Yo no sé, no. Era una mañana muy fría y a Pedro lo mandaron a comprar limones. La verdulería de al lado no tenía, así que caminó un par de cuadras por esa Zeballos tan linda, tan empedrada. Cuando pasó por una casa en la que había un limonero escondido, le llamaron la atención dos claveles blancos. No era tiempo de claveles, y esa mañana tuvo un buen presentimiento. Cuando volvió a la casa, vió que le habían comprado el rompeviento azul que siempre había querido para hacer gimnasia. Bueno, mucha gimnasia no hacía, pero siempre que podía se iba al parque a pegarse una corrida. Quería llegar a los cien metros, cargados de aire los pulmones, y que siempre le alcanzara por más viento adverso que hubiera. Tiempo después, haciendo gimnasia en la cancha de Acindar, Pedro tuvo otra vez un buen presentimiento. Y cuando volvía, con su rompeviento azul, vio a la piba que siempre quería ver en la punta del barrio.
Una tarde, en la cancha de Yapeyú, había un viento cruzado y cuando arrancó el partido no la podíamos agarrar. Hasta que vimos que el rompeviento azul estaba ahí, y que de azul no tenía nada. Se lo pusimos al cinco y el partido cambió. «No me acuerdo del resultado, dice Pedro, pero la pelota empezó a amigarse con nuestros pies, y cuando sopló el viento, sopló a nuestro favor».
Una tarde del 74, llegando al Superior de Comercio, se encontró con la troska, una piba con la que siempre discutía en el bar, y ahí Pedro vió a otra piba de la Dante con el rompeviento azul de gimnasia, y enseguida tuvo un buen presentimiento. Esa tarde, la troska terminó siendo un poquito más peronista. Ese año, Reutemann se quedaba sin nafta ante las narices del General, era como un augurio: que Reuteman nunca iba a tener nafta para el peronismo de Perón, y menos para el nuestro. Ese 74, además, antes de un clásico, Pedro tuvo un mal presentimiento. No encontraba el buzo azul, el rompeviento que siempre lo acompañaba en las previas de las grandes jornadas. En ese clásico Kempes no jugó, y así nos fue. La otra mañana, cuando anunciaban lo peor de lo peor, un viento helado, cruzado, y que parecía que iba a nevar sobre el mediodía, Pedro me dijo: “Sabés que tengo un buen presentimiento”, mientras mirábamos a unos pibitos que iban a gimnasia con buzos, rompevientos, o algo parecido. “Y sabés qué, desde Chile vienen buenas noticias, en Bolivia está mejorando el asunto; nosotros estamos vacunando un estadio completo por día, qué se yo”, dijo Pedro. Para mí salimos de esta trinchera con el rompeviento adecuado. Por ahora estamos atajando penales como podemos, pero vamos a salir y nos va a dar la nafta para lograr los objetivos que tengamos que lograr. Y la Patria Grande también. Y la verdad que uno se entusiasma, esto lo digo mientras trato de buscar y encontrar dónde guardé ese rompeviento azul que rompió tantos vientos en contra. ¡Ojalá que la Patria Grande lo encuentre!
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