Yo no sé, no. Se acercaba la Semana de Mayo y la seño nos dijo que íbamos a participar de los actos. Yo ya me veía en un personaje secundario pero Pedro tenía más aspiraciones: él quería ser uno de esos a los que la historia oficial (mitrista) lo ponía como repartidores de escarapelas o algo parecido. Ese fin semana teníamos un torneo de fútbol, uno cortito, sólo con equipos del barrio. El viernes previo todavía no se había decidido si sería de 7 o de 11 jugadores por equipo y Pedro me preguntó: “¿Cuántos somos?”. Esa pregunta nos llevó a pensar en el acto de la escuela porque seguramente se la harían también, hora a hora, los patriotas de Mayo. ¿Cuántos somos? Como era el año 64, me pregunté cuánto seríamos. En el último censo, el del 60, con la presidencia de Frondizi, el conteo dio como resultado 20 millones y chirolas. Habían censado a los que vivían en casas chorizo, los inquilinatos del centro o macrocentro de Rosario, casi todos con el baño compartido. A los no propietarios del centro, esos con un patio común a todos en los que si bien había familias que en algunas cosas pensaban distinto, ese patio tenía aroma a peronismo. También pensé en cómo crecía la población en el barrio (el de la zona sur oeste) ya que después de un par de años de convivir con el descampado como vecino originario, el barrio empezó a poblarse con una velocidad sorprendente y todos los años, mientras los cardos se abrían para dejar que sus semillas cobraran vuelo con los panaderos, aparecían gurises corriendo,  gateando y otros por nacer. 

Diez años después, volviendo de la escuela por Cafferata, dejando atrás San Francisquito –que de caserío tirando a pueblo pasó a ser un barrio de Rosario–, viendo la gran cantidad de galpones en los que descansaban los sonidos de los fierros de las pequeñas fábricas de una Argentina que por ahí crecía, Pedro me preguntó: “¿Cuántos seremos? Pensé en el censo del 70 que había cantado 23 millones, 300 mil, y le dije: “Quizás un palito y medio más que en el último”. Con una sonrisa de satisfacción, me dijo: “Qué bueno”. 

La otra noche, comprando en la granja algo para cocinar al otro día, Pedro me dice: “Este vinito es para festejar no sólo cuántos somos, sino ¿sabés qué? Para festejar que por más que la situación está jodida –por el paso del Macrismo, la pandemia, el despelote internacional por la guerra y coso–, tengo el presentimiento de que aún somos un montón los que nos emocionamos con la gesta de Mayo y que, si bien por momentos parece que no llegamos a tener el equipo completo, muchas y muchos seguimos pensando en reencontrarnos en ese gran patio en el que el aroma a Patria siempre está.

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