El zócalo en la pantalla de C5N irrumpe en la siesta del jueves: “Las medidas que se vienen”, se anuncia, en pleno inicio de la gestión de la nueva ministra de Economía. El que pasa la info sobre las medidas vía telefónica es Gustavo Sylvestre, que tras enumerar un par de cosas que ya se sabían, hace una pausa para convocar atención y pedir “escuchá ésta”, como diciendo que ahora sí va a dar cuenta de una novedad de las importantes: “Se terminan las cuotas en los free shops”, lanza entonces Gustavo, para decepción de la mayoría de las y los televidentes, cuyas expectativas están lejos de poder o no hacer compras en los aeropuertos internacionales.

El episodio vale como otra muestra de lo difícil de encontrar similitudes entre lo que los principales medios instalan como agenda del conjunto de la sociedad y lo que realmente interesa y preocupa a por lo menos buena parte de la sociedad. La joda es que esa agenda mediática se retroalimenta con la del grueso de la dirigencia política con responsabilidades de gobierno. Y que ambas exponen cada vez más algo que antes se esforzaban por ocultar apelando a su supuesta capacidad de expresar a “la gente”: sus agendas están –si no directamente dictadas– condicionadas por “los mercados”, esa entelequia que se presenta como sujeto omnipotente cuya “opinión” es más válida y determinante que la de millones de personas que cuando escuchan mercado piensan en el súper chino y en cómo juntar la moneda para llenar la bolsa de los mandados, no en las cotizaciones de acciones, títulos, bonos y dólares blue.

Y no es que acá se pretenda reivindicar ingenuidades y simplificaciones. Claro que “los mercados” existen e influyen. Y que las acciones y medidas que deciden los gobiernos no pueden ignorar contextos, coyunturas y correlaciones de fuerzas que se delinean más allá de posicionamientos y voluntarismos individuales o sectoriales. Lo que desde acá se intenta expresar es que subordinar las doctrinas y prácticas políticas al vértigo, las liviandades y las hipocresías de la agenda que trazan ciertos medios, funcionarios y mercados no es el único modo de garantizar altos niveles de adhesión popular y buenos resultados electorales. Sobre todo si se piensa y se hace desde partidos y frentes que se fundaron y se constituyen para impulsar transformaciones en favor del amor y la igualdad, de la soberanía política, de la independencia económica, de la justicia social.

Hay ejemplos recientes de la validez de gobernar y “hacer política” sin someterse y hasta contrariando “la agenda” de uno o varios sectores, por más poderosos que sean. En 2009, tras la derrota del mismísimo Néstor Kirchner en las elecciones legislativas nacionales de la provincia de Buenos Aires, el mismísimo Néstor y Cristina no apelaron a adaptarse al supuesto sentido común imperante. Lo que decidieron fue profundizar el rumbo con el que gobernaban el país desde 2003 con una serie de medidas entre las que se destacó la de volver a poner en manos del Estado los aportes previsionales que se habían entregado al sector privado y que provocaron modificaciones contantes y sonantes en la vida cotidiana de “la gente”, que las valoró positivamente al punto de respaldar masivamente al frente gobernante en las elecciones de 2011.

Hoy, por lo menos hasta este jueves 7 de julio a la noche, que es cuando se escriben estas líneas, no hay indicios de decisiones de ese tipo. Las novedades más concretas pasan por restricciones a los gastos de los turistas en los aeropuertos y a las mejoras de las condiciones de financiamiento para la importación de insumos de determinadas industrias, apuntadas a revertir la escasez de dólares. Así, el “escuchá ésta” del bueno de Sylvestre puede entenderse un poco mejor. Y también puede comprenderse que en los canales y programas de noticias de la tele se dedique la mayor parte del tiempo y los esfuerzos periodísticos no a brindar información y opinión en base a hechos concretos, sino a discurrir sobre rumores y versiones a partir de cosas que no se sabe si ocurrieron o no, incluido eso de la renuncia de Alberto, que es apenas una más de las “no noticias” que sustentan admoniciones y posturas con las que machacan conductores, panelistas y columnistas autoerigidos como “líderes de opinión”, sean opositores o sean oficialistas.

Lo de los noticieros de “no noticias” va incluso más allá. No sólo no se pone el eje en informar sobre hechos que efectivamente hayan sucedido. También crece lo de machacar y machacar sobre lo que va a pasar a futuro inmediato o mediato, que ya no se deja para los astrólogos y astrólogas. Y ni siquiera para los artistas que más sintonizan con “la gente”, como el Indio Solari con aquello de que “el futuro llegó hace rato, todo un palo ya lo ves”.

Pues bien, sigamos con el Indio: “¿Que podría ser peor? Eso no me arregla a mí”. Ni a nadie que esté más pendiente de los precios del chino de la esquina que de la cantidad de cuotas en las que se pueden comprar perfumes y chocolates en los free shops.

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