Maximiliano Rodríguez le baja el telón a su extensa carrera como futbolista, marcada a fuego por golazos y por importantes camisetas. El comienzo y el cierre serán con la de Newell’s.

“Empiezo por el final, terminaré en el principio”, canta el Indio Solari en uno de sus temas más nuevos. La frase le calza tan bien a Maxi Rodrígez, como así lo hicieron las camisetas del Espanyol, del Atlético Madrid, Liverpool, Peñarol. Y la de Newell’s, por supuesto, que le queda pintada. Con la rojinegra jugó entre 1999 y 2002, y pegó el portazo europeo en 2012 cuando aún tenía contrato vigente con el club de la ciudad cuna de los Beatles, que lo quería retener. “Feliz de ser nuevamente jugador de Newell’s”, tuiteó en su momento. Y de ahí en más, no hizo otra cosa que engrosar su leyenda en el Parque Independencia, que le pidió una mano para salvar la categoría y le devolvió un título al año siguiente. Este lunes, ante Banfield y en el Coloso, será el adiós.

Maxi necesita verte hoy

Maximiliano Rodríguiez luce nervioso. Hace un par de años ya de su primer e histórico regreso a Newell’s, cuando una cámara lo espera a la salida del entrenamiento en el predio de Bella Vista. “Nunca vi a una persona tan nerviosa delante de una cámara. Repito: nunca. Y no es una forma de decir, vi a muchas personas muy nerviosas delante de una cámara pero Maxi les ganó a todes. Pensé: mirá este chabón”. Es que la lente que le apunta no busca ni imágenes ni palabras futboleras, sino algo más importante.

“Si naciste entre 1975 y…”, hace el primer intento. “Si naciste entre 1975 y 1980 y dudas de…”, hace otro, y otro y otro más. Hasta que, por fin, sale: “Si naciste entre 1975 y 1980 y dudas de tu identidad, acercate a Abuelas de Plaza de Mayo. Muchos te estamos buscando”, dice Maximiliano Rodríguez en agosto de 2014, ahora sí de corrido, para la campaña que lanzó Abuelas, con el fin de encontrar a las y los nietos secuestrados por la última dictadura cívico-militar.

La historia (y las primeras comillas) es de Franco Trovato Fuoco, reportero gráfico que se cargó al hombro –junto con otros colegas– esa iniciativa de derechos humanos en la ciudad. “Nos iba a dedicar un tiempo luego de una práctica y además de la foto accedió a hacer un pequeño video”, recuerda el fotógrafo que supo integrar las filas de este medio, y que hoy gatilla su cámara para el diario cooperativo El Ciudadano. “Tuvo que repetir muchas veces el mensaje que le habíamos llevado escrito. Transpiraba, la voz no le salía bien”, agrega. “El loco tuvo la mejor. Transpiraba como si estuviera entrenando. Creo que era porque salía del cassette que habitualmente se usa para hablar de fútbol”, rememora Franco en El Eslabón, y da más detalles: “Le salía temblorosa la voz, y un par de veces él mismo pidió hacerla de vuelta”.

Foto: Franco Trovato Fuoco

Aclara que “en la campaña éramos varios colegas, y justo a esa me tocó hacerla a mí”. Y destaca la importancia de que figuras de esa talla se presten a esas propuestas: “Esa campaña nos desbordó, porque al principio nosotros le preguntábamos a la gente si querían hacerse la foto, pero después de ver a varias personalidades nos pedían que se la hiciéramos”. Y lo más importante, el resultado: el teléfono de la sede de Abuelas no paraba de sonar.

“Calculé que en su carrera habría dado miles de entrevistas, tal vez en más de un idioma”, dice sobre el ex futbolista del Espanyol de Barcelona, Atlético Madrid y Liverpool. “El flaco estaba ahí, al salir de su laburo, cargándose algo que parecía costarle más que un roce feo en la cancha o una entrevista picante luego de una derrota. Y nos terminó haciendo un video hermoso. Se rompió el alma para hacerlo decente”. Y cierra con una reflexión: “Podés ser un gran campeón, jugar en la Selección, pero si no tenés un poquito de amor para dar…”. Y la Fiera –que también fue parte del plantel Albiceleste que dirigía Alejandro Sabella que saltó a la cancha con una bandera en apoyo a la lucha de las Abuelas, y las visitó en su sede– dio tanto amor dentro de la cancha, como afuera.

Canta y no llores

El reloj está sobrepasado, porque hay alargue. Argentina recupera la pelota en su campo en los primeros segundos del minuto 97. La pelota pasa por algunas piernas, una de ellas la del jovencísimo Lionel Messi, con poco protagonismo en la jugada que empieza a tomar forma cuando llega a los pies de Juan Pablo Sorín, en el sector izquierdo del estadio Leipzig Arena. “Yo venía de regreso a mi posición, porque antes había salido a apretar a Messi. Y ahí veo el cambio de frente, que me agarra mal perfilado”, confiesa el defensor mexicano Gonzalo Pineda sobre el teledirigido que manda el enrulado lateral izquierdo y capitán argentino, con el pecho de Maximiliano Rodríguez como blanco.

Es 24 de junio de 2006, es el Mundial de Alemania, es un partido de octavos de final. La bola, como dirían los mexicanos, llega a destino, a la altura del vértice del área grande. “Cuando Maxi la controla, quería evitar que se perfile para su derecha, su pierna buena”, continúa Pineda, buscándole la vuelta al asunto, del que nunca imaginó tamaño desenlace. “Nunca pensé que casi desde la esquina del área grande, de volea, con su pierna inhábil, la iba a meter al ángulo”, añade.

Difícilmente se dirá alguna vez que Maxi Rodríguez hizo “una demás”. No es un tipo de hacer lujos. Es más bien pragmático, no persigue la belleza, por más que a veces la encuentre, como ocurrió en esos últimos segundos del minuto 97. Quizá esa forma explique por qué no decidió acomodarse el remate para la derecha, la que más sabe. “Yo no veo cuando Maxi hace el contacto con la pelota, sino después que pasa por el cuerpo de Gonzalo Pineda. Y eso para el portero es letal”, explica Oswaldo Sánchez, quien con su buzo amarillo y su volada espectacular ayudó a mejorar el golazo, elegido por la Fifa como el mejor. “Si hubiera visto cuando Maxi le pega, la saco”, asegura, optimista. “Y como así fue el gol del Mundial, habría sido la atajada del Mundial”, se consuela.

La Selección Argentina de Fútbol es dueña de una rica historia en campeonatos internacionales, y de goles, incluso, mucho más importantes que ese que convirtió la Fiera. Quizá la tensión del partido, lo estético de la jugada y lo inesperado, lo convierten en uno de los más gritados de la Albiceleste en los últimos tiempos. “Fue un gol que marcó mi carrera”, le admite su autor al portal web de la Fifa. “¡Cabrón, si la zurda la tenías sólo para subir al auto!”, dice Maxi que le dice Sánchez cuando lo ve.

Ahora es el final. Es 24 de noviembre de 2021, es el torneo local, es un partido de la fecha 22. En los primeros segundos del minuto 21 del complemento, Maximiliano Rodríguez reemplaza a Pablo Pérez en el duelo ante Central Córdoba de Santiago del Estero, en el Coloso. El cambio se realiza cuando el partido se detiene en un tiro libre favorable a Newell’s, en las puertas del área. Ignacio Scocco y Francisco González custodian la pelota. El ingreso se abre por la presencia del emblema, que pide ser el ejecutante, pese a que Nacho, su compañero de tantas batallas y alegrías, sea el encargado. La negociación no puede leerse en los labios, porque se cubren, pero el delantero cede ante el deseo del recién ingresado. Ya son los primeros segundos del minuto 22’ cuando, resbalón de por medio, la Fiera hace delirar a los cuatro costados del Marcelo Bielsa, y a los leprosos que siguen el partido por la radio o la tele. Se sacó la remera (¡qué importa la amarilla!) y la exhibió.

La explicación de tamaña euforia se conoció un par de días después. “Tengo algo para contarles”, escribió en sus redes sociales. Y al darle play al video que acompañaba la publicación, se lo escuchó con la voz quebrada: “Llegó el momento que nunca pensé que iba a llegar, o el que los jugadores de fútbol queremos que nunca llegue: la de retirarme del fútbol. Es una decisión difícil pero estoy tranquilo”.

Foto: Prensa NOB

También hubo otros goles de su autoría que dejaron a más de uno con disfonía, con la garganta a la miseria. A tal punto que el periodista y escritor Nicolás Gallari le hizo lugar en su libro Rosario, cuna de cracks, bajo el título Maxi, el hombre de los goles importantes. El país recordará también el penal ante Holanda que habilitó a la Argentina a jugar la final del Mundial de Brasil, y a los leprosos le resultará imborrable el gol en el minuto final a Central, en octubre de 2016, que cortó –de manera agónica, porque en el Gigante de Arroyito no pasaba absolutamente nada– una racha adversa en clásicos. El grito eufórico del mundo rojinegro fue inversamente proporcional a las pálidas que venía padeciendo en los derbys de la ciudad.

Maximiliano Rodríguez quisiera no decir adiós, pero debe marcharse. La edad (casi 41 pirulos, un montón), las lesiones y la falta de continuidad lo arrinconaron como no pudieron hacerlo antes los defensores mexicanos en Alemania. Contra el Taladro, este lunes desde las 21.30, será su última función.

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