Que nadie se quede sin su taburete. Esa parece ser la consigna que mueve a las y los estudiantes del Politécnico a trabajar en la escuela en pleno febrero. Son quienes cursaron el primer año en 2020, cuando la pandemia no permitió las clases presenciales, y quieren conservar de recuerdo este distintivo del Poli.
“Es un símbolo importante. Tan es así que en cada aniversario del Politécnico (26 de septiembre de cada año) se lo llama taburetazo en su honor”, expresa a Redacción Rosario el director del Instituo Politécnico, Juan Farina, satisfecho por poder concretar esta iniciativa.
El taburete se aprende a hacer en el primer año del Poli, en la segunda parte del año, y cada alumna y alumno se lo lleva de recuerdo a su casa.
Una tradición -explica Farina- que se hace año tras año, y que sintetiza la posibilidad de aplicar la tecnología a un objeto. Una práctica de aprendizaje “enraizada en el Poli, de un gran valor significativo” para las y los estudiantes.
Pero la pandemia interrumpió esa tradición sostenida por años. En 2021, las chicas y chicos que ingresaron al primer año pudieron hacerlo, pero seguía pendiente concretar la experiencia con quienes arrancaron en 2020, el año en que la pandemia de coronavirus obligó a un estricto aislamiento.
Farina repasa que se pusieron a pensar cómo podían organizarse y finalmente hacer los taburetes. “Hablamos y trabajamos con los profesores del taller de carpintería que son quienes están a cargo y se comprometieron a poner los turnos en febrero, antes de que empiecen las clases”, detalla el director.
Se armó un formulario para que se inscriban las y los estudiantes interesados y la sorpresa fue bien gratificante: “A todas y todos les interesó” participar y hacer en plenas vacaciones sus taburetes. Se armaron los turnos para la segunda quincena de febrero, y así ya participan cien chicas y chicos, que ahora pasan a tercer año. El resto (145 más) se organizará en turnos en julio próximo para poder hacer sus taburetes.
El profesor Juan Farina rescata el valor educativo y de memoria que tiene esta experiencia de trabajo en taller, en la que se unen la tradición de una escuela centenaria y los aprendizajes de quienes eligen una formación técnica.
“En sus inicios -dice Farina- el taburete se hacía no solo para que se lo llevasen a la casa sino porque formaba parte del mobiliario de la escuela. Antiguamente no había sillas, se sentaban en los taburetes que hacían allí para usarlos en la escuela. Después, viendo la incomodidad que resultaba, se fueron cambiando, pero se continuó la tradición”.
El director del Poli reconoce que “nunca se dejó de pensar en las chicas y los chicos”, de buscar la mejor oportunidad para que pudieran hacer sus taburetes. Y hubo acuerdo en que el tiempo de receso escolar era un buen momento.
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