La Editorial Municipal de Rosario acaba de presentar la Colección Cuento, con la publicación de relatos individuales de los 10 finalistas del Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto 2021. Se trata de una tirada limitada de 100 ejemplares de cada cuento, cuyas tapas tienen la particularidad de haber sido impresas en una minerva a palanca con tipos móviles de metal en la imprenta municipal. Es una apuesta del equipo de EMR al libro objeto y manufacturado por ellos mismos, para darnos la chance de conocer algo de las 10 obras que el jurado, integrado por Francisco Bitar (Santa Fe), Matias Capelli (Buenos Aires) y Marina Closs (Misiones), seleccionó sobre un total de 270 trabajos recibidos. Los relatos de la colección fueron elegidos por los propios autores y autoras, y entre todos conforman una antología con lo más nuevo y potente de la narrativa contemporánea de la región. A su manera, cada uno de estos autores y autoras exploran y trabajan con el lenguaje dándole forma a una expresividad propia y verdadera, es decir, eso que ocurre cuando el artificio logra ensamblar la forma y el contenido, en una misma cosa indivisible. Estos diez cuentos son la yapa del certamen rosarino que puso en el primer puesto El lugar en el que estoy cayendo, de Paula Galansky (Concordia, Entre Ríos, 1991); y en la primera mención de la categoría Juvenil, Monarca, de Julieta Elzeard (Rosario, 2003).
Veamos uno por uno: El cuento que da inicio a la colección es A veces parecen tres, de Juan Vitulli (Rosario, 1975), que indaga sobre la soledad y el abandono en la vejez y en la enfermedad. Aún en las más gélidas salas de hospital la compañía se figura de maneras misteriosas.
La mujer, el hombre y el hijo de Ismael Seafog (Rosario, 1981) es el cuento número 2, y encierra un dramático conflicto de pareja, cargado de reproches y oscuros secretos, frente a una pérdida irreparable.
El tercero corresponde a Simón Mendez Bravo (Rosario. 1987) y se titula Las aguas suben turbias. Un triángulo amoroso entre adolescentes pone en marcha un escalofriante relato distópico tras un cruce a las islas, aunque lo distópico debería ir entre comillas. ¿Alguien se imagina cuál será el estado del río Paraná cuando el fuego se lo haya comido todo? Simón Mendez Bravo sí, y lo que nos cuenta es tan espantoso como posibles son las formas de la realidad en la ficción. Además, la transformación del paisaje tendrá consecuencias irreversibles en los personajes. Hay que animarse a cruzar.
Gregorio Molbert es el autor del cuarto título. Los cuentos de Crespín son historias de la vida obrera y rural de hombres y mujeres, acorralados en la intemperie, entre la violencia y la soledad agreste. Estos relatos breves de Molbert no escatiman en bellas formas poéticas para narrar una existencia alejada en el espacio y el tiempo del ruido de la ciudad.
El Nº 5 es Los tarados, de Natalia López Gagliardo (Rosario, 1987). La escritura de la oralidad recrea con mucha frescura una charla entre dos hermanos, varón y mujer, al borde de una pileta, con muchas latas de cervezas. A partir de una historia de abuso ajena a ellos, se disparan recuerdos infantiles, como los juegos de roles y de exploración sexual, que habían quedado sepultados en la memoria prehistórica de estos adultos y que ahora vuelven con toda extrañeza.
El sexto relato es Nadie se arrepiente de un whisky, de Julia Mariana Sánchez (Rosario, 1979). Lo que pareciera un monólogo interior, es en verdad un relato huracanado de conjeturas, poesía, ardores; humor, amargura y frustración, todo lo que acontece como “lo intratable amoroso”, justo cuando el narrador revive la ilusión de un amor que ya había dado por perdido.
Paper kid es el séptimo relato, uno de los más enigmáticos de la colección y corresponde a Leonardo Berneri. Un western, o una parodia del western. ¿Nafta o gasolina?, ¿ruta o carretera? serán los dilemas de un forajido que aguarda impaciente que, por fin, lo encuentren.
Perdón por no ir, de Delfina Medicina (Rosario, 2002) es el octavo y el único libro de la colección que recibió mención del jurado en la categoría juvenil, y la editorial decidió publicar íntegramente: son seis relatos breves de prosa poética, en los que la jovencísima autora recorta con mucho filo, historias de amor y de muerte.
Una calcomanía en el ataúd es el número 9 de la colección y su autor es Oscar Ayala (Resistencia, Chaco, 1985). Se trata de un emocionante relato del hampa, que esquiva con mucho estilo los lugares comunes que la literatura y el periodismo de “policiales” suelen darle al crimen en estos tiempos amargos. Por supuesto hay tiros, persecuciones, piñas y culatazos, pero una historia inesperada, simple y demoledora, se cuela sobre el final dejándonos con la boca abierta y el corazón en la mano.
El “10” de la tanda es Voz de vaca, de Ernesto Gallo (Resistencia, Chaco, 1997), un cuento ambientado en un entorno rural que recrea, con mucha gracia e ironía, aunque sin perder ternura, el rito de paso de un adolescente frente a un severo padre. Torpe y temeroso, el narrador, que ha sido elegido para ser el heredero, pondrá todos sus esfuerzos por estar a la altura de las expectativas de su padre al que, sin embargo, no se lo puede dejar de decepcionar.
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