Yo no sé, no. Pedro, cuando veía el tranvía pasar por Ovidio Lagos, no sabía que sería uno de los últimos. Se imaginaba una red de hierro por abajo y de cables por arriba, en toda la ciudad. Y cuando iba hasta Rosario Norte a despedir a algún pariente, al ver los trenes que salían y llegaban de distintos destinos se imaginaba una red de vías por toda la Argentina.

Una vez, los vecinos lo invitaron a ir al gran circo que había llegado a Rosario, y lo que lo inquietaba era cómo hacer para que a la hora de los trapecistas no lo vieran cerrar los ojos, cosa que hacía siempre cuando esa chica estaba en el aire, por más que abajo hubiera una red de contención para las posibles caídas.

Por entonces, en la Banda Oriental todavía resonaban entre los jueves y los no tanto, los discursos del Che que arrancaron un 17 de agosto del 61. En el 63, la Copa América se jugaba en Bolivia. Pedro, cuando iba a lo de sus tíos, sentía la radio siempre prendida, por la que el locutor decía “¡transmitimos para una red de emisoras!”. Pedro se preguntaba si escucharía algún gol nuestro rompiendo la red adversaria.

Años más tarde, estando en la Florida al acercarse a las boyas –si estaba José, el mejor de los nuestros nadando– sentía una red de protección y que nada malo podía pasar. Mientras tanto, en una cortada del barrio casi intransitada, nos poniamos a jugar al vóley con una  soga que hacía de red, y hacíamos un tenis con lo que teníamos: paletas de madera, con raquetas de plástico, con pelotas de béisbol, encontradas por la calle Uruguay a la altura del country de Provincial.

Esperando el 15, a la noche, en 3 de Febrero y Oroño, con Pedro nos imaginamos un partidito nocturno, acercándonos a la red para bloquear o para marcar un tanto de aquellos. La cancha de piso duro estaba ahí, detrás de esa pared, mientras en la otra cancha, la de la política, nos acercábamos a la red para bloquear lo que había que bloquear y hacer los tantos que había que hacer.

Pedro, mirando la tele que está detrás de la chica que nos atiende en la granja, me dice después de un tanto argentino: “Más allá del resultado, ojalá que los pibes se entusiasmen como nos pasaba a nosotros. Y que nos entusiasmen a nosotros para volver a acercarnos a la red, para bloquear lo que tengamos que bloquear y hacer los tantos que se tienen que hacer. Y para que la red deje de ser una red que atrape y sea una red que proteja, una red que a la gran patria libere.

¡Sumate y ampliá el arco informativo! Por 500 pesos por mes recibí todos los días info destacada de Redacción Rosario por correo electrónico, y los sábados, en tu casa, el semanario El Eslabón. Para suscribirte, contactanos por Whatsapp.

Más notas relacionadas
  • Remontar el barrilete en esta tempestad

    Yo no sé, no. La tarde se ponía fresca y Pií entraba en calor dándole al serrucho. Tenía p
  • Alto guiso

    Yo no sé, no. Casi todos esa semana de abril teníamos puesta la cabeza en cómo formar el e
  • El pulso alterado

    Yo no sé, no. Manuel llegó hasta la esquina donde estábamos reunidos diciendo, mientras se
Más por Hilo Negro
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Alerta: el genocida Amelong pide la libertad condicional

Desde Hijos Rosario advirtieron que este viernes la justicia dará lugar a una audiencia pe