La otra pantalla: educación, cultura y televisión (2005-2015 Una década de Canal Encuentro, Pakapaka y las nuevas señales educativas) es el libro de la periodista Tamara Smerling, ahora reeditado por Eduvim (Editorial Universitaria de Villa María). Un trabajo de más de 200 páginas que realiza una historización detallada de los medios públicos, y que se propone -al decir de la autora- como un disparador para pensar “qué medios públicos queremos, para qué los queremos, para qué destinatarias y destinatarios. Tenemos que pensar qué medios queremos para la educación y en las infancias, por qué son tan importantes”.
La primera edición de La otra pantalla apareció a finales de 2015, no fue comercial. Tenía la función de hacer memoria de las políticas de medios encaradas desde el Estado. Tuvo poca difusión porque llegó el gobierno de Mauricio Macri, y una de las primeras medidas que tomó fue arrasar con los medios públicos.
La reedición de La otra pantalla sigue haciendo memoria de lo que se hizo y de lo que pasó después con estos canales y señales educativas. Los prólogos de la gerenta general de Contenidos Públicos, Jésica Tritten, y del profesor de la Universidad de los Andes (Colombia), Omar Rincón, instalan el trabajo en ese lugar del debate, de la memoria y de la perspectiva que tuvieron estas políticas para América Latina.
La obra de Smerling se presenta este jueves 12, a las 19. Además de la autora, estarán presentes Rincón, Tritten y el director de Editorial Eduvim, Carlos Gazzera. Se transmitirá por el canal de YouTube de la editorial: youtube.com/EduvimTV
Comunicación y educación
Canal Encuentro fue creado por decreto en 2005, reconocido luego en la ley de educación nacional 26.206, de 2006, y puesto en marcha en 2007. Lo que siguió después fue una expansión de esas políticas de comunicación y educación públicas multiplicadas en señales como Pakapaka o Deportv.
Con la llegada del macrismo al poder se arrasó lo que tanto costó construir. Una de las razones que llevó a Tamara Smerling a pensar en reeditar la obra. Para hacer memoria y dar cuenta también de las investigaciones que empezaban a pensar qué estaba pasando con los medios públicos.
“Toda vez que un proyecto educativo y cultural deja de producir contenidos es porque existe una decisión de tomar otros que no son propios”, expresa Jésica Tritten en el prólogo de La otra pantalla. Y agrega: “Este libro se reedita nada más y nada menos que para dejar una memoria de todo lo que sucedió también en estos años”.
Por otra parte, Smerling resalta el aporte que hace el profesor Omar Rincón al destacar lo que significaron estos canales para América Latina, cómo impactaron en la región. “Apostar por una televisión que sirva para la democratización, la soberanía cultural, la ciudadanía expandida es casi revolucionario”, valora el académico y comunicador en su presentación.
Un dato que pone en valor lo producido en la década 2005-2015 en esta materia quedó a la vista con la pandemia, con las consultas que llegaron de distintos países de América Latina. “Había una necesidad de contenidos audiovisuales para acompañar las clases virtuales. Quedó claro que faltaban contenidos, programas destinados a las infancias, a las escuelas”, repasa Smerling, además de recordar que Seguimos Educando -impulsada por el Ministerio de Educación de la Nación- se pudo armar en la emergencia “porque había una plataforma previa, estaban los contenidos de Pakapaka o de Encuentro”.
En charla con Redacción Rosario, la periodista se explaya sobre los desafíos que tienen por delante los medios públicos, de atender a los cambios que se dan en la sociedad, y las respuestas que ofrece el Estado. Una de ellas es la creación de un Consejo de Niñas y Niños de Pakapaka, nada menos que para cumplir con el derecho de las infancias a ser escuchadas y tener en cuenta sus opiniones. En definitiva, a seguir construyendo otras pantallas.
—¿Por qué pensaste en la reedición de La otra pantalla?
—El libro se hizo en 2015 por un pedido de Educ.ar y del Ministerio de Educación de la Nación. Surgió para hacer un trabajo de memoria, de balance por los 10 años de Canal Encuentro y las demás señales educativas que se fueron armando después. Ese libro no tuvo mucha difusión porque justo fue el cambio de gobierno. Y en los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri que siguieron, las señales sufrieron todo tipo de desfinanciamiento, de desguace, se echó a trabajadoras y trabajadores, quedó solo el 40 por ciento de esa planta; los medios públicos fueron completamente destruidos, cuando había costado mucho tiempo construir ese entramado de señales educativas y culturales. También, y a la luz de lo que estaba pasando, empezaron a pensarse esas políticas públicas de comunicación, la importancia de los medios públicos y educativos. Había trabajos de maestrías, de doctorados, de grado, tesis, investigaciones que estaban surgiendo sobre esos medios públicos. Me preguntaban, me consultaban por aquel libro de 2015. Por eso también me volqué ahora por una edición comercial, a través de una editorial universitaria, para que pudiera dialogar con esas investigaciones. La reedición del libro la empecé a pensar hace tres años, en 2018. Traté de actualizarla para que tuviera todos esos trabajos sobre estas políticas públicas. Además de una actualización de los prólogos a aquel que había escrito el entonces ministro (de Educación) Alberto Sileoni, para que intercambiaran también con las televisoras públicas que surgieron en estos años en América Latina.
—Ubicar a Encuentro y demás señales en una dimensión mayor…
—Encuentro significó un puntapié para las señales que surgieron en el país, como Pakapaka, la primera señal infantil pública del Estado argentino, y Deportv como la primera señal de deportes pública o TECtv como señal pública del Ministerio de Ciencia y Tecnología. También para que se abriera el mercado de las casas productoras y de las producciones audiovisuales en todas las provincias, a partir de tener pantallas donde pasar esos contenidos. La idea de la reedición del libro es incluir además ese contexto de lo que también había ocurrido en América Latina con otras señales infantiles y educativas, creadas a partir de Encuentro; o con la búsqueda que hicieron para armar canales con el mismo formato, y que recibieron asesoramiento en los contenidos; de empezar a coproducir materiales y a intercambiarlos, además de exportar los nuestros.
—Si bien es posterior a la creación de Canal Encuentro, ¿la ley de medios de 2009 (de servicios de comunicación audiovisual 26.522) favoreció a estas señales públicas?
—Sí, totalmente. Por ejemplo, para los contenidos pensados para las infancias, esa ley de servicios audiovisual era fundamental para apoyarlos, también para que estuviera esa franja dentro de los canales de aire; para que los contenidos fueran nacionales y para incentivar la producción local. Pensemos que los contenidos para las infancias tienen mucho trabajo previo, mucha responsabilidad y cuidado; como las series de animación que son muy costosas y demandan mucho tiempo, y son muy difíciles de sostener si no hay apoyo por parte del Estado o pantallas donde ver reflejado esos contenidos. Además de ofrecer más trabajo a contenidistas, guionistas, periodistas, historiadores, entre otras y otros.
—¿Cómo ha valorado la docencia a estas señales y medios públicos?
—La devolución, en general, es muy buena. En especial con uno de los personajes emblemáticos de Pakapaka que es Zamba; aunque también es un riesgo unirlo o simplificarlo solo a eso. Pero del relevamiento que fui haciendo tanto de escuelas públicas como privadas, es Zamba. Se valoraba cómo podían contar en un material que trabajaba temas muy complejos en un tiempo muy corto. Por ejemplo, para hablar del Genocido Armenio, de la búsqueda de los nietos, de las Invasiones Inglesas o de la Batalla de Ayohuma. Había mucho trabajo previo con historiadores, guionistas y con el Ministerio de Educación para el tratamiento de los temas. Eran un aporte para el aula, un disparador para poder discutirlos. Se los cuestionó como que eran “contenidos cerrados”, “para ideologizar”. Pero justamente la idea era llevarlos al aula para ponerlos en discusión. Por otra parte, y particularmente, como docente de materias de periodismo, muy previo a este libro, usé mucho los contenidos de Canal Encuentro en especial los programas sobre historia de la fotografía, de hechos políticos, o programas como En el medio, o los de periodismo cultural, político, de investigación. También otras y otros docentes se valieron (y valen) de estos contenidos para sus clases.
—Es cierto que no todo se limita a Zamba, pero a partir de ese personaje las chicas y los chicos empezaron a identificarse con San Martín, Belgrano o Juana Azurduy ¿Cómo contribuyeron los medios públicos a ofrecer otras miradas?
—Hay ocho señales infantiles de origen norteamericano, que les hablan a los pibes en neutro, en las que las problemáticas son las mismas de México a Tierra del Fuego; que no muestran la diversidad de nuestras culturas ni las riquezas de nuestras costumbres; que se basan en estereotipos, como el de las princesas que son todas rubias, delgadas. Que tienen segmentos destinados a las distintas edades, incluso para los bebés con colores estridentes, con los que quedan hipnotizados, porque no pueden procesar esa información. En cambio, en Pakapaka hay series como la princesa Medialuna, una princesa indígena, que duerme de día y despierta de noche, con colores pasteles y donde aparecen animales autóctonos. Es otro tipo de contenido. Hace una diferencia. Y así, podría enumerar un montón más de producciones maravillosas en Paka Paka. Como la de El Club del Chiribitil, una producción cordobesa, con las tonadas de las chicas y los chicos, los escenarios de los arroyos. Producciones que tienen que ver con amar la historia, algo que no tiene por qué ser aburrido ni con héroes de bronce. Y también es posible advertir cómo fue cambiando esa pantalla. Por ejemplo, la Niña no tenía nombre y acompañaba a un protagonista que es un varón (Zamba). El año pasado se hizo una serie para contar de dónde venía ella, para la que se trabajó con organizaciones y especialistas en afrodescendientes. Ahora es Saturnina. Para eso también se escuchó las voces de los movimientos de mujeres y lo que pasa en la sociedad. Además, este año se creó un Consejo de Niñas y de Niños de Pakapaka.
—¿Cómo funciona ese consejo?
—El Consejo está un poco inspirado en la Ciudad de los Niños, y en el trabajo que hicieron Chiqui González y Francesco Tonucci en Rosario. Un consejo con niñas y niños de todo el país para empezar a dialogar con ellas y ellos sobre cuáles son sus intereses, sus preocupaciones, los temas que les importaría que la pantallas reflejaran. Para empezar a tomar esas voces, para que en esta sociedad tan adultocéntrica no determine qué es lo que tienen que ver o no en las pantallas. Sino que dialoguen con lo que las mismas infancias reclaman. El consejo funciona de abril a diciembre, las niñas y los niños se encuentran una vez por mes. El año que viene se armará con otro grupo. Hay un ida y vuelta en este trabajo con el consejo.
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