El triunfo de Gustavo Petro tiene detrás la lucha y la sangre del pueblo colombiano. Y por delante el desafío de frenar a una derecha que, pese a su derrota electoral, todavía tiene poder de daño y de fuego. EEUU ya cerró con Iván Duque un Plan Colombia II.

El triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia es el resultado de la valiente lucha de las mujeres y los hombres que salieron a las calles a enfrentar la brutalidad del gobierno de Iván Duque, que va a dejar el mandato con un 73 por ciento de desaprobación de su pueblo. Como todo avance hacia una sociedad menos injusta, como cada derecho que se conquista, las posibilidades y esperanzas que se abren en Colombia tienen detrás una historia de violencia y sangre. El pueblo pagó un precio muy alto para desbancar a la derecha más criminal del continente. La más firmemente aliada a EEUU. 

Los gobiernos conservadores, militaristas y neoliberales de Colombia siguieron a pie juntilla todas y cada una de las recetas importadas de sus amos estadounidenses. Los resultados están a la vista y podrían servir para reflexionar cuáles son las verdaderas intenciones del imperio bajo las excusas de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la corrupción, entre otras. 

Y la experiencia histórica muestra que esas supuestas “luchas”, en realidad, profundizan los problemas existentes y agregan otros nuevos: promueven y alimentan aquello que dicen combatir.

El domingo 19 de junio la fórmula Gustavo Petro-Francia Márquez (Pacto Histórico) le ganó a Rodolfo Hernández-Marelen Castillo (Liga Gobernantes Anticorrupción). Hernández es un millonario neoliberal, conservador y misógino, que supo hacer un buen uso de las redes sociales (especialmente Tik-Tok), y se subió a la ola mundial de odio, mentiras, desinformación, manipulación y simplificación. Pero no le alcanzó.

El candidato del Pacto Histórico obtuvo el 50,44 por ciento de los votos, frente al 47,03 por ciento de Hernández. Francia Márquez será la primera afroamericana en ocupar la vicepresidencia del país. Petro alcanza la presidencia en su tercer intento.

La derrota de la derecha colombiana, una de las más robustas y poderosas del continente, demostró, una vez, más, que a veces no alcanza el apoyo y el financiamiento de EEUU y la derecha regional, ni la adhesión de los empresarios y financistas de Colombia, ni la ominosa presencia de un ejército que siempre asesinó a su propio pueblo junto a las fuerzas paramilitares. Ambas fuerzas de choque siguen activas y ya adelantaron su rechazo a Petro y a todo cambio que les quite poder y recursos.

“Un cambio de verdad, en medio de un complicado panorama de poderes fácticos, violencia, descomposición social y una oligarquía que ha mantenido el país bajo su férula durante casi toda su historia, que no ha dudado en recurrir a la guerra sucia contra toda aquel o aquello que cuestionara su poder y que no parece dispuesta a ceder sus privilegios de buenas a primeras”, señala Aram Aharonian en la nota titulada “Dejen gobernar a Petro”, publicada en la página del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.

“Logró derrotar a esa oligarquía que puso todo lo que tenía para mantenerse en el poder: dinero, drogas, carteles de la droga, instituciones del Estado, todas las fuerzas políticas conservadoras, liberales derechistas con sus variantes, las fakenews (noticias falsas) y las shitnews (noticias de mierda), el poder subrepticio estadounidense, medios de comunicación nacionales y extranjeros cartelizados. Cuidado: la oligarquía también demostró que aún tiene músculo”, agregó Aharonian.

“¿Cómo se hace para gobernar un país donde la más rancia oligarquía es propietaria de los medios de comunicación y la imposición de imaginarios colectivos?”, se pregunta el analista, que agrega que no hay posibilidad de éxito sin una política comunicacional “que permita llevar el mensaje presidencial y de gobierno a todo el país, a cada ciudad, a cada vereda, a cada rincón colombiano, y permita, a la vez, la difusión de opiniones diversas, ciudadanas”.

La derrota de la derecha colombiana es, al menos por ahora, sólo electoral. La debacle del uribismo, uno de los grandes derrotados, fue el primer síntoma (ya en primera vuelta) de que Colombia se dirigía hacia un cambio. Pero el uribismo es una fuerza violenta que no necesita de las instituciones ni de la democracia para imponer sus intereses (y los de EEUU). 

La lucha del pueblo colombiano es un triunfo histórico que ya tuvo una respuesta de la derecha, cargada de odio y amenazas. Lo que se viene dista mucho de ser fácil. Los desafíos de Petro son enormes, al igual que las fortalezas y los recursos de quienes no quieren dejarlo gobernar. La respuesta a esta derecha herida, que va a atacar con violencia creciente, debe incluir la unidad del campo popular (dentro y fuera de Colombia), un apoyo explícito de los presidentes de la región que anhelan la Patria Grande, y un pueblo dispuesto a seguir saliendo a las calles en apoyo del cambio que los poderes fácticos quieren impedir antes de que empiece a andar. 

“Yo he conocido el conflicto armado y entiendo el valor de la vida, humana y no humana, en la cadena de la naturaleza, en el paraíso que es Colombia”, dijo la vicepresidenta electa durante un encuentro con sacerdotes católicos, gurús de cultos afrocolombianos y chamanes indígenas en la catedral anglicana de San Pablo, en Bogotá, días antes de las elecciones. “Me llaman bruja por ser negra, pero reivindico la deuda de la esclavitud a la vez que reivindico los conocimientos espirituales de los indígenas”, agregó Márquez, de 33 años, oriunda de la conflictiva región del Cauca, en el sur del país.

Por su parte, el presidente electo denunció que debió soportar una gran campaña de mentiras, amenazas y difamaciones. “Fue una campaña de mentiras y miedo, que íbamos a expropiar a los colombianos, que íbamos a destruir la propiedad privada (…) nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la pre-modernidad”, expresó Petro el domingo 19 ante una multitud que festejaba su triunfo.

El presidente electo se ve obligado a revertir el proceso de demonización en que se basó la campaña del miedo de la derecha. Tiene que demostrar que no es lo que sus rivales dicen que es.

La derecha sigue atacando

El triunfo de Petro enfureció a la derecha colombiana, regional y mundial. Para EEUU, Colombia es la base militar y el punto geopolítico estratégico fundamental para controlar el “patio trasero”. Es impensable que EEUU se resigne a perder esta ventaja en una región que está en disputa con China y que, además, ya exhibe claras muestras de cansancio ante la prepotencia imperial, como quedó claro en la Cumbre de las América celebradas en Los Ángeles (EEUU) entre el 6 y el 10 de junio.

Todos los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos hacen el mismo análisis, incluso con las mismas palabras. “El triunfo de dirigentes de izquierda en buena parte de América Latina está limitando la influencia de Washington. Además de los países a los que considera no democráticos (Venezuela, Cuba y Nicaragua), las voces críticas se han extendido por muchos otros lugares, como se puso de manifiesto en la reciente Cumbre de las Américas. A la espera de las elecciones en Brasil, donde Lula parte como favorito frente al presidente Jair Bolsonaro, en todos los demás grandes países de la región hay gobiernos de izquierda: México, Argentina, Bolivia, Perú, Chile y ahora Colombia. La victoria de Petro trasciende los equilibrios del país andino y marca un reajuste del eje progresista en América Latina”, señala el diario español El País, siempre muy sensible a la aparición de procesos que buscan una mayor soberanía y autodeterminación para América Latina.

“Como ocurrió en Chile cuando fue electo el presidente Gabriel Boric, en Colombia los mercados están nerviosos. Un nuevo presidente siempre genera algo de incertidumbre pero como en el país del sur, este podría calmarse si el presidente electo Gustavo Petro anuncia en los próximos días un equipo económico acorde al discurso más moderado que tuvo en la segunda vuelta de campaña. Eso no sólo calmaría a los mercados, sino a los ciudadanos que no votaron por Petro y hoy despertaron nerviosos a mirar el precio del dólar”, agrega el diario español repitiendo las presiones y amenazas del mercado.

El País de Madrid expresa con claridad el planteo de todos los poderes fácticos, y la sumisión de Europa a los intereses de EEUU. 

EEUU se adelantó a la jugada: Plan Colombia II

“El triunfo de Gustavo Petro no toma por sorpresa al establishment de EEUU. La posibilidad de que la izquierda finalmente llegara al gobierno en Colombia era una probabilidad cada vez más concreta, sobre todo, cuando desde el norte advirtieron que ni el oficialista Federico Fico Gutiérrez ni el otro candidato derrotado en el balotaje, Rodolfo Hernández, podían alcanzar a Petro en popularidad y votos”, señala Daniel Kersffeld en la nota “¿Qué harán en Washington tras la victoria de Petro?”, publicada el 21 de junio en Página 12. 

Kersffeld afirma que el 26 de mayo, tres días antes de la primera vuelta electoral que consagraría a Petro como el candidato más votado, en Washington se presentó un proyecto que buscaba codificar como ley la actual designación de Colombia como “aliado extra OTAN”. 

Foto original: Luis Acosta | AFP. Montaje: Cande Robles

La nota deja en evidencia la celeridad con que Duque intenta dejar cerrados antes de partir (Petro asume el 7 de agosto) tratados con EEUU que profundicen la dependencia con ese país, aseguren que Colombia siga siendo el principal enclave militar del imperio en la región, y dejen al nuevo presidente con las manos atadas.

“Concebido como el proyecto de «Ley del Bicentenario», fue publicado de manera oficial hace menos de un mes por el poderoso dirigente demócrata Bob Menéndez, jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Además de la firma de Menéndez, el proyecto fue presentado por el senador demócrata Tim Kaine, presidente del Subcomité sobre el Hemisferio Occidental”, agrega Kersffeld.

El proyecto “Alianza entre Estados Unidos y Colombia” establece “la lucha en común contra la corrupción”, que se presenta como el eje articulador de un acuerdo estratégico que pretende, además, “expandir el compromiso en cuestiones como el crecimiento económico inclusivo, la paz y la gobernanza democrática”.

La nota de Página 12 señala además que en este acuerdo la seguridad tiene un lugar central, por lo que resulta evidente que nos encontramos ante un nuevo Plan Colombia con otro nombre y otras excusas detrás. 

Colombia ya posee el estatus de “aliado extra OTAN”, y el nuevo acuerdo incluye la formación de un comité consultivo para avanzar en la cooperación bilateral en materia de seguridad y de defensa cibernética, la donación de 200 millones de dólares para apoyar las inversiones en el sector tecnológico de Colombia y la elaboración de “nuevos informes clasificados sobre los disidentes de las FARC y las actividades malignas de países en el extranjero”.

Duque se despide sosteniendo con cada vez más énfasis que su política antidrogas “está totalmente alineada con la nueva estrategia de EEUU”. 

Este Plan Colombia II estuvo precedido por un informe de una comisión de la Cámara de Representantes de EEUU, que en 2020 calificó al Plan Colombia original, el del 2000, como “un fracaso” en el control de la producción y el tráfico de drogas. Según el informe, EEUU gastó más de 11 mil millones de dólares.

La idea de la derecha es condicionar, limitar, acorralar y quitar la posibilidad de gobernar a Petro utilizando poderosos actores internos y externos.

Desde Washington, los demócratas (tradicionalmente feroces defensores de mantener el “patio trasero” a sangre y fuego) hacen lo imposible para sostener las relaciones de dependencia. Un retroceso en este plano sería otra derrota para el ya debilitado presidente Joe Biden. La jugada del mandatario estadounidense es vieja y remanida. Para tapar su mala gestión en política interna, juega fuerte en el exterior, a costa del padecimiento de los pueblos. No le salió bien en la Cumbre de las Américas. Ahora el imperio descargará toda su furia y sus recursos para no “perder Colombia”.

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