La pregunta por la autoidentificación étnica se incluyó en el cuestionario del censo para toda la población, luego de años de luchas. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. En Rosario, en el marco de un conversatorio en Humanidades, referentes expusieron las críticas.
El pasado martes 10 de mayo, tuvo lugar un conversatorio organizado por la cátedra de Sistemas Socioculturales Latinoamericanos (de la Escuela de Antropología) y el Tejido de Profesionales Indígenas, una organización que nació en resistencia el macrismo, y que tuvo como eje desde un primer momento el propósito de reivindicar la autoidentificación étnica en el censo que se haría en 2020, y que se llevó a cabo el pasado miércoles 18.
El conversatorio, que tuvo lugar en el salón de actos de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, tuvo como principales ejes el problema de los “derechos lingüísticos”, así como de la pregunta por la lengua y la auto-identificación en el censo. En la mesa participaron Verónica Cleñan, de la Comunidad Epu Lafken en Los Toldos, Buenos Aires y también miembro del Tejido de Profesionales Indígenas, y Fabiana del Popolo, jefa del área de Demografía e Información sobre Población del Celade (Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía), dentro de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).
Autoidentificación
Una gran y vieja discusión, que no está saldada y que no tiene una uniformidad de respuesta por parte de las comunidades, tiene que ver con reconocerse como “argentino”. Si bien todos pertenecen al Estado (Nacional) como ciudadanos, la “regla” de la argentinidad no es la medida que explica su relación con ese mismo Estado. Dentro de la misma capacitación para las personas que efectivamente realizaron el censo, hubo una duda recurrente sobre la pregunta 22, referente a si se reconoce como “descendiente de pueblos indígenas u originarios”. La duda, formulada de distintas maneras por los potenciales censistas, era: “¿qué quiere decir esto, que no son argentinos?”. Este tipo de cuestiones marcan una constante del sentido común que está presente en la sociedad “blanqueada” (que no quiere decir necesariamente blanca).
Si bien la discusión del conversatorio no pasó por eso más que en algunos momentos puntuales, resulta importante marcarlo.
Ya arribando a los debates que se pusieron sobre la mesa, algo que resulta problemático en opinión del Tejido de Profesionales indígenas, en cuanto a las características del censo, es que la pregunta por el idioma sólo aparece en el caso de que se haya respondido anteriormente con “sí” a la pregunta de la autoidentificación. Para Verónica, el problema de esto es que se está dejando de lado a segmentos de la población, como por ejemplo a los quichuistas de Santiago del Estero, que no se reconocen como indígenas sino como “campesinos” o “santiagueños”. O, por tomar un ejemplo, a muchos migrantes guaraníes de las ciudades, que no se reconocen guaraníes sino migrantes simplemente, o a quienes adoptaron el gentilicio de su provincia de procedencia, aunque hablen una lengua indígena.
Por otro lado, critican que a pesar de las diversas reuniones con el Indec y a la presentación de ciertas “maquetas de preguntas”, que sirven para aclarar conceptos y que nacieron del consenso entre las distintas comunidades en reuniones, no se les han dado importancia y se han tomado decisiones sin consultarlos ni convocarlos a debatirlas. Uno de los ejemplos traídos a colación en la charla por Verónica, fue el de las “opciones” que se presentaban cuando uno decía que sí a la pregunta 22 en el censo digital. Se hicieron 64 categorías de pueblos originarios. “Cuando nos enteramos de eso, nos empezamos a consultar entre nosotros. Unos decían 39, otros 38, o 40, pero 64 seguramente no. Entonces, ¿qué pasó? Hicieron mucha «discriminación», por decirlo de un modo, o «desagregación» de un mismo pueblo: de los diaguitas hay algo así como ocho categorías y diez de Kolla, según su procedencia: si de Amaicha o de otra zona. También hay categorías que se repiten”, contó Verónica. El problema es que ya había un consenso hecho en reuniones entre pueblos originarios, en conjunto con universidades, en el que se detallaron 39 pueblos y una única manera de escribirlos, justamente para tener esa información disponible ante las preguntas del censo.
Más allá del censo como tal, la “invisibilización” de estos datos también está en otras instancias de conocimiento sobre la población: en la partida de nacimiento, ni el origen ni la lengua son cosas que se preguntan. “Hay un constructo, un aparato no solamente estatal sino también en el imaginario social, que nos deja siempre en el lugar de menos. La idea de visibilizarnos, de autoreconocernos, de mostrarnos en cantidad, es para mostrar que la argentinidad está conformada también por nuestra nosotredad”, cerró Verónica su intervención.
“El censo brinda elementos muy importantes para los trabajos demográficos: no sólo es cuántos son, sino también dónde están, cómo son sus estructuras parentales, cuál es su composición por sexo. Esos elementos son fundamentales para la reproducción, no sólo sociológica sino sociocultural de esos pueblos”, comenzó Fabiana del Popolo. “Sin embargo, es muy complejo cómo medir”, continuó. “En otro momento, se consideraba indígena solamente al que hablaba la lengua”, dejando de lado a muchos pueblos que la habían perdido. También se tomaban ciertos criterios culturales para definirlo: vivir en una comunidad indígena específica, o mantener tradiciones, costumbres, modos de vida. Estas preguntas, sin embargo, eran llenadas por el censista a través de su observación. Esos tópicos fueron reemplazados –luego de las luchas de los mismos pueblos indígenas– por el de la autoidentificación.
Entra también en el debate cómo se formula la pregunta. “No es lo mismo que yo pregunte “«¿Se identifica usted descendiente o parte de un pueblo originario?» que «¿Pertenece usted…?». La misma formulación de la pregunta ya va a cambiar la respuesta”, dijo al respecto Fabiana. Sin embargo, señalará la importancia de la logística: “Se puede tener una pregunta perfecta pero capaz ni se llega a hacer, porque es una zona rural y está muy lejos o porque falla nuestra estrategia comunicacional, y eso es lo que pasó en Colombia en 2018 con los afrodescendientes. Ellos tenían una pregunta muy buena, pero la recolección de datos falló por cuestiones ligadas a otra parte del proceso censal, lo que redujo la población afrodescendiente en un 30 por ciento. O sea, un verdadero genocidio estadístico”, siguió. En ese sentido, una de las recomendaciones de la Cepal en las que hizo énfasis es en impulsar mecanismos de participación de estas distintas comunidades, tanto afrodescendientes como indígenas en la realización del censo (entre esos mecanismos, se cuenta el de la evaluación de las preguntas que finalmente se harán), para garantizar unas estadísticas fiables y evitar errores tan enormemente graves (como se ha demostrado que lo son) en los números finales.
Finalmente, para marcar también la importancia del censo y de la cantidad de la población indígena, trajo a colación el proceso constituyente de Chile, en el que la cantidad de escaños reservados para pueblos indígenas fue un número que salió específicamente del censo. “Menos mal que el censo de 2017 fue bueno, porque si se hubiesen usado los datos del 2002, en vez de un 12 por ciento se estaría hablando de un 4 por ciento”, puntualizó Fabiana.
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