En agosto de 2021 el Ministerio de Educación lanzó el Plan Federal Juana Manso, en una apuesta a recuperar parte del programa Conectar Igualdad, desguazado durante el gobierno de Mauricio Macri. La iniciativa retomó el desarrollo de Huayra, una distribución GNU/Linux autóctona, creada por un equipo de programación, diseño y soporte técnico nacional. Más de 600 mil netbooks fueron entregadas a jóvenes de escuelas secundarias de diferentes puntos del país durante 2021 equipadas exclusivamente con este sistema operativo libre, desarrollado y sostenido localmente.
El martes 11 de enero se hizo público el relanzamiento de este exitoso programa de inclusión social y educativa que para 2015 llevaba entregadas 5 millones de computadoras, muchas de las cuales aún siguen funcionando. La polémica no tardó en desatarse en las redes y foros virtuales cuando fueron publicados los pliegos de licitación que indicaban que las nuevas netbooks que distribuirá el programa incluirán el sistema operativo Windows.
Así fue que la comunidad del software libre puso el grito en la web y varias de sus organizaciones lanzaron una campaña para revertir una situación que, como denuncia el colectivo Cybercirujas, “no solo es un atropello a la soberanía tecnológica del país, sino, peor aún, una violación a la privacidad de los datos de nuestros jóvenes”.
Ética hacker
El movimiento por el software libre surge a principios de la década del ochenta, cuando el uso extensivo de la informática se limitaba a espacios académicos o de investigación científica. Por entonces las microcomputadoras empezaban a llegar a algunos hogares privilegiados e internet era un proyecto del Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
Entre los principios de este movimiento social, fundado por el físico y programador yanqui Richard Stallman, se destacan ideas fuerza que pueden resumirse en el acceso libre a la información y en la convicción de que la informática puede mejorar la calidad de vida de las personas. Estas premisas se basan en las tradiciones y filosofías de la cultura hacker y el mundo académico estadounidense de la década del setenta.
El software libre comprende aquellos programas que se pueden utilizar para cualquier fin y pueden ser modificados y adaptados a diferentes necesidades, para ello quienes los desarrollan facilitan el acceso al código fuente, que es equivalente al plano de una construcción o la receta de un plato y permite conocer el funcionamiento interno de la herramienta informática. Como es evidente no se trata de una cuestión exclusivamente técnica sino que es una definición política con impacto social.
El resto del software, que es el más extendido a nivel doméstico y en ciertas áreas profesionales, es considerado “privativo” o “propietario” (del inglés proprietary) por los activistas del movimiento y no puede ser auditado ya que al poseer un código fuente cerrado su funcionamiento es un secreto industrial, como la fórmula de la coca-cola.
Un elemento que se suele destacar en los programas libres es el hecho de que son gratuitos, aunque la gratuidad no es condición indispensable y también existe el software libre comercial. Así como además hay programas privativos gratuitos –o freeware– pero, como se señaló antes, operan como una “caja negra” y no permiten a las personas usuarias comprender su funcionamiento en profundidad, al punto de que no es posible conocer el destino de los metadatos recabados, entre otras características. Es por ello que Stallman recomienda “pensar en «libre» como «libre expresión» y no como «barra libre»”.
Malo conocido
El relanzamiento del Conectar Igualdad, además de la versión 5 de Huayra GNU/Linux incluye el sistema operativo Microsoft Windows 10 en las computadoras que se distribuirán entre estudiantes y docentes de secundaria de escuela pública, educación especial e institutos de formación docente. Es lo que se conoce como dual-boot o “doble arranque”, es decir una opción que permite elegir qué sistema utilizar al encender la máquina.
La experiencia con las netbooks del programa, que en sus inicios funcionaban solo con Windows 7 y posteriormente empezó a incluir las sucesivas versiones del sistema operativo Huayra, da cuenta de que sus usuarias y usuarios optaban por el software de Microsoft.
Con el Plan Federal Juana Manso, lanzado durante la gestión del ministro Nicolás Trotta, hubo una fuerte apuesta al software “nacional”, que fue ampliamente celebrada por referentes del software libre argentino, como Javier Castrillo –coordinador de Huayra– que destacó la “decisión soberana” de la cartera educativa.
Las netbooks del Juana Manso funcionan exclusivamente con Huayra y se prescindió completamente del sistema operativo del gigante tecnológico fundado por Bill Gates y Paul Allen. Cuando parecía que Juana había cerrado completamente la ventana privativa, el lobby sostenido por la empresa estadounidense persistió en su afán por consolidar su posición monopólica.
Repudio Cyberciruja
La primera organización en pronunciarse públicamente contra la reaparición de Microsoft en el sistema educativo fue Cybercirujas, un colectivo que se dedica a recuperar computadoras y contribuye de este modo a la inclusión tecnológica.
En un comunicado, las y los hacktivistas repudiaron “la utilización de software privativo y la compra de costosas licencias de uso” y declararon su preocupación por “la privacidad y el resguardo de la información de nuestros alumnos y alumnas”.
“Son los jóvenes el sector a donde apuntan todas las estrategias de marketing y las grandes campañas publicitarias, porque son ellos quienes se están formando y generando sus propios hábitos de consumo, a la vez que van forjando sus propias identidades”, expresan en una nota publicada en la web.
“No solo le estaremos pagando a Microsoft por costosas licencias de uso sino que además le estaremos regalando una inmensa base de datos de jóvenes, que son el sector más codiciado por estas empresas que se encargan de generar perfiles de futuros consumidores”, denuncian desde este colectivo que desde el inicio de la pandemia dedica sus esfuerzos a recuperar computadoras en desuso para acercarlas a quienes las necesiten.
“Microsoft y Estado, asunto separado”
Una carta abierta con más de 900 firmas de organizaciones y especialistas en la materia fue enviada al ministro de Educación Jaime Perczyk y al gerente general de Educ.ar SE Rubén Daudía instándolos a revisar la nueva disposición. El documento advierte que este cambio –el doble arranque con Windows– pone al estudiantado y a la comunidad educativa “en posición de consumidores y no de productores de tecnología”.
“El Ministerio de Educación desconoce así un desarrollo que le es propio y que se basa en el trabajo realizado por la comunidad del software libre y que promueve los valores de esta comunidad de compartir el software, usarlo con cualquier propósito y por sobre todo estudiarlo y mejorarlo”, dice la misiva impulsada desde la Fundación Vía Libre.
“Argentina sostiene hoy una apuesta fuerte por las políticas de promoción de la ciencia y la tecnología por lo que fomentar las vocaciones vinculadas al estudio, desarrollo y mejora de programas de cómputo desde los niveles primario y secundario es clave para el desarrollo no sólo económico, sino comunitario y social (…) la decisión del Ministerio parece no estar alineada con la política de fomentar el desarrollo nacional, sustituir importaciones, minimizar la salida de divisas y promover la ciencia y la tecnología con producción local”, dice el documento que el pasado martes ingresó por mesa de entradas al Palacio Pizzurno.
Razón pragmática
Si bien desde el Ministerio de Educación reconocen que son los “principales defensores” de Huayra GNU/Linux, en diálogo con el diario La Nación, afirmaron que “se trata de igualdad de oportunidades: no podemos negar la realidad, todos están acostumbrados a trabajar en Windows”.
“No es un problema económico, ni tampoco ideológico: vamos a seguir apoyando Huayra como hasta ahora”, señalaron desde la cartera de Educación, a la vez que observaron que algunos docentes “manifestaron dificultades” a la hora de utilizar el sistema operativo GNU/Linux. De todos modos este último argumento, publicado por el diario de los Mitre, fue desmentido por fuentes cercanas a Educ.ar SE, la empresa estatal detrás de Huayra.
Es sabido que un gran número de docentes –aunque no es excluyente de otras profesiones–, luego de transitar cierto recorrido, presentan resistencia frente a cambios curriculares o en las herramientas de trabajo. Esto no sucede entre la juventud, los así llamados “nativos digitales” que son “naturalmente” capaces de adaptarse a los cambios tecnológicos que entre la gente mayor pueden resultar vertiginosos y hasta frustrantes.
Es importante destacar que las diferencias visibles entre los sistemas operativos Huayra y Windows son mínimas. En cuanto al manejo de aplicaciones prácticamente no hay diferencia, y muchas de estas funcionan en ambos paradigmas, como los navegadores de internet Chrome –propiedad de otra corporación monopólica– o Mozilla Firefox, así como los paquetes de ofimática Libre u OpenOffice, que poco tienen que envidiarle a la suite de Microsoft, solo por nombrar algunos ejemplos.
Si bien no es la primera vez que surge este debate, esta vez cobra más fuerza y relevancia que en otras oportunidades. Probablemente se deba al papel imprescindible de las herramientas digitales y la conectividad que ha instalado la pandemia de Covid-19 en la educación, así como en otros ámbitos. Lo que está en cuestión entonces es quiénes y cómo gestionan esos recursos estratégicos para el desarrollo nacional.
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