En pos de sostener su legítima ambición de ser gobernador, Agustín Rossi apostó fuerte y a fondo, pero tras la definición de las listas y posicionamientos corre el riesgo de salir más debilitado de la batalla interna.
Bien puede decirse que Agustín Rossi decidió desafiar la ley de gravedad. En instancias como la actual disputa interna del peronismo santafesino, en las que el calor oficialista atrae casi con tanta fuerza como el planeta Tierra a los objetos que ingresan a su atmósfera, el Chivo juega a volar sin paracaídas.
A menos que su legítima ambición de acumular capital político para llegar a gobernar la provincia haya trocado en tendencia al suicidio, todo indica que “el Agustín” evaluó que una derrota en estas primarias le aporta más a ese objetivo que haber aceptado lo que le ofrecían para este turno electoral: algún lugar de escaso protagonismo, encuadrado en la estrategia de crecimiento de Omar Perotti, que para nada prevé que sea Rossi quien lo suceda en la Casa Gris en 2023.
Al cabo de los tironeos previos al cierre de listas, también queda claro que, al menos por el momento, ni Alberto Fernández ni Cristina Fernández de Kirchner pretenden generar chispazos con Perotti. Y reaccionaron claramente contra la febril intención de posicionar al Chivo como la opción “alberkirchnerista” frente a un Perotti sindicado casi como “traidor” al actual esquema de conducción nacional del peronismo, cada vez más contenedor de las variadas y dinámicas expresiones del Movimiento.
Así, el saliente ministro de Defensa se mete de lleno a la pelea sólo acompañado por el Movimiento Evita, el ala del Frente Renovador de Oscar Cachi Martínez y la vicegobernadora Alejandra Rodenas junto con los senadores provinciales emblocados en el NES, cuyo supuestamente poderoso potencial electoral sufre en estos días un muy probable debilitamiento importante, habida cuenta de la situación judicial de Armando Traferri, uno de sus principales referentes, acusado de pertenecer a una organización dedicada al juego clandestino y otros menesteres reñidos con el Código Penal.
Ninguno de esos aliados parece reforzar el objetivo de erigir a sus listas como las verdaderas defensoras del kirchnerismo y el gobierno nacional frente al “opositor Perotti”. El NES y el Frente Renovador nunca apostaron a identificarse con Cristina y tampoco son albertistas fanáticos. Y el Movimiento Evita todavía paga el costo entre amplios sectores de la militancia K y aledaños por su apuesta a Florencio Randazzo en las legislativas de 2017 en la provincia de Buenos Aires, que aportó a la derrota de la propia Cristina frente al macrismo, a la vez que en 2019 sus referentes se contaron entre los primeros en bancar al por entonces emergente Perotti en la disputa por la Gobernación.
Es a partir de este panorama que aquí se afirma que difícilmente Rossi logre algo más que una derrota, que de todos modos, si es con un porcentaje de votos propios que le pueda agregar el calificativo de “digna”, le servirá para posicionarse como el principal opositor interno del gobernador de Rafaela.
Y claro que todos los vaticinios previos pueden fallar cuando se trata de elecciones, y “el Agustín” lograr un triunfo a pesar de todo y contra todos. Eso sería algo así como hacer realidad la fantasía del salto del tigre, aunque acá se trate de un Chivo.
La vara gorila
La puja interna en el Frente de Todos santafesino para las primarias nacionales reavivó las peroratas de ciertos analistas siempre munidos de la doble vara para medir la política: una rigurosa y agresiva que se aplica al peronismo, otra livianita y amigable para las fuerzas que asomen con alguna posibilidad de discutirle su supremacía.
Cómo se explica si no que, cuando se habla de la disputa en el Frente de Todos, vuelvan a aflorar airadas críticas a la “feroz pelea interna”, atribuida a la “irresponsabilidad y ambición” de sus dirigentes, que “hasta hace poco estaban juntos y ahora se enfrentan en lugar de dedicarse a resolver los problemas de la gente”, mientras que cuando se abordan los casos de Juntos por el Cambio –que va dividido en cuatro– y el Frente Amplio Progresista –con dos listas anotadas– no se utilizan calificativos negativos.
Aunque no es nueva, no deja de sorprender la pretensión de instalar como “de sentido común” una forma de ver las cosas que podría calificarse de varias maneras, pero puede resumirse en una palabra: gorila.
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