Según datos de la ONU, los cultivos de opio crecieron un 2.800 por ciento cuando llegaron los yanquis en 2001. De 8 mil hectáreas se pasó a 224 mil en 2020. La lucha de EEUU contra el narcotráfico y el terrorismo incrementa aquello que supuestamente combate.
Las mentiras que difunden EEUU y sus aliados para invadir países contienen su propia refutación, son auto-contradictorias. Poseen una lógica evidentemente falsa. Cuando EEUU “combate” el terrorismo, el terrorismo aumenta, se extiende, gana poder. Cuando EEUU “lucha contra la droga” el narcotráfico crece. Un antiguo dicho afgano dice: “Lo que es obvio no requiere de explicación”. Pero lo que es obvio para las afganas y los afganos, que vivieron en carne propia cómo con la llegada de los invasores en 2001 el cultivo de opio (con el que se elabora la heroína) creció en forma exponencial, no lo es tanto para quienes están lejos del terreno y sometido a las noticias falsas y al blindaje de los medios hegemónicos. Varias preguntas quedan flotando sobre este punto. En principio, qué arreglaron los yanquis con los talibanes sobre el reparto del opio y otros recursos naturales el 29 de febrero de 2021, cuando la administración Trump firmó una rendición incondicional cuyo resultado es la huida humillante de los invasores.
“Según datos de la Organización de ONU, el área total de cultivo de opio en Afganistán aumentó de 8 mil hectáreas en 2000, a 224 mil hectáreas en 2020”, señala la bajada de la nota del sitio ruso de noticias Sputnik, publicada el 5 de agosto de 2021 con el título: “EEUU en Afganistán: cultivo de opio creció un 2800 por ciento”
El aumento exponencial comenzó con la invasión, según datos oficiales de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y el Ministerio de Lucha Contra el Narcotráfico de Afganistán (MCN), que compara los niveles de cultivo y narcotráfico durante el gobierno de los talibanes, y luego de la invasión de 2001. Los datos figuran en un informe difundido en 2017: “Estudio sobre el opio- 1994-2016”, (“Opium Survey 1994-2016”).
“El repaso breve de las últimas dos décadas de Afganistán nos indica claramente que la invasión de EEUU y de sus aliados hizo revivir el mercado de opio, que fue prácticamente erradicado en vísperas de la guerra por el régimen talibán bajo el liderazgo del mulá Omar. De acuerdo al estudio realizado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) en conjunto con el Ministerio de Lucha Contra el Narcotráfico de Afganistán (MCN) la adormidera, de cuyo fruto se extrae el opio, fue un cultivo tradicional en el país. Hasta el año 2000, la amapola se sembraba en una área de 50 mil a 80 mil hectáreas. El régimen talibán, para congraciarse con EEUU y así evitar la invasión, hizo reducir esta extensión a 8 mil hectáreas”, señala la noticia de Sputnik basada en datos oficiales de la ONU con el título: “El opio, ¿el pretexto real de la guerra en Afganistán?”.
El informe, firmado por Vicki Peláez y fechado el 28 de julio de 2017, asegura que “iniciada en el 2001 como Operación Libertad Duradera, lo único que aporta a la sufrida Afganistán, además de caos y destrucción, es la libertad para el tráfico de opio, morfina y heroína. Se repite la historia de los años 50, cuando EEUU se encargaba del tráfico de opio a través del Triángulo de Oro en el sudeste de Asia, cubriendo 350 mil kilómetros cuadrados”, señala el informe.
“El opio es, en realidad, una de las causas principales de la decisión del Gobierno de Barack Obama de seguir manteniendo las tropas norteamericanas en Afganistán después de anunciar oficialmente en el 2014 que la guerra había concluido. Sin embargo, dos años antes de esta declaración, en 2012, Washington había firmado con Kabul el acuerdo The US/Afghan Strategic Partnership Agreement (SPA), que permite a las tropas estadounidenses quedarse en Afganistán hasta el 2024. Actualmente, están estacionados en el país unos 8.400 militares y cerca de 30.000 contratistas. También están presentes no menos de 1.000 soldados de la OTAN. Igualmente, el actual presidente de EEUU, Donald Trump, declaró recientemente que piensa enviar unos 4.000 soldados adicionales a Afganistán para dar «mayor estabilidad al país”, continúa la nota.
Mientras tanto, la ONU enuncia, muy tímidamente, que algo tiene que ver los invasores con el crecimiento del cultivo de opio. “La responsabilidad de frenar la producción de opio en el país también depende de que la comunidad internacional combata el tráfico de estos estupefacientes”, señala el sitio oficial de la ONU en un informe de 2018 “Afganistán: el opio da de comer”.
Durante la invasión rusa a Afganistán, EEUU se vinculó con grupos insurgentes a los que les entregaron armas y dinero. Así nacieron los talibanes, que también utilizaron a los yanquis para que les custodien y aseguren los cultivos de opio. No solo no los “combatieron” sino que los cuidaron celosamente porque era una fuente de financiación para sus aliados.
El periodista de investigación, escritor y editor estadounidense Jeffrey St. Clair es un especialista en el tema. En 1998 publicó junto a Alexandre Cockburn Blanqueamiento: la CIA, las drogas y la prensa, una historia de los supuestos vínculos de la CIA con las bandas de narcotraficantes desde la Segunda Guerra Mundial hasta los muyahidines y los contras nicaragüenses”. (Whiteout: the CIA, Drugs and the Press, a history of the CIA’s alleged ties to drug gangs from World War II to the Mujahideen and Nicaraguan Contras).
El 20 de julio de 2020, el Diario de Salto publicó una colaboración de St. Clair titulada “Podía vivir con eso: cómo la CIA hizo Afganistán seguro para el opio”.
“La producción de opio en Afganistán aumentó espectacularmente al amparo de la política exterior de EEUU, que se sustentó en el apoyo y la financiación a los grandes traficantes y productores de la región”, señala el periodista de EEUU.
El autor recuerda cómo, durante la invasión soviética a Afganistán, “mientras la CIA aumentaba su respaldo a los muyahidines –el presupuesto de la CIA para Afganistán alcanzó finalmente los 3.200 millones de dólares, la operación secreta más cara de su historia–, un miembro de la Casa Blanca del Consejo Estratégico del presidente sobre Abuso de Drogas, David Musto, informó a la administración de que la decisión de armar a los muyahidines fallaría: «Dije al Consejo que estábamos yendo a Afganistán a apoyar a los cultivadores de opio en su rebelión contra los soviéticos. ¿No deberíamos intentar evitar lo que habíamos hecho en Laos? ¿No deberíamos intentar pagar a los cultivadores si erradican su producción de opio? Hubo silencio»”.
El investigador estadounidense agrega que, tras lanzar esta advertencia, Musto y un colega en el consejo, Joyce Lowinson, siguieron cuestionando la política de EEUU, pero vieron sus indagaciones bloqueadas por la CIA y el Departamento de Estado. Frustrados, recurrieron a la página de opinión del New York Times y escribieron, el 22 de mayo de 1980: “Nos preocupa el cultivo de opio en Afganistán o Pakistán por miembros de tribus rebeldes que aparentemente son los principales adversarios de las tropas soviéticas en Afganistán. ¿Nos estamos equivocando al hacer amistad con estas tribus igual que hicimos en Laos cuando Air America (fletada por la Agencia Central de Inteligencia) ayudó a transportar opio crudo desde ciertas zonas tribales?”. Pero Musto y Lowinson chocaron con el silencio de nuevo, no sólo de la administración sino de la prensa. Era una herejía cuestionar la intervención encubierta en Afganistán, asegura St. Clair. Y todo indica que hoy, muchos años después, sigue siendo herejía.
https://www.youtube.com/watch?v=_YZuQo7gcPw
El periodista cuenta además que más adelante en 1980, Hoag Levins, un escritor del Philadelphia Magazine, entrevistó a un hombre al que identificaba como un cargo de seguridad de alto nivel en el Departamento de Justicia del Gobierno de Carter y lo citaba así: “Tienes al Gobierno caminando de puntillas alrededor de esto como si fuera una mina terrestre. El tema del opio y la heroína en Afganistán es explosivo… En el discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente mencionó el abuso de drogas pero fue muy cuidadoso en evitar mencionar Afganistán, aunque Afganistán es donde las cosas están pasando ahora… ¿Por qué no estamos adoptando una mirada más crítica hacia las armas que estamos enviando ahora a bandas de narcotraficantes que obviamente van a usarlas para aumentar la eficiencia de su operación de tráfico de drogas?”.
“La DEA era bien consciente de que los rebeldes muyahidines estaban profundamente involucrados en el comercio de opio”, asegura el periodista de EEUU.
EEUU y narcos: una sociedad de larga data
En el número 85 (publicado en 1996) de la revista jurídica Boletín Mexicano de Derecho Comparado, editada por la Universidad Autónoma de México (UNAM), una investigación de Marcos Kaplán titulada “Economía criminal y lavado de dinero” afirma que la participación de EEUU en el narcotráfico tiene una larga historia: “Esto ha ido ocurriendo, ya desde antes y hasta el presente, con los países plenamente implicados en el tráfico, como los asiáticos del «Triángulo de Oro» (Laos, Tailandia, Birmania) y el «Cuerno de Oro» (Irán, Pakistán, Afganistán), los del Medio Oriente y la Cuenca Mediterránea, y en las últimas décadas en los países andinos, sud, centroamericanos y del Caribe, y ahora cada vez más con México (….) EEUU ha ido combinando los caracteres y papeles de principal consumidor mundial de drogas con los de importante productor, importador y exportador; lavador de dinero, proveedor de insumos químicos, armamentos, tecnología de transporte y comunicación, receptor de beneficios”.
En el libro de 2005, Drugs and democracy in Latin America: the impact of U.S. policy (Drogas y democracia en América Latina: el impacto de las políticas de EEUU), de Coletta Youngers y Eileen Rosin, se afirma que la CIA estuvo involucrada en varias operaciones en el tráfico de drogas. Y que existen informes del Congreso que demuestran con abundantes evidencias que la CIA trabajó con narcos a sabiendas de que estaban involucrados en el tráfico de drogas. Estas organizaciones proporcionaron a EEUU información útil y de apoyo material, a cambio de permitir que sus actividades criminales continuaran.
Uno de los casos más tristemente célebres fue el escándalo Irán-Contras (1985-1986), donde también quedó demostrado que EEUU se asoció con narcotraficantes en su lucha contra la Revolución Nicaragüense. El Informe del Comité Kerry del Congreso de EEUU llegó a la conclusión de que los miembros del Departamento de Estado de ese país “que habían prestado apoyo a los contras, estaban involucrados en el tráfico de drogas […] y los propios elementos de los contras, recibieron con su consentimiento asistencia financiera y material de los traficantes de drogas”, según el texto.
https://www.youtube.com/watch?v=4Wnx29Kk6FI
La CIA ha sido acusada de blanqueo de dinero de los fondos de la droga a través del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI). El ex comisionado de aduanas de EEUU William von Raab dijo que los agentes de aduanas encontraron en ese banco, en 1988, numerosas cuentas de la CIA. La agencia también trabajó con el BCCI en armar y financiar a los muyahidines afganos durante la guerra soviética en Afganistán, utilizando el BCCI para el blanqueo de los ingresos de tráfico de heroína que se cultivaba en la zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán, aumentando el flujo de narcóticos a los mercados europeos y de EEUU.
El periodista de investigación estadounidense Gary Webb escribió en 1996 una serie de artículos publicados en el San Jose Mercury News. Ofreció pruebas contundentes de que los contras respaldados por la CIA habían traficado con cocaína a los EEUU, lo cual produjo una epidemia de cocaína y crack en Los Ángeles y aumentó los ingresos de manera significativa de los contras. Webb demostró que la CIA estaba al tanto de las transacciones de cocaína y los grandes cargamentos de drogas a EEUU. El periodista recopiló sus artículos en un libro titulado Dark Alliance: The CIA, the Contras, and the Crack Cocaine Explosion (Oscura alianza: La CIA, los Contras y la explosión del crack). El 10 de diciembre de 2004, Webb se suicidó de una forma poco convencional: dos disparos en la cabeza.
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