La conmemoración por el Día de la Lealtad, esta vez por partida doble, dejó en claro que el pueblo condena los intentos de reposicionar fuerzas políticas liberal conservadoras y a las presiones de los espacios concentrados de poder.

Los bombos profundos, de a miles, las formidables columnas gritando sus consignas; desde el palco, la Marcha Peronista a tope. Una contaminación sonora que, en vez de dañar, facilitó el retorno del alma al cuerpo de los presentes y dejó en claro la propiedad del espacio público. Así fue, como debía ser, el acto del 18 de Octubre frente al Monumento al Trabajo, en el Bajo de la Ciudad de Buenos Aires. Con un movimiento obrero movilizado para plantear que no se dejará arrebatar el modelo sindical argentino, no retrocederá en los derechos laborales y no renegará de la identidad peronista.

Manifestantes sueltos con pancartas elaboradas en sus casas, tamboriles y cornetas, banderas de agrupamientos políticos y barriales. Clima festivo, con músicos en escena  y pronunciamientos de oradores que oscilaron entre la crítica dura a la política económica oficial y la reivindicación del gobierno ante la herencia macrista y la lucha contra la pandemia. Así fue, menor en número pero importante a la vez, el acto del 17 de Octubre en Plaza de Mayo. Con fajas medias de gran apego a las redes, tono de centroizquierda y valoración de la historia peronista.

Fueron, como otras registradas en distintos puntos del país, movilizaciones necesarias, justas, que canalizaron buena parte de la opinión pública nacional. Su realización dejó un clima electrizado, que todavía intenta ser desmontado por los grandes medios a través de devaluaciones que, obviamente, incluyen las estratagemas de bajar el tono de las imágenes, lamentar el “caos vehicular” y –macartismo criollo mediante- apuntar que se trató de convocatorias “militantes” como si la expresión denotara una especie de delito antidemocrático.

Una parte activa del pueblo argentino escenificó su condena a los intentos de reposicionar fuerzas políticas liberal conservadoras y a las presiones de los espacios concentrados de poder -agroexportadores, monopolios por actividad, sectores financieros, medios hegemónicos- para persistir en la transferencia de recursos a través del alza de precios y así sostener y desplegar una desigualdad que deriva en los indicadores de pobreza más elevados de la historia.

(El potencial expansivo del mensaje callejero de ambas jornadas resultó vasto, pero quedó relativizado por una acción comunicacional oficial que desaprovecha ocasiones de gol y admite jugosos contratos para los medios del equipo adversario).

Ahora bien. Estas concentraciones trascendentes no estuvieron dirigidas a ocultar el malestar que se canalizó en la retracción de los votantes del Frente de Todos en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Es más: Lo evidenciaron de distinta manera y se posicionaron como fuente de poder para que una dirigencia política al frente del Estado las usufructúe y apriete el acelerador para contener esas zonas concentradas y a partir de allí despliegue un modelo industrial, con potente mercado interno y alza del poder adquisitivo de la población.

Por tanto, todo lo que han concretado los movimientos sociales, las agrupaciones de base y el movimiento obrero, necesita la canalización de la cúspide política del movimiento nacional para llegar a buen puerto y convertirse en la energía disparadora de la reconstrucción. ¿Es eso posible? ¿Los referentes máximos de la coalición en el Gobierno están dispuestos a plantar bandera y representar cabalmente a los millones de votantes ausentes en las PASO, a los millones que sí sufragaron por el oficialismo, a los movilizados en distintas plazas del país y a sus influencias?

Hasta ahora, la tensión interior de la coalición de facto entre peronistas y desarrollistas se ha inclinado en beneficio de la segunda opción. Es decir: A diferencia del letal tramo macrista, el país crece; pero como el Estado no se asume gran empresario interventor y la distribución de los beneficios es regresiva, ese despliegue queda en manos de los famosos “cuatro vivos”. El núcleo concentrado de la economía sigue absorbiendo el grueso de los beneficios y una parte enorme de la sociedad permanece pata al suelo, mientras otra –con trabajo relativamente estable- apenas llega a fin de mes. Así están las cosas, dato más, dato menos, en este período de nuestro decurso.

Como la demanda esencial de la comunidad es el freno a la inflación, la gestión que lideran Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, con participación en las decisiones de Juan Manzur, Martín Guzmán, Sergio Massa y pocos más, ha encargado a la Secretaría de Comercio Interior mediante la designación de Roberto Feletti, un congelamiento de precios que atenúe el problema. La decisión es justa y el derecho estatal a poner techo es indudable. Pero si el conjunto del gobierno no adopta soluciones de fondo, el economista en cuestión será un arquero muy activo en el marco de un equipo pasivo, que solo observará los avances rivales sobre la última opción de bloqueo.

Qué significa esto. Los precios se pueden frenar por un tiempo si se adoptan determinaciones punitivas enérgicas. Pero la única manera estratégica de lograr que la Argentina deje de ser el cuarto país del mundo en inflación, pasa por la combinación del establecimiento de empresas estatales que contengan la energía, la producción alimentaria y el Comercio Exterior, por la desmonopolización de cada rubro con impulso a firmas medianas y cooperativas y por la reconversión de un esquema tributario que carga con furor al que menos puede ofrecer. Si esto no se realiza, aunque más no fuera parcialmente, la Secretaría de Comercio Interior sólo despejará algunos remates frontales y aprovechará yerros en la definición rival, pero no podrá afrontar centros rasantes y envíos a colocar.

Al observar la filosofía que campea en buena parte de la administración, es posible inferir que a los funcionarios ni se les ocurre reimpulsar al Estado empresario, desmonopolizar y desfinancierizar. Entonces, mientras cabe apoyar enérgicamente la búsqueda inmediata de un freno a la escalada política económica de precios, resulta necesario, nobleza obliga, decir que la tarea de largo aliento se complicará notablemente. Pero el asunto terminará en más oscuridad al relacionarse con otro factor, sensible y de difícil aprehensión: el dólar.

Si el Estado no controla el Comercio Exterior de algún modo, el chantaje continuo de los exportadores sobre la liquidación de divisas obstaculizará el crecimiento genuino que ya se percibe. Al momento de redactar este texto, es posible comprobar las demandas de esos recursos para hacer frente a la compra de insumos básicos para la producción. Y si este Estado necesita aquilatar dólares para hacer frente al pago del monumental adeudo externo (contraído por el gobierno de Mauricio Macri en nombre de todos los argentinos, derivado a las compañías asociadas para sostener su fuga y “socializado” con el objetivo de forzar el pago succionando los bolsillos populares), la situación se tornará demasiado compleja.

Los dos actos vinculados a la historia y el presente de un peronismo que generó ideas como Comunidad Organizada y Tercera Posición, que hoy se imponen en el mundo Multipolar, ofrecieron a la dirección política del Frente de Todos una interesante base de sustentación para avanzar hacia la construcción de una economía sana, competitiva y genuinamente nacional. Pese a algunos roces y varias incomprensiones, esas movilizaciones mostraron saber popular de trazo grueso. Es preciso insistir en el desarrollo del Pensamiento Nacional como eje de análisis para sembrar conceptos en una conducción bastante influida por un liberalismo que empezó a fenecer varias décadas atrás y por un temor a quedar mal entrazada frente a las críticas mediáticas.

Pero ya lo dijo Arturo Jauretche: Es al ñudo hacerles caras lindas.

Los Ellos saben que, aunque nos presentemos bien vestidos y mostremos modales adecentados, seguimos siendo peronistas. Por tanto, van a insistir golpeando con la misma intensidad al presidente y a la vice, a los sindicatos y a las agrupaciones, a las iniciativas tímidas y a las audaces, con el objetivo de retomar directamente el control de la Nación en todos los aspectos.

Y destruirla.

*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

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