medios de comunicación y elevar del 3,5 al 10 por ciento del producto bruto interno el presupuesto educativo para garantizar una mejor infraestructura, equipamiento, aumento de sueldo a los docentes y la creación del programa Perú Libre de Analfabetismo, que convocaría a 50 mil maestros jóvenes para erradicarlo. Propone asimismo el cierre del Congreso.
Tras el triunfo, señaló que “el cambio y la lucha recién comienzan”, y agregó que “la gran alianza para sacar adelante el Perú no es obedeciendo a planes programáticos. La gran alianza se tiene que hacer con el mismo y verdadero pueblo peruano”.
En repetidas ocasiones, se manifestó en contra de la igualdad de género en la educación y el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo. En cuanto al aborto, aseguró que aunque “no está de acuerdo” lo trasladaría a la Asamblea Constituyente para que lo decida.
Si bien algunas ciudadanas y ciudadanos lo consideran de izquierda, otros lo ven como un enigma y no pueden siquiera imaginar qué hará si se convierte en presidente.
La máquina de tragar mandatarios
Formar una coalición opositora de dos tercios del Congreso unicameral y, a la vez, con la ayuda de los medios y las redes, construir una narrativa que apunte a la corrupción y a la “incapacidad moral” de un mandatario es suficiente para destituirlo. Se denomina moción de censura y en Perú se hizo uso y abuso de este procedimiento.
Desde 2016, se presentaron cuatro de estas mociones de censura, que derribaron a dos presidentes. Perú tuvo cuatro presidentes en cinco años.
La gran pregunta que queda pendiente, más allá de los resultados de la segunda vuelta electoral del 6 de junio, apunta a cómo conseguir gobernabilidad. El presidente o la presidenta que surja deberá lidiar con esta limitación inicial: la aprobación popular (por alta que sea) no basta para sostenerse en el gobierno.
Una democracia sin partidos se vacía de sentido y se desgasta sin remedio cuando el presidente no tiene una bancada que respalde sus decisiones y su permanencia en el cargo.
Pedro Pablo Kuczynski gobernó desde el 28 de julio de 2016 hasta que fue obligado a renunciar por corrupción el 23 de marzo de 2018. La Justicia inició una investigación por lavado de activos y su presunta relación con el caso Lava Jato, en 2019. Lo condenó a 36 meses de prisión preventiva. El ex mandatario cumple arresto domiciliario
Luego fue el turno de Martín Vizcarra, que había sido vicepresidente de Kuczynski. Asumió el 23 de marzo de 2018 y duró hasta el 9 de noviembre del 2020, cuando el Parlamento declaró su “permanente incapacidad moral”. La pésima relación entre Vizcarra y el Congreso fujimorista marcó y condenó a su gobierno.
El 30 de septiembre de 2019, el mandatario disolvió el Congreso en medio de la crisis e incertidumbre política que vivía la nación desde 2017. El presidente acusó al Parlamento por negarle de facto una cuestión de confianza para modificar el mecanismo de selección de magistrados. En septiembre de 2020, el Congreso inició un proceso para declarar la permanente incapacidad moral de Vizcarra por “haber faltado a la verdad y obstruido las investigaciones en sede congresal y penal”.
Tras la salida de Vizcarra, se produjo la breve presidencia de Manuel Arturo Merino, que ocupó el cargo del 10 al 15 de noviembre de 2020. Debió renunciar cuando el pueblo salió a la calle en forma masiva y fue reprimido con ferocidad, con un saldo oficial de dos muertos.
Francisco Sagasti ocupa la presidencia desde el 16 de noviembre de 2020. Anteriormente desempeñó cargos en los gobiernos de Juan Velasco Alvarado, de Francisco Morales Bermúdez y en el de Alan García, llegando a ser además alto ejecutivo del Banco Mundial.
Antes de Kuczynski gobernó, entre 2011 y 2016, Ollanta Humala, que también fue acusado de corrupción y condenado. El 13 de julio de 2017, Humala fue recluido de forma preventiva. El 26 de abril de 2018 se inició su proceso de libertad, pero la investigación continúa.
El predecesor de Humala fue el dos veces presidente Alan García (1985-1990 y 2006-2011). El 17 de abril de 2019, García se suicidó cuando la policía se preparaba para detenerlo por asuntos relacionados al caso Odebrecht, que junto con el Lava Jato fueron los dos escándalos de corrupción que arrasaron con buena parte de la política peruana y regional.
Entre 2001 y 2006 gobernó Alejandro Toledo, que también terminó tragado por la corrupción del caso Odebrecht en 2017. El 16 de julio de 2019 fue arrestado en EEUU y hoy está en libertad bajo fianza.
Entre 1990 y 2000, Perú pasó por la pesadilla fujimorista, que combinó periodos constitucionales con autogolpes y maniobras ilegítimas para mantenerse en el poder, contando con el apoyo de una parte del electorado. Alberto Fujimori está preso en el penal de Barbadillo tras ser condenado por delitos de lesa humanidad, innumerables violaciones a los derechos humanos, corrupción, peculado y usurpación de funciones, entre otros cargos. Su hija, Keiko, sigue en carrera.
Fuente: El Eslabón